Con todo y ser triste, doloroso y alarmante el siniestro ocurrido en Tartagal, no es mucho menos triste la enseñanza que deja, para el caso de que la inoperancia práctica del Estado argentino requiriese de enseñanzas y de ejemplos nuevos.
Fue en Tartagal, pero tanto habría dado que fuese en cualquier otra localidad del inmenso territorio patrio. Una vez más y dondequiera sea, ni las tareas preventivas, ni las de salvataje emergente ni las de socorro ulterior a los damnificados sirvieron para mucho más que para complicar las cosas; incluso aquellas pocas cosas que se hicieron bien, y que estuvieron a cargo del infaltable coraje solidario de cientos de argentinos que hacían más de lo que podía exigírseles.
Ordenes y contraórdenes, versiones encontradas, que sí, que no, que mañana, que ayer... Urge poner a nuestro Estado a la altura de su misión histórica, que no es otra que la de secundar las intenciones cotidianas de nuestra gente.
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