“Creer o reventar”, repiten los chacareros en el bar de la Cooperativa Agrícola de Ramallo. No hablan de los subsidios oficiales al campo ni de las retenciones ni de guerras gauchas, pasadas o inminentes, sino de la experiencia que vivieron con Javier Pelourson, remisero en Pergamino como trabajo rutinario y “cazatormentas” en los campos como don extraordinario. “Creer o reventar” significa que lo contrataron por la pavorosa sequía y luego llovió. Lo mismo había ocurrido con productores rurales de San Pedro y de Rivera (ver aparte). El mito de los hacedores de lluvia no es argentino –aunque hubo uno muy famoso– sino que se conoce en el mundo por su nombre inglés: rainmakers, y con más o menos parafernalia presuntamente científica enlazan con la antigua tradición de los brujos indios. Pelourson es hermético respecto de la técnica que aplica. Dice, en entrevista con este diario, que tiene “un don”. Nadie confirma la cifra, pero es vox pópuli en Ramallo que por su “don” cobra 50 mil pesos cada trabajo.
Créase o no, en la Argentina 2009 hay asambleas del campo que apuran medidas de fuerza y en un aparte debaten respecto de contratar o no al cazatormentas de 38 años, virtualmente ignorado en su pueblo de origen, Pergamino, donde tienen tendencia a catalogarlo como “charlatán”.
En su blog, dentro de la página Pergaminovirtual, se presenta así (la sintaxis le pertenece): “Este método es una fórmula metafísica que la utilizo exclusivamente sin depender de nadie, cuando la aplico sobre la tormenta desactivo los núcleos que la forman y alimentan, por lo tanto elimino la posibilidad de que se genere algún fenómeno en un alto porcentaje. ¿De qué se trata este método? Se lo voy a explicar en pocas palabras y con ejemplos. Esta fórmula tiene que ver con la creencia y la fe; le doy 2 ejemplos: A) una persona por intermedio de la fe puede rezar un salmo para contrarrestar una tormenta, puede hacer tres cruces en la tierra o una cruz de sal. B) En mi caso poseo una capacidad que puedo intervenir directamente en la tormenta de manera efectiva y voluntaria con resultados muy satisfactorios. Por este motivo he decidido promocionarlo en lugares donde se producen estos fenómenos para poder seguir perfeccionándolo y demostrar cómo funciona y los buenos resultados que tiene”.
–¿A usted lo contrató la Cooperativa Agrícola de Ramallo?
–Exactamente. Esto viene a raíz de demostraciones que se habían hecho en la ciudad de San Pedro. Nos reunimos el 7 de enero y llegamos a un acuerdo en el cual en enero tenía que llover 50 milímetros, en febrero 50 milímetros y en marzo 50 milímetros. Por supuesto que estos 50 milímetros eran para dar una base a mi trabajo y el método que utilizo y por ahora, por suerte y más allá de la disparidad, han caído más de 50 milímetros. Yo tomo como referencia la cantidad de agua caída en la ciudad, y en Ramallo ha sido de 60 y algo similar en San Pedro.
–¿Cuál es el método que se utiliza?
–Hace diez años descubrí que tengo un don, una energía que me permite reducir fenómenos como los tornados, el granizo y la sequía. Estuve cinco años para comprobar y perfeccionar este método y lo hice en diferentes circunstancias. Me baso exclusivamente en la información del Servicio Meteorológico Nacional, esto no es imaginación mía.
–¿Cómo es el cruce de energía y la información que toma del Servicio Meteorológico?
–Todos conocen que los pronósticos están errando, entonces es cuando uno tiene que hacer su trabajo tomando el pronóstico meteorológico nacional para darle credibilidad al trabajo.
–¿No le preocupa, cuando usted está intentando hacer llover, algún tipo de descontrol de la lluvia?
–No. Acá no hay una máquina o algo así, acá es cuestión de creer. No quiero entrar en especulaciones con gente que haya sufrido algún fenómeno. El método que yo tengo es para crear tormentas, pero es la naturaleza la que decide. Esto tiene que ver con la creencia a partir del método.
–¿Esto es sobrenatural?
–Sí, se puede decir que es sobrenatural.
–¿Es costosa la contratación del servicio que usted presta?
