A medida que advertimos la compleja y estrecha relación existente entre las actividades humanas y el uso de los recursos naturales, se hace más necesario fortalecer nuestra responsabilidad en la gestión sostenible de los mismos. Quizás el mayor reto que enfrentamos está en la utilización del agua por tratarse de un recurso finito y esencial para la vida, que está muy desigualmente distribuido por el planeta. A nadie se le ocurriría producir arroz en Medio Oriente.
Imaginemos el costo y los impactos de toda clase que tendría en un país árido producir alimentos que demandan un elevado consumo de agua. Mucho más barato y conveniente es importarlo de naciones con abundancia de agua. Cada vez importa más tomar muy en cuenta esta delicada ecuación debido a que conduce a realizar una mejor gestión de los recursos hídricos y, al mismo tiempo, mejora la valoración de los costes reales de producción.
Desde hace tiempo se habla de la huella hídrica como un novedoso indicador del uso del agua, tanto desde el punto de vista del productor como del consumidor. Incluye la utilización directa e indirecta del agua dulce; por lo tanto va mucho más allá de lo que percibimos con nuestros sentidos. Intenta establecer cual es el volumen total de agua dulce usada para producir los bienes y servicios consumidos por una persona, una empresa o un país. Se expresa en volumen de agua utilizada por año. Por lo tanto, es posible calcular la huella hídrica de las personas, comunidades, o sectores de producción.
La extrema complejidad intrínseca del uso de los recursos hídricos por la humanidad garantiza que el desafío de su comprensión ser muy grande. Resulta indudable la estrecha relación que existe entre el manejo que realizamos del agua en cada rincón del planeta, con la dinámica estructura de la economía mundial. Otro tanto se puede decir en relación con las pautas culturales de los pueblos, muy supeditadas a las características ecológicas de cada lugar.
Si nos detenemos en algunos datos seguramente veremos con mayor claridad la importancia de su consideración.
Recurrimos a la consideración del agua virtual, concepto que establece la cantidad de agua que es utilizada para producir bienes y servicios. Se necesitan 900 litros de agua para producir 1 kilo de maíz, 1.350 litros para 1 kilo de trigo, 3.000 litros para 1 kilo de arroz y 16.000 litros para 1 kilo de carne vacuna. Quizás nos impresione más saber que para tomar una taza de café se necesitaron 140 litros de agua, o que en la producción de 1 litro de leche se usaron 1.000 litros de agua (Boletín N° 212 del Portal del Agua de la Unesco).
Sabemos que el comercio internacional de productos involucra un volumen global de flujos de agua virtual de 1.600 Km3 por año. Cerca del 80% corresponde a productos agrícolas y el resto a industriales.
Una de las primeras conclusiones que se pueden sacar es que debería reverse la valoración económica del agua en el terreno del comercio internacional, considerando mejor los costos hídricos de producción. Algo que seguramente ocurrirá a medida que se agudice la crisis mundial del agua, agravada por el cambio climático. Pero la principal enseñanza es que resulta inadmisible la contaminación irresponsable del agua dulce, algo que sigue ocurriendo ante los ojos de todos.
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