No hay tregua en la lucha entre el hombre y el desierto y el frente de batalla, al menos en Mendoza, está ubicado en Colonia Montecaseros. Entre fines de los ’50 y principios de los ’60 hubo 70 productores que se afincaron en un condominio de 750 hectáreas y las trasformaron en una de las zonas de mejor y mayor cosecha. La falta de mantenimiento y reinversión hicieron colapsar la mayoría de los pozos de riego y ahora sólo sobreviven a duras penas 29 productores y 130 hectáreas. Desde 2005 un grupo de jóvenes profesionales de diferentes entes gubernamentales vienen trabajando con la gente de la zona para lograr frenar el contragolpe del desierto y recuperar la productividad de una región donde se cosechaba uva de alta calidad.
Los medanales y los viñedos libran una guerra sin cuartel al noreste de San Martín. Unas 500 familias se dieron por vencidas y emigraron, pero otras 500 familias todavía viven allí, planeando la recuperación del esplendor perdido.
La problemática de la zona preocupa desde hace tiempo a los distintos estamentos gubernamentales. Ayer, en las instalaciones del INTA de Junín, un grupo de seis jóvenes profesionales mantuvo una de las periódicas reuniones de trabajo para planear las estrategias de salvataje de Colonia Montecaseros.
Elena Palazzo, del Centro de Desarrollo Vitivinícola de INTA Junín y COVIAR; Paola Pérez, de Generación y Trasferencia de Tecnología, de Irrigación; Alejandro Martínez y Lorena Nuarte, del Instituto de Desarrollo Rural; Marianela Porro, de INTA Junín; Gabriel Orellana, de la Unidad de Proyectos de la Municipalidad de San Martín, y Marcos Scipioni, de la subsecretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar de la Secretaría de Agricultura de la Nación vienen realizando estudios sobre el terreno desde 2005, efectuando un diagnóstico, diseñando soluciones, integrando a la gente de la región y organizando cursos y talleres para que se logre aprovechar mejor lo que queda y se recupere el territorio perdido.
“De los 10 pozos que había, sólo están funcionando 3 con muy baja calidad de agua, mucha de la cual se pierde en las hijuelas”, dijo Paola Pérez.
“Los productores han entendido que la solución no está solamente en realizar nuevas perforaciones, sino que se debe impermeabilizar las hijuelas, por donde se está perdiendo más del 30% del escaso caudal que producen las perforaciones existente”, informó Marcos Scipioni.
“Yo les digo a la gente que no se vayan, que vale la pena trabajar y luchar para recuperar los viñedos”, sostuvo Lorena Nuarte quien, además de pertenecer al Instituto de Desarrollo Rural, nació en la Colonia y todavía vive allí.
El derecho de riego está a 15 kilómetros lineales de la zona y llevarlo hasta allí “es una utopía por los enormes costos que tiene”, dijo Elena Palazzo. Una perforación a 300 metros de profundidad, punto en donde se presume se encontrará agua de buena calidad, tiene un costo aproximado de $300.000, una cifra que es más acorde a lo que se puede afrontar entre las entidades involucradas y los pobladores. Pero no sólo basta con un nuevo pozo ya que es indispensable al menos impermeabilizar 500 metros de hijuelas y mejorar sensiblemente el resto.
Desamparo hasta en salud
Además de las decenas de hectáreas de viñedos muertos y de las casas deshabitadas y abandonadas, la situación de emergencia de la zona se detecta por otros datos: el centro de salud, que antes tenía un médico de lunes a sábado, ahora cuenta con un profesional que va una hora dos días a la semana.
A falta de trabajo en la Colonia muchos de los habitantes de ese paraje deben buscar el sustento en otros puntos del departamento y para movilizarse sólo tienen tres frecuencias diarias de colectivos.
“Hay gente que se va a trabajar a otras fincas y con eso pagan los costos para mantener la finca”, dijo Lorena Nuarte.
Riegan sólo tres veces al año
Por cada riego el productor debe pagar entre $400 y $1.000 por hectárea, más $20 por hectárea de cuota mensual por mantenimiento. “Algunos consiguen regar tres veces al año y muchos apenas riegan una sola vez”, contó. Este año la situación de agravó aún más debido a una tormenta de granizo que se descargó a fines de noviembre sobre gran parte de las fincas del erosionado lugar.
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