Apenas, rezar para que llueva. El Gobierno, está claro, no puede generar precipitaciones. Pero tiene a su alcance herramientas como para, al menos, mitigar los perjudiciales efectos que la seca tiene sobre los campos argentinos. Sin embargo, en algo la sequía pone en un plano de igualdad a los dos sectores, enfrentados duramente desde hace poco menos de un año: en las pérdidas.
En una situación normal, con disponibilidad de agua y buenos rindes -salvo la agricultura, la ganadería y la lechería llevan meses sin ser rentables para los primeros niveles productivos-, el esquema de retenciones reducía las ganancias de los ruralistas y, al mismo tiempo, engrosaba las arcas públicas. Pero en un contexto como el actual, donde cereales y oleaginosas se debaten sin demasiado éxito por sobrevivir, y las vacas caen como moscas por la falta de agua, los productores ven reducida notablemente su actividad, y el Gobierno percibe muchas menos divisas, con lo que esto representa para una gestión como la del matrimonio Kirchner, que tiene al superávit fiscal y al comercial como dos de sus pilares económicos.
¿A cuánto ascienden las pérdidas? A falta de cifras oficiales, las estimaciones privadas ponen un piso de 10.000 millones de pesos, con un techo que supera largamente los 20.000 millones.
En esta última línea se ubica Confederaciones Rurales Argentinas, que en un reciente informe, en el que relevó la realidad de las provincias de Santiago del Estero, Santa Fe, Buenos Aires, La Pampa, Río Negro y Chubut, estima que los daños ascienden a 21 mil millones de pesos.
Según CRA, la cosecha de soja estará unas 12 millones de toneladas por debajo de lo que se preveía en la precampaña, unas 50 millones de tn -a nivel general se habla de una cosecha de 78 millones de toneladas, 20 menos que la campaña anterior-. Desde Coninagro, y en relación con la ganadería, consideran que el sector perderá unos 2.000 millones de pesos, con una mortandad de aproximadamente 1 millón y medio de cabezas. En la lechería el panorama es igual de negro, aunque no hay datos acerca de las pérdidas.
En el desglose de las provincias, a Santa Fe le cabe la peor parte.
Según el secretario de Sistemas Agropecuarios, Carlos Sartor, las pérdidas globales ya alcanzan los 2.800 millones de pesos. De ese total, la mayor parte corresponde a la agricultura, aunque en la ganadería el déficit es de 225 millones de pesos, con medio millón de cabezas de ganado muertas.
En este marco, al Gobierno tampoco le cierran los números. Las exportaciones del sector en 2008 totalizarían 22.000 millones de dólares, mucho menos que los 32.500 millones de 2007, y se estima que la recaudación final del año pasado en concepto de retenciones se ubicará en torno a los 7.000 millones de dólares, muy lejos de los 9.950 millones de hace dos temporadas. Pasando en limpio, el Gobierno percibirá unos 3.000 millones de dólares menos.
Todo esto se produce en medio de una feroz crisis financiera internacional y en el inicio de un año en el que habrá elecciones legislativas.
Así, el desafío para la administración de Cristina Kirchner será mayúsculo en 2009, ya que tendrá que evitar que se paralice la vapuleada economía interna, en la que los despidos y las caídas de producción y de consumo ya son una más que contundente realidad, pero manteniendo los niveles de ingresos y sin descuidar a sus socios provinciales, a los cuales les viene prometiendo importantes inversiones. Todo esto, sin acceso al financiamiento externo y con la obligación de cumplir con los compromisos relacionados con el pago de la deuda.
Hace casi seis años el Gobierno decidió soltarle paulatina pero sostenidamente la mano al campo, apostando a un modelo de país más industrializado. Y la elección fue equivocada. No por la elección en si, sino por el modo en que se la llevó a cabo. Ahora, el matrimonio Kirchner quisiera poder apelar al sector agropecuario para poder cubrirse económicamente las espaldas. Pero ya es tarde. El contexto político y climático ha cambiado, y lo que antes era viento de cola, ahora es una tormenta de frente, para desgracia de todos los argentinos.
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