Se escarban más de 100 metros para sacar agua, las napas de riego no dan abasto, el sol quema con toda su intensidad de verano y las plagas terminan de arruinar las plantas. La situación se agrava cada vez más ante la inclemencia del tiempo y la mirada impotente de quienes han puesto la semilla. El cultivo de batata, considerado como una reserva o capital de la tierra que se cosecha en el momento necesario, se volvió prácticamente insalvable.
A quienes viven en la ciudad, muchas veces les cuesta imaginarse a un productor dentro de su pequeña quinta recorriendo tristemente sus plantaciones quemadas por el fuerte sol y deterioradas por las pestes de las plagas. “Disculpá si se me atragantan las palabras”, acota en una conversación mantenida con EL DIARIO Mario Bevilaqua, presidente del organismo Sociedad de Quinteros que nuclea a varias zonas hortícolas de Paraná.
En la reunión del jueves pasado con el Secretario de la Producción de la Provincia, Roberto Schunk, los quinteros manifestaron las condiciones en las que se encuentra su producción y presentaron una propuesta provincial que ponga foco en la crisis que atraviesa el sector. “La propuesta está totalmente a disposición de la Secretaría y sujeta a las modificaciones que los funcionarios crean conveniente realizar”, apuntó Bevilaqua.
Entre las necesidades más urgentes que contempla el plan sin duda la más prioritaria es encontrar la forma de tener agua para riego. Las bombas para la extracción funcionan sin parar durante toda la jornada y hace más de tres meses que las actividades dependientes de la tierra no cuentan con una lluvia sólida.
Asimismo, el sector hortícola señala que, para las siguientes temporadas se debe trabajar en una infraestructura de media sombra e invernaderos para proteger los cultivos ante futuras situaciones de falta de agua.
Para el miércoles se espera un encuentro entre los quinteros paranaenses y Pablo Chapado, responsable del Consejo Federal de Inversiones (CFI), para evaluar propuestas crediticias con facilidades adecuadas a las circunstancias que viven los productores afectados.
BATATA Y PLAGAS. En su mayoría, los hortícolas de esta capital son pequeños productores, con parcelas de entre cinco y 15 hectáreas, algunas de las cuales se destinan a cultivos gruesos. Dentro de estos, se ubica el de la batata, muy valioso para los productores y gravemente afectado por la sequía. “Es una planta que necesita agua de lluvia y hoy se ha perdido en un 70 %. Casi todos los que tenemos ese cultivo estamos en la misma situación. Como decía mi padre, la batata es como un banco propio, una reserva, porque está por debajo de la tierra y uno la saca cuando hay demanda”, aseguró Bevilaqua en un estado de notable emoción por la incontrolable gravedad del problema.
Pero otros cultivos también están siendo afectados y la esperanza de cosecharlos se desvanece lentamente. Es que la sequía no es solamente falta de agua sino que de forma contigua proliferan los insectos que, favorecidos por las actuales condiciones climáticas, se convierten en plagas inmunes a las fumigaciones que se puedan realizar para combatirlas.
En el caso del tomate, el trips —que también es una de las tres plagas que daña el cultivo de soja— se ha transformado en el insecto más perjudicial ya que pica las hojas, las chupa y les transmite pestes que terminan de matar a la planta ya estresada por el intenso calor.
ASISTENCIA. Dentro de las políticas de primera necesidad que los productores esperan de parte del Gobierno está la de obtener agua de riego para suplantar las lluvias. “En la reunión con Shunk, donde fuimos bien recibidos y notamos compromiso y apertura al diálogo, presentamos un proyecto de plan hortícola provincial en el cual no queremos agua potable sino simplemente un buen caudal de agua cruda de río para riego, porque hoy estamos sacando el líquido desde 120 metros de profundidad con bombas sumergibles que demandan una gran cantidad de electricidad.
Otra de las cuestiones pendientes para la reunión del miércoles en el CFI, es la obtención de créditos blandos —facilidades adecuadas a la situación económica que aqueja a los productores— ante la necesidad de una infraestructura que proteja las plantaciones ante futuros problemas de sequía. “Con el fuerte sol y las plagas, algunos cultivos no se pueden producirse a cielo abierto. La situación se puede amortiguar, no solucionar, colocando protecciones adecuadas. Pero una hectárea la media sombra hoy tiene un costo de entre 150 y 180 mil pesos, mientras que una hectárea de invernadero sale unos 350 mil. ¿Cómo puede afrontar semejantes costos un productor hortícola en crisis, teniendo en cuenta que se necesitan de cuatro a cinco hectáreas para tener una producción sólida y abastecer el mercado en Paraná?, preguntó Bevilaqua, y agregó: “nos es imposible contar con un millón y medio de pesos para producir bajo cubierta”.
Finalmente, el productor agradeció el apoyo brindado por el director de Industria y Pymes de la Provincia, Aldo Bachetti, quien también fue un horticultor involucrado en la causa y agregó que, lo primordial es tener ayuda inmediata ante un problema que no puede esperar.
Mientras que la construcción de un sistema de riesgo que prescinda de la lluvia puede demandar de dos a tres años de construcción, la producción hortícola puede perderse totalmente en cuestión de días. Lo que esperan los quinteros del CFI es la flexibilidad tanto en el otorgamiento como en la financiación de créditos, que permita realizar inversiones adecuadas para comenzar a revertir el desolador panorama. Al respecto Bevilaqua pidió que no se solicite como garantía a los quinteros un capital de cinco o seis veces más de lo que se podrá sacar como crédito”.
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