Aquí parece que no hay buena comunicación con Dios. Rezaban por lluvias, en medio de la peor sequía del último siglo que está matando ganado, siembras y las esperanzas de los productores rurales, y de los cielos bajó, como una maldición, un tornado.
"Dios es Dios. Por algo pasó", intenta consolarse el pastor evangélico Juan José Pares frente a LA NACION. Son las 10.35 y en este pueblo, denominado así en homenaje al hermano de Julio A. Roca, sólo se escuchan lamentos. Ataliva Roca, situada a 45 kilómetros al sur de Santa Rosa, está por estas horas azotada por la seca y el tornado.
Llovió, pero insuficientes 25 milímetros. La lluvia llegó con piedras y un fortísimo viento que destruyó un polideportivo para 6000 personas, voló techos de casas, de parrillas y de la terminal de ómnibus, tiró el 30 por ciento de la red de cables de energía eléctrica, derribó la antena de Internet y arrancó plantas de raíz.
Nadie se olvidará de la tormenta. Hay varios que juran haber visto el típico embudo negro desde kilómetros, dice Pares. En su casa y su capilla se volaron los techos. También, parte de los invernaderos que ha construido para ayudar a los pobres del pueblo.
Ataliva Roca es nombrada aquí como Ataliva, a secas. Tiene unos 700 habitantes, un cartel en el ingreso que dice "Bienvenidos", perros y plantas que ya no son. El fortísimo viento dejó pérdidas estimadas oficialmente entre 7 y 10 millones de pesos.
"Esperábamos agua. Pero no de esta forma", sostiene Graciela Navarro, una panadera. Ella, junto a su marido, alquila un campo de 1000 ha. El campo, dice, está sin pasto y lleno de huesos de vacas muertas. "No exagero para nada si digo que con la panadería mantenemos a las vacas", jura.
Los campos no dan más. En el predio de La Experimental, a 8 km del pueblo, solo pasó una brisa. También se registró una lluvia, aunque insuficiente. "Cayeron 14 mm, pero un día después ya está volando tierra", sostiene Marta de Cuadrado.
Son las 11 y los ministros y secretarios del gobierno provincial han llegado para evaluar los daños y empezar a repartir chapas y palabras de consuelo a los habitantes afectados.
Están acompañados por Martín Borthity, el intendente del castigado pueblo (PJ). "Lo importante es que no hubo víctimas", dice. El es uno de los jefes comunales que se mostró en los cortes de rutas de los productores rurales en medio de la pulseada con el Gobierno por la suba de las retenciones móviles.
Aquí hay montes de caldenes, almacenes, camionetas, nada de soja, campos con pumas, jabalíes, ciervos colorados, cazadores, estatuas de vírgenes y de próceres con cara de próceres, y también hay un hombre con bombacha de campo bataraza.
En la casa del pastor evangélico siguen reparando los techos volados. Son los fieles de su iglesia, que han llegado a su auxilio. "Dios es Dios", dice, misterioso, otra vez. Y mira al cielo.
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