El olor a lodo podrido es intenso y Gaby está acostumbrada a él. No recuerda cuántos días transcurrieron desde que su habitación se llenó de agua y tierra por el desbordamiento de la quebrada Monjas, en el suroccidente de Quito.
La pequeña, de 10 años, intenta contar con sus dedos los días. “Creo que perdimos todo hace dos semanas”, dice, mientras se sienta en una humilde cama de hierro en donde duerme junto a su madre y a sus tres hermanos.
La primera fase, lista
En la primera fase del Programa de Saneamiento Ambiental se recuperaron 30 ha de quebradas, se edificaron 10 000 metros de colectores y 35 000 conexiones de agua potable.
Las ocho administraciones zonales deben tener personal de bomberos, Policía y seguridad ciudadana, en alerta ante las posibles emergencias.
Según el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), en la anterior temporada, entre octubre de 2007 y mayo de 2008, se registró el período más fuerte de lluvias.
Hace 11 días que la familia Prado vive de la ayuda de los vecinos de Rumihuco, en donde un desfiladero se desbordó por el taponamiento de un colector. Pese a que la Empresa Metropolitana de Alcantarillado y Agua Potable (Emaap) remueve los escombros, aún no hay una solución definitiva para este sector.
El alcalde Paco Moncayo firmó la declaratoria de emergencia en Quito anteanoche para continuar con la recuperación de las quebradas del sur de la urbe.
“Infelizmente la garantía solidaria del Gobierno nacional para la concreción del préstamo de USD 40 millones para la Segunda Etapa del Proyecto Laderas del Pichincha ha demorado 13 meses en tramitarse en el Ministerio de Finanzas”, dijo Moncayo al firmar el Decreto.
Con esta decisión, el art. 57 de la Ley de Contratación Pública, las empresas municipales y la Administración pueden “ejecutar la inmediata contratación de obras, bienes o servicios incluidos los de consultoría”.
Mientras los trámites para concretar las obras avanzan, Carlos Sanguano no tiene un ingreso fijo para subsistir. El hombre, de 68 años, vive de sus ahorros porque su carpintería se destruyó con la inundación. “Temo que con otro aguacero la quebrada vuelva a colapsar. El Municipio debe hacer un colector amplio para que el río Monjas fluya sin complicaciones. Yo sé de dónde nace el problema”.
Sanguano se refiere a un angosto colector que no abastece al flujo de agua en la quebrada del barrio Manuela Sáenz, cerca al Atacazo, de donde drena el lodo. Este Diario comprobó que la acumulación de basura y lodo obstruye el paso del caudal.
Esta es una de las 30 quebradas que el Programa de Saneamiento Ambiental (PSA) pretende recuperar para prevenir emergencias durante la época invernal. El PSA hace trabajos de mitigación de riesgo entre las quebradas Cuzcungo y Clemencia, en el suroriente, y en el suroccidente desde La Colmena hasta el Atacazo. Las obras de esta fase tienen de 72 meses de plazo para su ejecución.
Mientras tanto, para solucionar los problemas coyunturales del invierno, el presupuesto de la emergencia provendrá del Plan Lluvia, que cuenta con un presupuesto de USD 6,2 millones. No obstante, Milton de la Cadena, jefe de Riesgos de la Dirección de Seguridad Ciudadana, asegura que el fondo de emergencia es insuficiente para atender todos los requerimientos. “Incluso hay obras del invierno pasado que quedaron pendientes en los barrios”, dijo.
Fanny Granda no ha recibido nada del Plan Lluvia. La vecina del barrio San Marcelo vive al borde de la quebrada y teme por la salud de sus hijos. Los desperdicios y las ratas se acumulan en los rincones del desfiladero, en donde la Emaap removió la tierra pero no hizo otra obra de ingeniería adicional en su sector.
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