Los últimos acontecimientos vinculados al río Uruguay entregan valiosos elementos para el análisis. Como se sabe, la aparición de una mancha esmeralda frente mismo a la pastera Botnia, de importantes dimensiones, puso en alerta a Gualeguaychú en particular, a la provincia, pero también a los ciudadanos naturalmente preocupados porque entienden que eso que generalmente se llama medio ambiente no es sólo referencia distante, abstracta, fría postal, sino el entorno, el hábitat mismo donde las comunidades se desenvuelven, todopoderoso y frágil, vital, que no puede ser puesto en riesgo sin afectar el presente y el futuro común y que, por tanto, debe ser preservado como un alto valor, anterior a todo otro interés u objetivo económico o político.
La evidencia era portentosa a un punto tal que, luego de sobrevolar la zona, el propio gobernador Sergio Urribarri declaró que la mancha “impresiona y preocupa”, que tenía entre seis y siete kilómetros de extensión, que se desplegaba aguas arriba y abajo de Botnia, que presentaba “varios tonos, verdoso, blanco y algo rojizo” y que el incidente sucedía a un olor nauseabundo, como de huevo podrido, dañino para la salud, aparecido unos días antes.
Luego sobrevinieron unas explicaciones de parte del ministro del Justicia de la Nación, Aníbal Fernández, amparadas en un estudio curioso si se quiere, porque pareciera haber estado más destinado a descartar hipótesis que a avanzar hacia las causas del fenómeno. En efecto, el funcionario hizo gala de un discurso elusivo respecto de la cuestión central, pero –queriendo o sin querer— le dio la razón al gobierno uruguayo y a la pastera, relevándolos de toda culpa y cargo: no dijo por qué se formó eso que caracterizó como “una floración de microalgas verdes”, pero hizo equilibrio entre una confirmación irrefutable (“no hay pasta de celulosa en el agua”) y, paradójicamente, una sospecha, que se cierne a partir de la información de que “ahora” se buscará “determinar la concentración de toxinas” existente. En el relato de Fernández, daría la impresión de que la mala fortuna o directamente una deidad perversa, empeñada en enfrentar países vecinos, hizo surgir justo frente a Botnia lo que naturalmente pudo haberse generado más al norte o al sur en el río Uruguay o en cualquier otro río de llanura porque, siempre según la versión oficial, la importante cantidad de nutrientes que formaron las algas pudieron ser aportadas por el uso de pesticidas en alguno de los campos cercanos al curso de agua.
En cambio, para el sentido común de los que vigilan con especial cuidado el pulso del río, el ministro vino a expresar que era una liebre eso que antes de ser sazonado parecía un modesto felino, tenía cuatro patas y maullaba.
RAZONES. En fin, que el suceso en sí mismo y sus derivaciones dialécticas vuelve a poner el acento en la languidez de las estrategias con que la política profesional opera en aquellas zonas dominadas por la desconfianza social: puede producir relatos que reboten de un noticiero a otro, capaces de aportar un título que reverbere en los medios de manera suficiente como para sofocar el recuerdo del suceso originario, pero resultan impotentes para cambiar la realidad ni abarcarla y mucho menos entenderla ni transformarla en algo mejor, humanamente sustentable. Que controlar una variable no significa gobernar el proceso queda claro si se advierte la reacción en cadena que la postura oficial provoca en la sociedad, lo que hace suponer una escalada de participación popular volcada a las distintas formas de protesta. Pero, además, como una vez que se inicia el efecto dominó no hay manera de frenar la caída de fichas, la pública intervención de Fernández en tanto vocero de una gestión, deja en incómoda posición al gobernador Urribarri, irrestricto aliado del gobierno nacional, que deberá hacer una serie de cabriolas para referirse al tema sin parecer que está reparando o contradiciendo las afirmaciones de quien habló en nombre de los Kirchner.
Mientras los incidentes y sus versiones se suman y las controversias se yuxtaponen, como las capas de una gigantesca cebolla hecha de palabras, el actor que permanece ausente es la alianza constituida entre la pastera y el Estado uruguayo, lo que involucra a toda la corporación dirigencial y su sistema de partidos sin excepciones, por doloroso que resulte para los que creyeron ver en la llegada al poder del Frente Amplio alguna oxigenación de las prácticas políticas, al otro lado del río.
|
|
|