Hace menos de una década, afloraba el agua de las napas y amenazaba con inundar los sótanos de la Ciudad. Hoy, la escasez obliga a realizar perforaciones costosas y de profundidad inusitada para obtener el preciado líquido; los hundimientos del suelo hacen que se resienta la estructura de las casas; y se aceleran los procesos contaminantes. El comportamiento de los acuíferos sigue dando dolores de cabeza a los platenses, como consecuencia de un ciclo de sequía que según los especialistas tardará "meses o años" en revertirse.
En la zona norte -Gonnet, City Bell, Villa Elisa, Joaquín Gorina, Arturo Seguí- algunas de las empresas que se dedican a realizar perforaciones dan turnos recién para mediados de abril. La demanda de nuevos pozos, sensiblemente más profundos, se disparó cuando los vecinos se dieron cuenta de que las bombas que utilizaban para llenar piletas o complementar el servicio de Aguas Bonaerenses funcionaban en falso o no extraían más que barro.
No es todo. Durante los últimos tiempos, no pocos habitantes de esas localidades comenzaron a notar que sus portones ya no cerraban bien, y que las rajaduras asomaban en algunas construcciones. La respuesta no tardó en aparecer: se estaba hundiendo el piso. "Los perjuicios estructurales que pueden sufrir las casas como consecuencia de la sequía y el retroceso de las napas no son un mito" explica Mario Hernández, profesor titular de la cátedra de Hidrogeología de la facultad de Ciencias Naturales de UNLP y director de la maestría en Eco-Hidrología de la casa de altos estudios: "la merma en las lluvias se manifiesta de inmediato en la napa freática superficial y el acuífero Pampeano, que están muy conectados, y al mismo tiempo las arcillas que componen los suelos de la Región se contraen por falta de humedad".
Las napas o acuíferos son reservas de agua subterránea, formadas por la infiltración natural de lluvia a diferentes profundidades, y contenidas en mantos de arena o limo -de acuerdo con lo que se las llama "confinadas" o "semiconfinadas"-. En nuestra región existen seis: la más superficial es la llamada "freática", altamente contaminada, que se ubica desde la cota cero hasta los diez metros de profundidad, con techo que fluctúa rápidamente de acuerdo con la intensidad de las lluvias. El acuífero "Pampeano", de mediana calidad, yace entre los 10 y 40 metros, semiconfinado a presión; el "Puelche", compuesto por arenas finas y medianas, se extiende entre los 40 y 70 metros; el "Paraná" es salado, entre los 70 y 160 metros; los dos "Olivos", también salados, se hallan entre los 160 y 400 metros por debajo del nivel del mar.
Una década atrás, la situación era muy diferente. Después del pronunciado bajón de inicios de los '80, que sumergió la napa freática de doce a veinte metros bajo el nivel del suelo, la salida de uso de numerosos pozos y la introducción de agua del Río de la Plata contribuyó para que en 2001 el acuífero superior llegara a estar, en algunos partidos del Conurbano, a sólo 60 centímetros del piso. En La Plata hubieron indicios de problemas en la galería San Martín, el Registro de La Propiedad, el Teatro Argentino, y la Presidencia de la Universidad.
HACEN FALTA LLUVIAS
Ahora, para revertir la emergencia harán falta lluvias "más persistentes y reiteradas que abundantes", según describe Hernández, quien además de docente es investigador del Conicet y miembro de la Asociación Latinoamericana de Hidrología Subterránea: "los tiempos de recarga son largos, y cualquier recuperación se medirá en meses; las lluvias de esta semana recién están 'viajando' por las primeras capas del suelo. Por eso, a la hora de hacer las perforaciones es prudente tener en cuenta las posibles variaciones en las napas; un pozo que llegue a la parte más alta del Puelche, que bajó varios metros, es probable que hoy no rinda lo mismo que hace cinco años, dependiendo del grado de explotación y la morfología de terreno".
El "Puelche" es una de las reservas de agua dulce más importantes en el continente: guarda unos 300 billones de litros -varias veces más de que todos los embalses nacionales juntos- encajonados entre capas de arcilla permeable. Tendido a lo largo de la zona costera de la provincia de Buenos Aires, llega desde la bahía de Samborombón hasta Rosario, con centro a la altura de Pilar. Este acuífero fue la fuente exclusiva de agua en la Región hasta 1955, y hoy proporciona aproximadamente la mitad del suministro para consumo humano, con estaciones de bombeo en los parques San Martín y Saavedra; el resto proviene de la planta Gerardi de Punta Lara.
Calidad en jaque
En vastos sectores de la periferia platense, Aguas Bonaerenses abastece sus redes por medio de pozos, para complementar la provisión que llega desde la planta potabilizadora Donato Gerardi. De esta manera se satisface una demanda intensa y sostenida que, según algunos observadores, atenta contra la calidad del servicio. "Si hubiera un consumo menor, más cercano a las recomendaciones internacionales, la Región podría abastecerse íntegramente con el agua proveniente de la planta de Punta Lara", se señaló desde la firma prestataria: "no habría necesidad de apelar a las bombas que extraen del Puelche, donde los problemas por concentración de nitratos siempre son una amenaza latente".
Estudios realizados por el Taller de Aguas de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP corroboran que el riesgo de ingerir agua contaminada es alto en las zonas en donde las viviendas se abastecen desde pozos domiciliarios, ya que no siempre se respetan las previsiones básicas en materia de seguridad: entre ellas, que la perforación tenga entre 50 y 70 metros de profundidad; que esté ubicada lo más lejos posible del "pozo ciego"; que el dispositivo de cloración funcione con las dosis correctas; y que se selle el espacio que quede entre el "encamisado" y la tierra, para evitar la formación de una fisura vertical por la que se filtren desperdicios hasta el acuífero "potable".
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