El desastre natural que azotó a la ciudad de Tartagal en la provincia de Salta, cerca de la frontera noroeste de nuestro país, suma una más al listado de catástrofes climáticas cuyos efectos golpean duramente a la población por falta de adecuados sistemas de prevención frente a estas contingencias. Las intensas lluvias provocaron un aluvión de barro y agua que taponó el río Tartagal e inundó buena parte de la ciudad, provocando víctimas, destrozos y miles de evacuados.
Es la segunda vez en los últimos años que esto ocurre, pero lo acontecido ahora fue de mayor gravedad y ello puede deberse, según los expertos en climatología y recursos hídricos, a la deforestación que provoca la erosión de los suelos y aumenta el impacto de las lluvias. Hace dos años, especialistas habían advertido que un aluvión podía volver a afectar a esa zona y recomendaban obras de infraestructura y un plan de reforestación. De hecho, se habían iniciado obras de canalización del río en reemplazo de las destruidas en 2006, pero quedaron destrozadas por este aluvión.
Los gobiernos comunal, provincial y nacional y las redes de ayuda solidaria se movilizaron de inmediato para asistir a la población de Tartagal frente a esta catástrofe. Pero cuando pase el momento más crítico deberán volver a hacerse las cuentas de los daños evitables, que ocurrieron por falta de adecuadas previsiones, frente a fenómenos climáticos que se anticipan y anuncian cada vez con más frecuencia. Esta parte de la responsabilidad no se puede deslindar.
El aluvión que golpeó a la ciudad salteña de Tartagal suma una más al listado de catástrofes climáticas cuyas consecuencias podrían evitarse con adecuados sistemas de prevención.
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