A mediados del mes pasado se realizó en Bélgica la conferencia "Hacer la paz con el agua". La reunión resultó de una propuesta del Instituto Europeo de Investigación para la Política de Aguas y fue organizada por un poco conocido Foro Político Mundial, dirigido por Mijail Gorbachov, de tan ingrato recuerdo a los militantes de izquierda.
El motivo de la reunión fue "elaborar un protocolo mundial del agua para impedir la contaminación de los recursos hídricos y prevenir los conflictos en torno a la propiedad y acceso al vital elemento, centrado en la promoción del derecho al agua para todos y la salvaguardia del patrimonio hídrico mundial (léase patrimonio de la humanidad) a través de una gestión responsable y eficaz del agua que es un bien común".
La idea más o menos explícita considera establecer una serie de reglas jurídicas, técnicas y políticas de naturaleza trasnacional destinadas a la prevención de conflictos; los mismos serían dirimidos por una especie de autoridad mundial que asesorarían las Naciones Unidas con "una parte normativa y judicial que ponga límites al uso del agua como mercancía" aunque, paradójicamente, acepta las concesiones a empresas privadas. La reunión incluyó una consideración de los reservorios de agua dulce más ricos del mundo -Canadá, Sudamérica y Rusia- así como la situación crítica que se está gestando en algunos grandes países, caso de Estado Unidos, China e India, cada vez más afectados por la contaminación y el uso desaforado de sus recursos hídricos. El cónclave admitió la existencia actual y futura de "guerras del agua".
Para la comprensión correcta de esta noticia es conveniente saber quiénes son los promotores de este enfoque trasnacional del agua que, de concretarse, se arrogará derechos inherentes a la soberanía de muchos países, por más que aparezca encubierto de bellas palabras. En principio, del foro participan ex presidentes y primeros ministros, representantes de la Organización Mundial de Comercio, economistas, expertos en cuestiones sociales y representantes de organizaciones no gubernamentales. El también participante Foro Mundial del Agua fue organizado por el Consejo Mundial del Agua, fundado en 1996 por los gobiernos de los países ricos y organizaciones internacionales y transnacionales con actividades en el sector. Elabora las visiones globales para el abastecimiento mundial de agua y asesora a los tomadores de decisiones en cuanto a la política internacional sobre el tema. Su membresía coincide con la del el Patronato Mundial del Agua, llamado también Asociación Global del Agua, fundado en 1997 y que es apoyado financieramente por los gobiernos de Europa, Canadá, Banco Mundial, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y la Fundación Ford. Su objetivo es "apoyar" a países en "el manejo sostenible de los recursos hídricos".
Este "pedigrí" inclina ya a la desconfianza, dado que varios de sus integrantes ven con agrado la conversión del agua en una mercadería y la apertura de su explotación al sector privado. Semejantes protagonistas deliberando sobre un recurso ajeno no pueden menos que alarmar a quienes poseen ese recurso y, sobre todo, lo consideran un bien social e inalienable. Sería un buen momento para que los países de Sudamérica, que tienen en su subsuelo enormes reservas de agua dulce, superando diferencias que son, al fin y al cabo, menores, cierren filas en la defensa de un recurso natural capaz de dar más rápido sustento a su desarrollo.
En verdad la junta de semejantes organismos trae de inmediato a la memoria el viejo y preventivo dicho español: "reunión de pastores, oveja muerta".
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