Los daños que resultan de los derrames de hidrocarburos fueron una vez más motivo de preocupación, al aparecer un manchón con restos de combustibles en el arroyo Doña Flora, en un episodio que se registró pocos días atrás pero que se reitera en la región con frecuencia, en situaciones que las autoridades deberían resolver, o al menos atenuar, pues se traducen en serias consecuencias para el medio ambiente.
Y se habla de reiteración, pues se alude tanto a estos derrames que afectan al Delta local -acosado por numerosas fuentes contaminantes- como a las emisiones propias del polo petroquímico, que contaminan al canal Este y otros cursos linderos, muchos de ellos ostensiblemente saturados por petróleo o sus derivados.
El último caso se registró en cercanías del Club Náutico de Ensenada, al detectarse en las aguas una mancha oscura que, poco después, fue atribuida por la Prefectura a restos de combustible de alguna embarcación menor. Fuentes de la entidad ensenadense habían asegurado que se trataba de una mancha de petróleo, que pudo provenir de algún efluente del polo petroquímico o derivada de los típicos lavados de tanques de los buques petroleros, que se realizan habitualmente en aguas ribereñas a pesar de la prohibición existente.
Tanto autoridades como socios del Club Náutico resultan voces autorizadas, desde el momento en que la entidad participa de un foro de protección ambiental ya que es permanente la inquietud por los altos niveles de contaminación que se detectan en esa zona. Sus reclamos y las apreciaciones de los lugareños coinciden en requerir que se tomen muestras de agua, para determinar la presencia o no de sustancias contaminantes.
Frente a este nuevo caso, la conclusión no es difícil. Resulta indispensable que se tomen medidas para fiscalizar las actividades que se desarrollan en la zona del Delta local, de manera tal de evitar que sucesos como estos se sigan produciendo.
Seguramente que nadie puede ni desea propugnar la interrupción de emprendimientos industriales, que son indispensables para el desenvolvimiento económico. Pero, al margen de los accidentes que han ocurrido y ocurren en todo el mundo, existen maneras y maneras de hacer las cosas y precauciones tendientes a disminuir percances que parecen estar ocurriendo demasiado frecuentemente.
Desde los organismos estatales responsables deben redoblarse el cuidado y la vigilancia. Es imprescindible que se actúe con la mayor diligencia, tanto en cuanto concierne a la adopción de medidas previsoras, como así también en la inmediatez de las reacciones ante los episodios que, como se ha afirmado aquí más de una vez, respecto de otros temas, son menos de los que se asignan a la pura fortuna y mucho más generados por la negligencia o la despreocupación. Y, desde luego, llegado el caso se aplicarán las sanciones que correspondan.
El patrimonio natural de las aguas y costas interiores, así como de las cercanas al Puerto, es sumamente valioso. Y está, inclusive, aún inexplotado en toda su potencialidad como recurso turístico. Lo que debe decirse, al ver la realidad de nuestra zona, es que nada impide que puedan convivir un polo petroquímico con un lugar que, desde hace muchas décadas, ofrece variadas actividades recreativas. Pero para ello hace falta sumar el esfuerzo y la comprensión de los diversos sectores allí instalados, fijándose objetivos comunes que apunten al mejor aprovechamiento de las enormes posibilidades existentes.
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