Como todos los veranos, la provisión de agua potable volvió a convertirse en uno de los trastornos principales para la población de la ciudad de 25 de Mayo, más aún en ocasión de las denuncias realizadas por los vecinos de la zona aledaña a la terminal de ómnibus respecto de olores y sabores vinculados a combustible, que provocaron el aforamiento del acuífero y el correspondiente análisis de su contenido, que desde la "óptica oficial" finalmente demostró su potabilidad.
Vale destacar, este incidente fue resuelto a medias por el Municipio a través de un análisis bacteriológico del pozo -se omitió el físico-químico-, solicitado al doctor Pérez Azumendi; aunque más allá de esta deuda que debe ser subsanada cuanto antes, sí se respondió a las demandas generalizadas por la escasa presión que se registra en diferentes puntos de la red establecida dentro de la planta urbana, a través de la puesta en funcionamiento de una nueva explotación sobre calle 40 entre 7 y 8 -que aporta 80 mil litros por hora- y efectuando también el recambio de la bomba emplazada en 23 entre 6 y 7.
Sin embargo, los problemas que afectan a este servicio parecen complicarse cada vez más con el paso de los años, y no precisamente por el accionar -o inaccionar- de la administración comunal, sino por la propia impericia de un gran número de vecinos que aún hoy, en un siglo XXI signado por la comunicación y la información, continúan considerando "natural" su acceso al agua potable.
Sostenidos por una teoría errónea donde al agua "la usamos para todo y la dejamos correr porque siempre estuvo ahí y siempre estará, como el aire que respiramos y que también es así de imprescindible", sin embargo, en la actualidad la ciudad de 25 de Mayo consume 15 millones de litros de agua por día, superando en un 200 por ciento el consumo medio que se establece para un hogar tipo integrado por cuatro personas.
En un mundo donde 1.500 millones de personas no pueden gozar del privilegio invalorado de tener agua potable al alcance de la mano, y es la Organización de las Naciones Unidas -y no algún ecologista mal informado-, quien afirma que para el año 2025 "la demanda de agua potable será el 56 por ciento más que el suministro", los veinticinqueños dejamos correr y malgastamos un bien que sabemos, le corresponde a nuestras generaciones futuras.
Más allá de una "pasión desenfrenada" por el riego compulsivo, el derroche se ha visto incrementado notoriamente -y de forma proporcional- con la instalación de nuevas piletas hogareñas en el ejido urbano, en especial las de lona. Ya que para sus dueños resulta más económico abonar la módica tasa de Servicios Sanitarios que supondría afrontar el vaciamiento del natatorio y su "vuelta al llenar", que adquirir finalmente productos específicos para la conservación del agua.
Todo esto se conjuga además, con una infinidad de usos y costumbres arraigados en el común de la gente, que sigue sin tomar -y valga la redundancia del caso-, conciencia de que estamos malgastando un bien que es común: Pero que en virtud de los "descalabros" llevados adelante sin preocupación, se ha terminado por mudar a la calificación de no renovable.
La solución radicará entonces, tal como lo anunciara días atrás a La Mañana el secretario de Obras Públicas de la Municipalidad de 25 de Mayo, ingeniero Rubén Minnino, en llevar adelante la macro y micro medición de los consumos por medio del sistema de medidores, un proyecto que está en los planes a futuro de la administración Grau y que cuenta con un crédito específico solicitado oportunamente al SPAR, con el objetivo de contrarrestar el derroche de agua.
Por más detractores que pueda conllevar esta idea, y pese a los importantes costos que ocasionaría la adecuación de una red de agua potable añeja y que merecerá importantes "retoques" -tal lo deslizó el funcionario- para que termine por reflejar el uso particular que se hace de ella, aparece como la única opción visible y viable para que la ciudad baje drásticamente los consumos que hoy son siderales. |
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