La Estancia “La Florencia Oeste” ha realizado importantes avances en la lucha contra la desertificación, al promover el planeamiento estratégico para la gestión integrada de los ecosistemas, desarrollando actividades de ordenamiento territorial ambiental y favoreciendo el desarrollo de las comunidades locales como base para la reducción de la pobreza y el uso sustentable de los recursos naturales.
Dentro del extenso predio ubicado al suroeste del Departamento Matacos y distante a 60 kilómetros de Ingeniero Juárez se han reforestado 350 hectáreas en tres años, poniendo especial énfasis en la recuperación de zonas degradadas que ocupan un 20 por ciento de la superficie total de la finca.
Asimismo, el proyecto de desarrollo sustentable que se encara desde “La Florencia Oeste” apunta a preservar y recuperar los bosques nativos, regularizando el sistema de tenencia de tierras fundado en el manejo sostenible del recurso y propiciando el uso racional del suelo y del agua, a partir de la aplicación de metodologías apropiadas en sistemas productivos de usos múltiples.
Jorge Bellsolá Ferrer, propietario de la citada estancia, comentó que “antiguamente hace muchos años en La Florencia hubo una destilería de palo santo, motivo por el cual en esa zona hubo una gran cantidad de pobladores, muchos de los cuales se asentaron en los mejores del campo”.
Señaló que “muy cerca de donde estamos hay un paraje que se denomina La vaca perdida, porque de hecho cuando transitaban las vacas de Salta a Santiago del Estero las vacas se perdían por el nivel de altura de los pastizales. Obviamente esto no está más por el sobrepastoreo y el uso irracional de los recursos por parte del hombre. Por eso, hoy estamos trabajando sobre suelos totalmente desnudos; razón por la cual nuestro propósito es volver al ecosistema natural”.
Refiriéndose a las tareas de conservación de los bosques nativos y de reforestación, Bellsolá Ferrer realizó la siguiente comparación: “así como a una vaca, la gente se preocupa de darle genética y las vacunas necesarias. Yo trato de hacer lo mismo – salvando la distancia- con cada uno de mis árboles, tratarlo como si fuera una vaca, tratar de entenderlo como un individuo y no solamente como parte de un proceso forestal”.
Desde el punto de vista empresarial, el titular de “La Florencia Oeste” admitió que “si bien podría haber focalizado mi accionar en las áreas productivas o semiáridas, preferí dar prioridad a las zonas degradadas, porque al contrario de los que muchos piensan tienen una importancia enorme, no sólo por el potencial productivo que pueden a generar a muy largo plazo, sino principalmente porque la recuperación de estas tierras forma parte de los esfuerzos que estamos realizando en la lucha contra la desertificación y el calentamiento global”.
Panorama
Un informe de la Oficina Meteorológica de Reino Unido afirma que un tercio del planeta será desierto en el año 2100, agravado aún más por el efecto invernadero y siendo África el continente más afectado. Los datos son contundentes: el índice de sequía grave (actualmente en un 8% de la superficie terrestre) crecerá un 32%, mientras que el de sequía extrema subirá del 3% al 30%. La predicción para el próximo siglo indica que sufrirán millones de personas y el movimiento migratorio se acentuará a niveles increíbles.
Se estima que la desertificación afecta a más de un centenar de países y cada año se pierden millones de hectáreas de tierra productiva a nivel mundial. El fenómeno -nada tiene que ver con la extensión de desiertos actuales- es causado principalmente por variaciones climáticas y por la actividad humana como el cultivo, pastoreo excesivo, deforestación y la falta de riego. En el 2003 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al 2006 como "año internacional de los desiertos y la desertificación", e instó al mundo a tomar conciencia del problema. En la Argentina, esto se hizo oír a través de la Ley 24.701 que insta a llevar adelante el Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación (PAN).
Nuestro país cuenta con el 75% de tierras áridas y semiáridas, muy propensas a que la actividad humana provoque su inutilidad. La Patagonia, el Noroeste, Cuyo, San Luis y parte de La Pampa, sufren desertificación en grado moderado a severo por exceso de pastoreo o por prácticas incorrectas en la agricultura. El problema es serio. A nivel nacional el 20% del territorio está afectado por erosión eólica e hídrica, son más o menos 60 millones de hectáreas
En el caso de Formosa, nuestra provincia se encuentra ubicada totalmente en la Región Chaqueña y dos tercios de su superficie se halla en zonas subhúmedas secas y semiáridas, de acuerdo a la clasificación denominada “Thornthwaite”, es decir zonas frágiles, con riesgos de degradación de las tierras por acción de las variaciones climáticas ó por las actividades humanas, consecuentemente susceptibles de sufrir desertificación si no se actúa enfrentando el problema.
Por tal motivo, el manejo histórico de los suelos acentuó procesos de degradación especialmente por las siguientes actividades: Por ejemplo el desmonte masivo (destinado a postes, tanino, durmientes, leña, etc.), generando degradación del monte nativo; como también debido al sobrepastoreo y agricultura expoliativa (exposición de los suelos a las precipitaciones y temperaturas extremas), incluyendo los incendios forestales y el manejo agrícola y ganadero inadecuado. Esta situación se agrava hacia el oeste debido al aumento de las condiciones de aridez de la región.
Al retraerse la actividad por disminución del bosque de mayor calidad, se inician los primeros ciclos de migración rural a urbana. La población que permaneció sin capacidad empresarial, realizó una explotación más intensa sobre los bosques ya explotados y sobrepastoreado, aumentándose la degradación. Las condiciones desfavorables para la regeneración espontánea de especies forestales valiosas, trajo la proliferación de especies leñosas y herbáceas de escaso valor.
Foto - Archivo - Programa InfoAmbiente |
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