La situación del campo -agravada por la sequía- sigue siendo uno de los temas de agenda del gobierno nacional y todo indica que seguirá allí por el resto del año. Para el consultor agropecuario Arturo Navarro nada cambiará si la Nación no decide poner en marcha una política diferente, “una propuesta para integrarse al mundo y que, al mismo tiempo, deje recursos para atender a los más pequeños”. A modo de ejemplo pone los casos de Brasil y Uruguay y plantea que, pese a la crisis mundial, la “demanda de alimentos sigue y hay que aprovecharla”.
Para el especialista la gravedad de la situación es tal que no debería hablarse de “emergencia sino de desastre” y subraya que para muchos productores es más rentable dejar morir las vacas y no trasladarlas a otro campo para que tomen agua: “No se cubre el costo de trasladar el animal y eso, además de la sequía, es consecuencia directa de la política del gobierno”.
Además, insiste en que el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, con acciones como la de enviar forraje a algunas zonas complicadas por la sequía “rompió la institucionalización de los mecanismos previstos que era la declaración de la emergencia” que después hizo la presidenta Cristina Fernández. De todos modos, subraya que las medidas no alcanzan porque no llegan a los productores más chicos, a los que no tienen patrimonio. “El desastre es condonación y la emergencia sólo postergación de obligaciones”, aclara.
Navarro sostiene la necesidad de poner en marcha un fondo anticíclico para cubrir hechos catastróficos, “como los actuales”. A su criterio el productor “ya no le cree a nadie. El dirigente quiere seguir dialogando con alguien que no lo recibe, pero las bases descreen de todos”.
Para él los problemas para tamberos y ruralistas comenzaron cuando el gobierno limitó las exportaciones y no dejó aprovechar los buenos precios internacionales. “Lo hicieron para controlar los precios internos pero no sirvió porque hoy (Hugo) Moyano habla de seguir el Indec de los supermercados”.
- ¿Qué sector del campo vive la peor situación? ¿Los tamberos?
- En el caso del tambo los problemas empezaron cuando el gobierno limitó las exportaciones y complicó el mercado externo para manejar precios en el mercado interno. No obtuvo resultados sino Moyano no hablaría de discutir salarios siguiendo el Indec de los supermercados. Moreno se debía preocupar por quién se quedaba con la diferencia pero no lo hizo. Hoy un tambero con los 75 u 80 centavos que recibe mantiene la estructura pero no apuesta al mediano plazo. Los tambos se achican; si tenían tres, quedan dos.
- ¿Y los ganaderos? ¿Argentina está en camino de liquidar stock e importar carne?
- Al manejarle el gobierno el precio de la carne, el productor sacrificó parte de la rentabilidad para mantener la vaca. El tope no le permitió aprovechar los buenos precios internacionales y la ganadería empezó a competir con la agricultura y el productor se pasó allí. Por supuesto, la sequía vino a complicar más la situación a tal punto que no es rentable sacar la vaca a otro campo, es preferible que se muera. Eso, además de la sequía, es consecuencia directa de la política del gobierno. Lo que hoy se vive no es una emergencia, es un desastre. No se cubre el costo de trasladar el animal. Por ejemplo, llevar agua un rollo de forraje vale 120 pesos y una vaca vieja cuesta 200 pesos. Con dos rollos se sacrifica el capital que se tiene. Con el tambo no es exactamente igual, lo que se sacrificó ahí es la reposición.
- Moreno mandó maíz para frenar quejas…
- Mandó maíz porque era más fácil de conseguir que los rollos que no se habían hecho porque la sequía ya venía del año pasado. Y al maíz lo consiguió presionando a los exportadores. Levantando el teléfono y diciendo: “El que no me mande granos no tiene ROEs para embarcar”. Los ROEs son los permisos de la Onca para exportar y el gobierno los usa a modo de presión. Moreno estuvo en Santa Fe, en Córdoba y la reacción de los gobernadores logró paralizarlo. Con esas acciones rompió la institucionalización de los mecanismos previstos que era la declaración de la emergencia que hizo la Presidenta. Nosotros pedimos el desastre. El gobierno quiere romper la representación del campo y le va a ir mal porque la gente no le cree. El desastre es condonación y la emergencia sólo postergación de obligaciones.
- ¿No alcanza el anuncio de la Presidenta?
- El productor chico, que es el que más reclama, no queda comprendido en estas medidas. No involucra el 2008 que podría haber tenido Ganancias… Hay que instrumentar un fondo anticíclico, como el que tiene España. Se hace caja en los buenos tiempos para cubrir hechos catastróficos como los que vivimos ahora. Algunos pueden entusiasmarse con los anuncios pero no llegan a los que más necesitan, a los más chicos que no tienen patrimonio. Debe haber un cambio de sistema en las políticas agropecuarias. El productor ya no le cree a nadie. Hay que volver a la esencia de lo que era el Impuesto a las Ganancias.
- ¿Qué porcentaje del campo está asegurado para cubrir las pérdidas por la sequía?
- Hay que dejar en claro que, en agricultura, el que pudo asegurar el rinde diferente lo puede recuperar; el que no lo hizo no puede pedirle al Estado que lo cubra en lo que ya se sabía que iba a pasar. No se puede reclamar por los riesgos empresarios. El campo no pide una compensación por lo que se preveía sino de lo no previsible. A junio último estaba asegurado el 50 por ciento. Es un porcentaje alto pero podría ser mejor si hubiera una política. Con la crisis se ajusta y es probable que se haya asegurado menos.
- ¿Seguirá el conflicto?, ¿cómo?
- Se le dejó de creer al gobierno, las bases no le creen. El dirigente quiere seguir dialogando con alguien que no lo recibe. Hay que instrumentar una propuesta para integrarse al mundo y, al mismo tiempo, dejar recursos para atender a los más pequeños. Lo han hecho Brasil y Uruguay. A pesar de la crisis la demanda de alimentos sigue; no hay que pensar en el desacople de precios internacionales con los internos, sino en un cambio profundo de modelo de país. Hay que subsidiar a los que necesitan y no a todos menos a los cuatro millones que más lo requieren.
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