En la búsqueda de mitigar los efectos del calentamiento global, el gobierno alemán, en colaboración con la India, arrancó este martes con un controvertido experimento en el noroeste de las islas Georgias. Un operativo que podría afectar el ecosistema del mar Argentino.
El rompehielos Polarstern, uno de los buques oceanográficos más prestigiosos del mundo, se propone sembrar 20 toneladas de sulfato de hierro disuelto, en un radio de 300 kilómetros cuadrados, en aguas antárticas. El objetivo es estudiar cómo reaccionan las algas y el plancton a una profundidad de 3.800 metros. Si esta fertilización con hierro llegara a dar resultado, se podría reducir el calentamiento global a un costo relativamente bajo.
El lugar no fue elegido al azar sino que se trata de una zona con escasa concentración de hierro aunque rica en nutrientes.
Pero el problema que plantean algunas asociaciones ambientalistas es que, al desconocer las consecuencias de la concentración de hierro para la flora marina, esta medida puede afectar severamente al ecosistema acuático.
Sobre este punto, el doctor Vicente Barros, del Centro de Investigación del Mar y de la Atmósfera de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, considera que se trata de un experimento intrascendente, porque “la capa de mezcla que se encuentra entre los 700 y 800 metros no recibe la luz, por lo tanto, tampoco es posible que se produzca la fotosíntesis”.
Sobre los peligros de esta prueba, sostiene “si nos imaginamos lo peor, puede derivar en un cambio del sistema ecológico, que ponga en riesgo a muchas especies. Y en el mejor de los casos, que no se logre nada”.
La tuerca sobre la cual gira el proyecto Lohafex es el fitoplancton. Ya que este conjunto de organismos diminutos con capacidad fotosintética, no sólo proveen el alimento que sustenta la vida en los mares, sino que juegan un rol decisivo en la regulación del gas invernadero de la atmósfera.
Los científicos especulan que al verter hierro, las algas se van a multiplicar a gran velocidad, van a absorber el dióxido de carbono (CO2) acumulado en una alta tasa en la atmósfera. Al concluir su ciclo vital estas algas se hunden y la mayoría del CO2 ya incorporado en la planta, termina en las profundidades. El mar asimila el CO2 del aire y reduce así el efecto invernadero.
Sobre las complicaciones de la fertilización por hierro, la Fundación Vida Silvestre Argentina advierte que también, podría incrementar la producción de otros gases de efecto invernadero como el metano y el óxido nitroso.
Una visión más optimista de este examen la ofrece Gustavo Lovrich, biólogo marino del Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic), en Ushuaia, Tierra del Fuego. Aunque no se atreve a dar un pronóstico definitivo sobre los resultados, supone que “como el hierro no es un elemento ajeno al sistema marino, es posible que se metabolice favorablemente y no quede disponible para el resto del ecosistema”.
Al ser consultado sobre las consecuencias menos propicias, dispara “el aumento en la cantidad de algas microscópicas puede incrementar el alimento para el krill, lo que dejaría un mayor aumento en la población de este pequeño crustáceo”.
El equipo de científicos esta compuesto por unos 40 expertos de diferentes naciones. La India como Alemania aportan la mayoría del personal. El resto de la tripulación se completa con italianos, españoles, franceses, norteamericanos, ingleses y un chileno.
En los últimos ocho años se han realizado cinco experimentos similares. Aunque nunca a una escala tan amplia.
El debate
A favor
-El cambio climático es una preocupación mundial. Desde 2007 se planifican estrategias para mitigar su impacto. Esta intentará que, a través del fitplancton, se absorba más dióxido de carbono, el gas responsable del efecto invernadero.
-Este experimento aumentaría los nutrientes en el océano.
En contra
-Nunca se hizo en el mar un operativo a esta escala. Se desconoce cuáles serían los efectos a largo plazo.
-El aumento de la población de algas microscópicas incrementaría el alimento para el krill, lo que elevaría la población de ese pequeño crustáceo. Eso alteraría el equilibrio ecológico.
Antecedentes
Noruega. Capturan el dióxido de carbono (CO2, gas nocivo para el calentamiento global) en el Mar del Norte y lo almacenan en las profundidades.
Argelia. En el Sahara central, de ese país, también manipulan CO2. Desde 2004 lo inyectan en tres pozos ubicados en sumideros de arenisca.
Canadá. También capturan el CO2 y lo inyectan en otro lugar.
Pingüinos emperador, en riesgo
Los pingüinos emperador corren el riesgo de extinguirse antes de fin de siglo, al menos en algunos de sus hábitats, debido al calentamiento global, según un estudio publicado reciente.
Si el cambio climático sigue derritiendo los hielos antárticos al ritmo previsto según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEC), la población de una gran colonia de pingüinos emperador en Tierra Adelia, en la Antártida, podría pasar de 3.000 que hay actualmente a 400 parejas capaces de reproducirse, estiman los investigadores.
Según distintos modelos matemáticos usados por científicos y basados en datos históricos que se remontan a los años 1960, hay al menos 40% de probabilidades de que esta población sufra una disminución drástica de 95% o más.
Esta baja en la cantidad de pingüinos en estas zonas significaría para ellos un gran peligro de extinción, estima Stephanie Jenouvrier del instituto de investigación estadounidense Woods Hole Oceanographic.
Argentina, preocupada, pidió aclaraciones a Alemania
Fuentes de la Cancillería informaron que el país solicitó ayer a la embajada alemana aclaraciones respecto del experimento de fertilización oceánica Lohafex. Además, Cancillería expresó a la representación alemana su preocupación por el impacto ambiental que podrían provocar el ensayo.
Siempre según fuentes del Palacio San Martín, la embajada alemana contestó que se habían tenido en cuenta las objeciones argentinas, y que el experimento se llevaría a cabo en aguas internacionales, alejadas de los espacios marítimos argentinos.
En mayo del año pasado, en Alemania, en la Novena Conferencia de las Partes de la Convención sobre la Diversidad Biológica, a la que asistieron más de 4.000 delegados gubernamentales y ONG de todo el mundo, se decidió solicitar que las actividades de fertilización oceánica no se realizaran hasta que haya una base científica adecuada que las justificara.
Por eso, la puesta en marcha del experimento Lohafex, llevado adelante por Alemania y la India, causó sorpresa.
Mariano Mémoli, director del Instituto Antártico Argentino, dependiente de la Cancillería, dijo: “En la próxima Reunión Consultiva del Tratado Antártico, Argentina va a pedir que se le dé más información acerca de este experimento”.
Mémoli confirmó que el proyecto Lohafex se lleva a cabo en aguas internacionales, al noreste de las islas Sandwich del Sur, y que se inició sin incumplir ninguna normativa internacional.
“Sin embargo -señaló el funcionario-, forma parte de las buenas prácticas en este tipo de investigaciones difundirlas y abrirlas a la comunidad internacional; eso, en este caso, no ocurrió”.
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