Si uno observa el mapa de la provincia, la Ruta 3 continúa hacia el norte, bien vertical, la RN 11 que, a la altura de Vera, sesga notoriamente su traza en diagonal nordeste hacia Reconquista. La 3, entonces, que Obeid pavimentó hasta Garabato, y que sigue hasta Los Amores, cerca del límite con Chaco, marca uno de los costados de esa monumental depresión que son los Bajos Submeridionales, que comparte con el igualmente desolado departamento 9 de Julio.
Si seguimos mirando el mapa, veremos que 9 de Julio reclina sus poblaciones sobre el límite mismo con Santiago del Estero, sobre el domo occidental, mientras que Vera lo hace tan al este como puede, sobre el domo oriental. En medio, nada: kilómetros y kilómetros de pajonales con unos pocos poblados o parajes donde “vive” gente. Las características allí son muy diferentes de las de una ciudad, a tal punto que nos cuesta imaginar cómo hay personas que puedan habitar en condiciones tan extremas. A esas condiciones tradicionalmente duras, hay que sumarle una de las más crueles y prolongadas sequías en años, tanto que los más veteranos pobladores no recuerdan otra igual por más que escarben en sus memorias.
Es un territorio despoblado. Los departamentos Vera y 9 de Julio son los menos densamente poblados de la provincia. En el caso de Vera, de los algo más de 50.000 habitantes de su vasto territorio, más de la mitad se concentra en sus dos ciudades, la cabecera departamental y Calchaquí, ambas sobre la todavía dotada Ruta 11. Lo dicho: después, al norte y al oeste de Vera, poco y nada.
Condiciones extremas
Las pocas poblaciones de la región, con pasado forestal y de ferrocarril (ambos factores ya no existen) sobreviven de lo que puedan hacer las comunas pobres pero omnipresentes (la comuna acerca agua, es la principal empleadora; el presidente comunal es el que puede trasladar un enfermo o resolver los problemas cotidianos de la gente) o los dueños (ausentes) de las grandes extensiones de tierra, sólo apta para ganadería.
La gente que está “bien”, todo lo relativamente que se puede estar en el norte profundo con las condiciones que ya señalamos, tiene algún empleo oficial o cobra algunos pesos por tareas de campo o changas. Ese monto puede andar entre 30 y 50 pesos diarios, según los casos.
Por estos días, son las comunas las que reparten agua potable para consumo humano dos o tres veces por semana. La provincia instrumentó en su momento y mantiene un plan de provisión de agua, que coordina Rafael De Pace, el ex intendente de Esperanza.
Con los animales, es otro el tema. Sin aguadas naturales, ya se sabe que mucho ganado pereció el año pasado y eso seguirá sucediendo, además de la lógica retracción de los rodeos.
Desde las estancias mismas a la vera de la Ruta 3, una o dos personas todos los días sacan a caballo las vacas de entre el monte —donde al menos tienen sombra— hacia las banquinas, para que se alimenten y beban algo. En algunos casos, esos movimientos de hacienda continuos, recorriendo varios kilómetros de ida y vuelta todos los días, van minando las pocas fuerzas de los bichos, que se caen para no levantarse más.
La gente vive en condiciones muy duras. Hay a las vueltas unos pocos animales: un par de gallinas austeras, algún chivito. Excepto electricidad cerca de la ruta, no hay ningún otro servicio de los que nosotros usamos. En el interior de Vera, en algunos ranchos derruidos a la sombra de aromos, una antena vieja de televisión capta el única canal que se ve: el 7.
En Ogilvie, ya cerca de Vera (esa cercanía, más el asfalto reciente, la hacen mucho más comunicada, menos desprotegida), charlamos un rato con Fermina Oroño. Vive sola en su rancho en el pueblo, tiene 77 años y tres hijos, dos “al sur” (un sur impreciso, que luego puede ser Buenos Aires y Santa Fe, en el caso de los dos hijos varones) y una hija cerca, a media cuadra. No tiene televisión ni radio y no parece precisar nada, a fuerza de no necesitar. Tiene una pensión y paga la leña que ya no puede buscar. En una vieja ollita, en el patio, hierve un poco de agua a la que luego “algo le pondremos”.
El principal problema que todos sufren hoy es el de la sequía. Los otros problemas —la pobreza estructural, la falta de trabajo, la falta de infraestructura, la ausencia de servicios básicos— parecen parte del paisaje, tan natural como los pajonales de los Bajos o los árboles raquíticos.
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