Hace 40 años, los bañistas que salían de la playa Agua Dulce se enjuagaban la sal del cuerpo en los chorros que brotaban de las entrañas del acantilado y que le daban nombre al distrito: Chorrillos. Hoy hay que excavar por lo menos 30 metros en el suelo para llegar a las reservas naturales de agua subterránea en esa zona de la capital.
La explosiva expansión urbana de Lima y el incremento de la demanda de agua potable desencadenaron la sobreexplotación del acuífero. El volumen de extracción del recurso a través de los pozos se incrementó de 500 litros por segundo (l/s) en 1955 a 12.000 l/s en 1997, según Sedapal. Ello ocasionó que solo se pueda encontrar agua subterránea a 100 metros de profundidad en el Cercado y La Victoria.
MÁS ALLÁ DEL NIVEL SEGURO
Hasta el 2007, la explotación bordeaba los 8.000 l/s, un consumo que, según Sedapal, era sostenible solo por dos años, pues rebasaba el nivel de extracción seguro (6.000 l/s) que garantiza el equilibrio entre recarga y descarga del agua del subsuelo advertido en el estudio “El acuífero de Lima” de los ingenieros Jordi Quintana y Jorge Tovar.
Con sus reportes en mano, Raúl Ruiz, jefe del equipo de aguas subterráneas de Sedapal, asegura que actualmente se extraen 6.300 litros por segundo de los acuíferos del Rímac y Chillón.
Ante esta situación, Sedapal prioriza actualmente proyectos para aprovechar el agua superficial (Marca II, Marca III, Huascacocha, Planta Huachipa y el Ramal Norte). Sin embargo, “aún existe una fuerte presión para que la empresa utilice más agua del subsuelo y se cumplan con las metas del programa Agua para Todos”, advierte Leonel Patiño, de la Autoridad Nacional del Agua (ANA).
Las miradas están puestas en el valle de Lurín, donde el 2007 se perforaron seis pozos tubulares de 90 metros para dar agua a 48.000 pobladores de Manchay. Para determinar la real oferta hídrica del acuífero de este valle, la ANA debe hacer un estudio hidrogeológico financiado por Sedapal, pero hasta ahora no se realiza.
La empresa de agua y alcantarillado tiene en uso 170 pozos de sus 344 disponibles en toda la ciudad, los cuales solo deberían usarse en épocas de sequía.
USUARIOS CLANDESTINOS
En la ciudad también existen 1.626 pozos de usuarios particulares con licencias (industrias, agricultura y domésticos) otorgadas desde 1950, pero en su mayoría sin medidores instalados, ya que el Decreto Supremo 008-82-VI permite que se presenten solo declaraciones juradas del consumo a Sedapal.
Sumado a ello, está el creciente uso clandestino del agua subterránea. La ANA y Sedapal (entidades que se encargan del otorgamiento de permisos de extracción de agua subterránea) empezaron desde agosto del 2008 una investigación con el fin de sincerar el número de pozos perforados en Lima y el nivel real de extracción de agua.
En este proceso detectaron 1.733 usuarios de pozos informales. La mayoría se ubica en Lurín (225), Pachacámac (215) y Cieneguilla (109). Hasta las oficinas de la Autoridad Local del Agua (ALA), que tiene competencia en los valles del Rímac, Chillón y Lurín, han llegado 823 solicitudes de regularización de licencia de uso de aguas subterráneas.
De estos pozos, 565 son de uso agrícola, 212 de consumo humano, 38 de industrias y 8 de uso pecuario. “Ahora se iniciarán inspecciones oculares para evaluar las condiciones de dichos pozos y decidir si pueden regularizarse o sellarse”, explica el ingeniero Leonel Patiño, de la ANA.
La Superintendencia Nacional de Servicios de Saneamiento (Sunass) advierte del uso indiscriminado de las aguas subterráneas por parte de las industrias que cuentan con pozos, ya que aunque construir una infraestructura de este tipo cuesta unos 100.000 dólares, estos usuarios pagan una tarifa equivalente al 20% de lo que cobra Sedapal por el agua para uso industrial. Este Diario solicitó la opinión de la Sociedad Nacional de Industrias, pero esta no se pronunció sobre el tema.
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