Como si todas las miradas inquisidoras hacia el cielo y todos los rezos se hubieran cristalizado, el sábado a la noche cuando empezaba el superclásico entre Boca y River comenzaron a caer las primeras gotas. Ya durante la jornada, el cielo despejado que acompañó casi toda la semana se había cubierto de nubes que parecían vagabundear. Y con las últimas luces del crepúsculo, la tormenta se tornaba inevitable aunque giraba alrededor de la ciudad sin decidirse. Pero a cada minuto los relámpagos y truenos se acercaban cada vez más.
Luego de un comienzo errático, una gran columna de agua se desplomó de continuo sin que las temidas piedras anunciadas en el alerta meteorológico del Servicio Meteorológico Nacional llegaran a caer. Y ese ritmo se mantuvo durante casi cuatro horas, con más de diez minutos de corte de luz incluidos, para engrosar una lluvia que en los pluviómetros de nuestra ciudad ascendió a 64,3 milímetros y se estiró a 66,5 en la estación meteorológica local.
Seguramente esas gotas traen alivio a los campos de nuestro Partido pero no en la medida esperada para paliar la grave situación por la cual atraviesa el sector agropecuario. Quizás esas gotas sean promesas de nuevas lluvias pero se quedan cortas para llegar a los 100 milímetros demandados para que la tierra comience a reverdecer otra vez. La lluvia es esquiva, como las políticas que demanda el campo para que ese segmento de la producción sea rentable.
Y las previsiones en lo inmediato no deparan un futuro venturoso, es que si los pronósticos están bien rumbeados, las lluvias serán oasis entre la mayor sequía que se recuerde desde hace 58 años, cuyas consecuencias recién comienzan a vislumbrarse. Para colmo de males, estas condiciones poco propicias para el cultivo o la crianza de animales amenazan con extenderse durante el otoño.
La sequía es la madre de todos los males. La superficie de la tierra reseca en algunas partes no quiere absorber, y cuando lo hace parece que nunca hubiera llovido. Todas las plagas y su permanencia se originan en ella. Es culpable de la peor invasión de tucuras de la que se tenga memoria en años. Pero también trae bichos moros y cotorras. Y la atestiguan con singular crudeza la muerte de casi 200 vacunos en los últimos meses. Intoxicados a causa de esa gran pobreza de agua.
Escasas probabilidades
La gran sequía promete quedarse hasta fines del otoño y golpea en todos los ámbitos de la vida diaria. Es común por estos días, en las horas que los rayos son más perjudiciales, ver las calles desiertas como nunca antes. El sol predomina en un cielo sin nubes y la mayoría busca refugio donde puede; algunos lo solucionan yendo a una casaquinta, otros con una pileta de lona en el patio, la mayoría debe contentarse con alguna sombra escuálida. Y para los que todavía no gozan de sus vacaciones, trabajar se vuelve un martirio; algunos deben hacerlo bajo esas condiciones impiadosas y otros se sirven de ventiladores y aires acondicionados para atenuarlo en parte.
Pero los efectos de la mayor sequía desde hace cincuenta años, cuando se comenzaba a gestar el efecto invernadero, se extienden y de alguna manera homogeneizan. Las estructuras y las paredes de las casas se recalientan sin remedio porque las temperaturas mínimas no colaboran mucho para refrigerar durante la noche y el calor queda acumulado en losas, ladrillos y bloques sin que las tradicionales lluvias de verano contribuyan a enfriarlos. Por esta época, apenas un mes después de comenzado el verano, las consecuencias en la salud de grandes y chicos se han extendido y el movimiento en guardias y consultorios así lo atestigua.
Desde Defensa Civil se alerta a la población para que se tomen las mayores precauciones posibles porque cualquier descuido puede ser fatal. La actividad sin descanso de los Bomberos hace que se prevenga sobre el peligro de una emergencia en el caso de los incendios forestales. Según Fabián Petehs, director de Defensa Civil, la conjunción de sequía y altas temperaturas colabora en la propagación de incendios y por eso se pide a los vecinos que se abstengan de quemar pastos naturales.
No muy distinto es lo que ocurre en el caso del servicio de agua corriente, puesto que desde Coopelectric se han dado a conocer repetidos comunicados para que los usuarios cuiden el suministro. Nada de andar lavando la vereda ni el auto, tampoco cambiar a cada rato el agua de las piletas ni regar en exceso porque las napas no han parado de bajar en los últimos catorce meses, dice Lorenzo Yáñez, titular de la división Obras Sanitarias.
Por eso los beneficios de la lluvia caída entre la noche del sábado y la mañana del domingo son relativos. Son destacables en tanto promesa de nuevas precipitaciones pero se transforman en exiguos si se enfoca el estrés hídrico al que está siendo sometido esta región desde hace meses.
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