Tartagal amaneció ayer con lluvia, lo que demoró los trabajos de reconstrucción de la zona afectada por el aluvión de agua y barro que castigó con dureza el sur de la ciudad el lunes pasado. De todas maneras, las casi 24 toneladas de acero retorcido y rieles doblados que formaban el puente ferroviario fueron sacados del lugar y ahora el panorama es otro, mucho más alentador.
Desde el Gobierno se anunció una inversión cercana a los 150 millones de pesos para rearmar la ciudad y dotarla de gas natural domiciliario (a pesar de producir 223 millones de metros cúbicos al día no tiene ese esencial servicio), dos redes de cloacas nuevas y plantas potabilizadoras. Y, además, se construirán las 600 casas anunciadas por el gobernador Juan Manuel Urtubey.
Los medios que cubrieron el desastre fueron partiendo. También se fueron los funcionarios, encabezados por la presidenta Cristina Fernández, luego de tomar nota de la gravedad de la catástrofe. "Lo único que espero es que ahora se cumpla con lo que se prometió. Siempre pasa lo mismo: cuando se van los medios se olvidan de nosotros", exclama Fany Calderón, una docente de 37 años a quién la crecida le llevó todo.
Reconstruir Tartagal no será tarea sencilla. El río arrasó con casas y vidas humanas. "Gracias a Dios que ocurrió de día, porque si era de noche, todavía estamos buscando cadáveres", dice René González.
Pérdidas millonarias, casas arrancadas de sus cimientos por la creciente, un pueblo deteriorado y con amenazas de contraer enfermedades infecciosas es el panorama actual. "Tenemos algunas personas en estudio, tienen síntomas de fiebre y ante la posibilidad de que se trate de dengue las tenemos en observación, aunque hasta el momento no tenemos nada serio confirmado", explicó el doctor Armando Figueroa, director del hospital local. Ayer el municipio quemó casi 700 cadáveres de animales de un criadero (conejos y pollos), los que expuestos al aire eran focos de infección.
Los habitantes no dramatizan demasiado y mantienen la fe. "Le pido que no nos deje solos, Gobernador, que no haga como los anteriores", le dijo Norma, sentada en un colchón tirado en el piso, a Urtubey en un centro de evacuados. "Quédese tranquila, madrecita, prometo que no los vamos a dejar abandonados", le contestó el mandatario salteño. El tiempo dirá si sus palabras quedan en promesas o se ejecutan en obras para sacar de la postergación a esta ciudad.
Hay tironeo por las donaciones
La tragedia disparó el espíritu solidario del país. Cientos de toneladas de alimentos, ropa, calzado y colchones esperan ser distribuidos. Pero también hay un costado conflictivo, porque las donaciones generan discusiones y peleas. El jueves, los habitantes de Villa Saavedra organizaron un piquete para que les den colchones. El reclamo tuvo sus frutos: a la media hora, camiones de Gendarmería se los llevaron.
Pero familias enteras se sustentan del "piquete" y así hasta crecieron económicamente. El temor que impera es que los líderes piqueteros manejen las donaciones. "Si esto es así, estamos muertos", dispara Valeria Castro, una vecina.
"La distribución de las donaciones la manejamos nosotros, no vamos a dejar que esta gente se meta.", respondió Rolando Alvarez, coordinador de crisis del Municipio.
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