Frente a la catástrofe de Tartagal el Gobierno reaccionó a la carrera. Néstor Kirchner mandó parte de su Gabinete a recorrer las zonas más afectadas por el alud y a entregar ayuda, y se convenció ayer de que también debía hacerlo la propia presidenta Cristina, algo que había dudado hasta último momento de la noche del martes. El “Operativo Barro” estaba en marcha.
Durante la tarde, la Casa Rosada envió a los canales de tevé las imágenes de la mandataria caminando por Tartagal justo al mismo tiempo que se transmitía en vivo la conferencia de prensa de Macri-Solá-De Narváez: la mayoría de las emisoras “partió” entonces la pantalla con esas dos noticias, un método que el kirchnerismo ya había utilizado durante la guerra gaucha, cuando a los actos de la Mesa de Enlace se le superponían las movilizaciones K.
La estrategia del oficialismo se reveló improvisada. Ni siquiera atinó a disciplinar a la tropa propia. El senador oficialista Daniel Filmus pidió “una urgente reglamentación de la ley de bosques” y advirtió que la catástrofe tiene “vinculación con el desmonte que hubo años atrás” y podría haber sido evitada si se aplicaba la norma aprobada en el Congreso, que el Ejecutivo aún no reglamentó.
Con el pelo mojado y sus zapatos manchados de barro –una imagen que fue ampliada hasta el detalle por el portal oficialista Infobae– Cristina había dicho justo lo contrario: que la principal causante de la tragedia salteña había sido la pobreza.
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