Entre Ríos es la provincia con más recursos hídricos del mundo. Y, sin embargo, aparece la sequía más importante de la que los entrerrianos y argentinos tengamos memoria. ¿Será necesaria semejante sequía para que nos dispongamos a trabajar juntos en las cuestiones estructurales?
Quiero hacer un llamado a que demos vuelta la página de nuestra historia, recurrente en nunca buscar soluciones comunes. Usemos esta desgracia para abrir un nuevo capítulo. Hagamos una verdadera revolución, con el cuidado y el uso del agua como un recurso estratégico. Tenemos que crear una política productiva, racional y sostenible.
El agua es un recurso que el mundo necesita. Nosotros lo tenemos. Pero, hoy, lo tiramos al mar, a través del Río de la Plata, en dosis de 200 litros por día y por habitante del mundo (6.500 millones). Los científicos prevén que, para el año 2025, la demanda de agua en el mundo será un 56 por ciento superior al suministro. Hoy, hay un 0,5 por ciento de la totalidad del agua del planeta para cubrir las necesidades de la humanidad. Un 40 por ciento de la población mundial sufre escasez. El calentamiento global supondrá un aumento de las temperaturas, y más sequías.
Lo primero es cambiar la cultura más básica de los argentinos. La del desperdicio que hacemos cotidianamente del agua. La de la contaminación de nuestros ríos por las industrias. Nuestro gobierno ya está trabajando para poner bajo riego un millón de hectáreas en la provincia de Entre Ríos y en facilitar los instrumentos para que los productores puedan acceder a los equipos especiales necesarios.
Según estudios técnicos, si un productor tuviera el 30 por ciento de sus campos bajo riego se garantizaría siempre la cobertura de sus costos. En teoría, nunca perdería dinero, por lo que es lógico pensar que se elevaría el nivel de la inversión en el área y, con ello, se generarían múltiples beneficios en el corto, mediano y largo plazo.
Que se desvanezcan nuestras peores sequías: la de la inteligencia y la de la ausencia de una visión común.
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