No puede menos que generar satisfacción el anuncio de que la empresa estatal a cargo ha decidido renovar 100 mil metros de las cañerías tendidas en el casco urbano, que se utilizan desde la fundación misma de nuestra ciudad y cuya obvia obsolescencia es causa de las pérdidas y de la falta de presión suficiente, entre otras deficiencias endémicas que exhibe el servicio de agua corriente, en una situación que ni el paso de las sucesivas administraciones ni la instancia de su privatización lograron hasta ahora superar.
Autoridades de la empresa sostuvieron que el déficit funcional mayor deriva de la desinversión histórica que sufrió la prestación y apuntaron, como una de las causas principales de las averías en la red, a la antigüedad de los conductos que recorren el casco urbano, muchos de los cuales fueron instalados hace más de cien años.
Según anunciaron a este diario, ya se está procediendo al reemplazo de unos quince mil metros de instalación en el perímetro comprendido por las calles 1 a 4 y 57 a 60. Se aseguró que con esta obra se inicia una mejoría para el transporte y distribución de agua en las redes domiciliaras, donde los caños son obsoletos, de tal modo que se mejorará la presión y el volumen de agua, acompañándose el crecimiento de la ciudad.
Tal como se advirtió a lo largo de décadas en esta columna, las redes que abastecen al casco urbano son de hierro fundido y abestocemento, con muchas conexiones domiciliarias hechas con plomo y puede decirse, sin exagerar, que a ya mediados del siglo pasado esas cañerías daban claras muestras de no resistir más el paso del tiempo.
Conductos estrechados en su interior por incrustaciones de óxido y sarro, roturas que provocaban filtraciones, por cuyas mismas fisuras, en los momentos de baja presión, volvía a ingresar el agua contaminada que se estancaba en el exterior de esos caños, más el continuo crecimiento edilicio que demandaba mayores flujos, pusieron a la red en situación de verdadero quebranto funcional.
Aquellas primeras instalaciones debieron reemplazarse, según explicaron especialistas de la empresa, a mediados del siglo XX. Sin embargo, permanecieron hasta hoy en su lugar de origen y, por ello, es de esperar que se las reemplace por las nuevas cañerías que son de polietileno y cuyo mayor diámetro posibilitará un sustancial incremento en la capacidad de distribución.
Por la trascendencia del servicio -vital para el desenvolvimiento de toda la región- desde esta columna también se reclamó siempre, como impostergable, un proceso de reestructuración general sustentado en una planificación viable y una ejecución concreta, centrándose la preocupación en el hecho de que gran parte de los 200 mil metros de cañerías de agua corriente del centro de La Plata están colapsadas por obsolescencia.
Se pidió, en definitiva, que frente a lo inapropiado del servicio no se siguiera apelando a parches o paliativos sino a un programa que eliminara lo obsoleto y garantizara el óptimo funcionamiento de una prestación de tanta importancia para la comunidad. Las medidas reclamadas aludieron a una renovación prácticamente integral de la red, así como a una modernización de los equipos de extracción y de bombeo, muchos de ellos también necesitados de recambio.
Es de esperar que estas acciones ahora anunciadas se cumplan en toda su extensión y que, a la mayor brevedad, se vean acompañadas por las que hacen falta para que la región disponga de un servicio de agua confiable, eficaz y sin interrupciones.
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