–Con respecto a esto siempre digo lo mismo, queda en el ámbito de lo privado. Se vienen épocas muy terribles. Muchas épocas he reflexionado porque me ha tocado tener esta función. Pónganse a pensar las consecuencias del cambio climático. Si no hay cultivo uno no se puede alimentar, así que me gustaría que entiendan lo valioso que es este método. Quiero valorar lo de esta cooperativa porque sé que a ellos les puede generar desconfianza e incredulidad por parte de los entornos. Hasta ahora gracias a Dios todo está saliendo bien.
En el Ford Fiesta que utiliza para trabajar como remisero, Pelourson conduce al cronista hasta la entrada a un campo de soja. Con criterio de productor periodístico, propone que las fotos se hagan allí. Hace tomas con anteojos Rayband para el sol y pregunta amablemente si se necesitan, también, a cara descubierta.
Pelourson conoce de memoria las historias del norteamericano Hatfield y del argentino Baigorri Velar (ver columna de opinión). “Fijate en internet y buscá fabricantes de lluvia”, desafía.
Afirma que tuvo contacto con agencias de seguros y que muchas le han pedido pruebas, pero “a esta altura, hace diez años que estoy en esto, no estoy para hacer pruebas. Me contratan y listo, no estoy para hacer pruebas –repite–, acá no hay magia, ni ninguna máquina”.
Finalmente promete el envío de un DVD para que la gente de Ramallo y la zona pueda ver cómo frenó una tormenta de dimensiones en Pergamino.
Consultado respecto de por qué nadie lo contrata en la ciudad, apela a la Biblia y responde: “Nadie es profeta en su tierra".
“Acá vino y llovió, pero la gente no le creyó”
Carlos Inchauspe, productor agropecuario de la localidad de Rivera, ubicada entre Carhué, provincia de Buenos Aires, y Macachín, La Pampa, también recurrió a los servicios del cazatormentas Pelourson: “Lo contacté a través de internet, la sequía nos estaba dejando sin cultivos. Vino, se instaló, dio resultado y hubo un cambio climático y luego lluvias”, dice Inchauspe en diálogo telefónico. “Se cumplió el objetivo que habíamos planteado desde el primer momento, pero lamentablemente no hubo acuerdo por parte del pueblo. La gente no creía, era todo pálida” recuerda Inchauspe.
Rivera es una localidad centenaria. Muchos de los judíos expulsados en la Rusia del zar Nicolás II terminaron por afincarse en el pequeño pueblo que integra el partido de Adolfo Alsina. Primero fueron tres familias, que se instalaron en la zona rural de una comarca que tiene hoy poco más de 3 mil habitantes.
“Algo hay. Lo que él me fue diciendo se fue cumpliendo. Ahora se están muriendo los cultivos por la seca. Lo que más se siembra es maíz y girasol en esta época y creo que ahora sólo quedará algo de soja. La planta tiene tiene 70 cm de altura y no hay chaucha. Si no llueve en los próximos días no creo que haya soja tampoco y encima el Gobierno no nos presta la atención que nos debería prestar”, manifiesta el productor agropecuario, que también es consignatario de una firma ganadera de Pehuajó, al tiempo que resalta que “acá sólo hubo tornados en los últimos meses y destruyeron todo lo que había”.
“Con el ganado pasa lo mismo, las napas de agua han bajado en forma considerable. Da pena ver cómo se mueren las vacas por la falta de pasturas y la falta de agua. La situación es desesperante. La media anual de lluvias estaba entre 800 y 1.000 mm y ahora estamos en 400 mm. Un desastre”, lamenta Inchauspe.
“Cuando vino Javier (por Pelourson) a Rivera era invierno de 2007 y se produjo un cambio climático. Se puso más cálido y después cayeron más de 35 milímetros en apenas el tiempo que estuvo. Ahora perdemos todos, los que creían en él y aquellos que no creían”.
–¿Cuánto dinero le cobraba por día para realizar el trabajo?
–Cien pesos por día más el remís que lo trasladó desde Pergamino.
–¿Como era la técnica que aplicaba?
–La verdad es que la desconozco. Lo que sí, él salía a la noche a caminar solo. Es lo único que pude observar.
–¿Usted le pediría a los productores que revean su posición frente a la sequía que están atravesando?
–Sí, claro, pero me parece que van a darse cuenta cuando no haya nada que hacer.
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