El mundo dilapida la escasa agua potable que le va quedando. Hay ciudades norteamericanas donde se gastan diariamente mil litros de agua por habitante, mientras en varios países africanos sólo se dispone de diez litros diarios por persona.
La quinta parte de la población mundial vive hoy en zonas abastecidas por ríos que van secándose velozmente, la sexta parte de esos 6.500 millones de habitantes carece de agua apta para el consumo humano y hay todavía 840 millones de personas que no tienen saneamiento.
El 70% del agua dulce disponible lo consume la agricultura, el 20% la industria y el 10% el uso doméstico, pero si la demanda no se reduce significativamente, en el año 2025 habrá 1.800 millones de individuos viviendo en regiones con escasez absoluta de agua. Porque en el siglo que ha corrido desde 1909 el consumo del producto se multiplicó por seis, es decir el doble de lo que aumentó la población.
Cada día más preocupado por ese problema, el Consejo Mundial del Agua convoca cada tres años a un Foro Mundial para buscar soluciones a la crisis. El quinto de esos encuentros se clausura pasado mañana en Estambul, luego de una semana de planteos y debates a cargo de 28.000 participantes de 180 países.
El insólito número de asistentes -nunca visto en las reuniones anteriores- revela el grado de preocupación internacional que despierta la escasez de agua potable en buena parte del planeta. En el curso del Foro, los disertantes sostuvieron que deben tomarse medidas sin pérdida de tiempo, o de lo contrario "en un futuro nada lejano ya no habrá suficiente agua para cubrir las necesidades básicas del hombre".
Esas medidas tendrán que hacer frente a ciertas tendencias que hoy amenazan las reservas líquidas, como la gestión ineficaz de los organismos que administran el producto, la falta de voluntad política de los gobiernos para encarar soluciones al respecto y las inversiones cada día más insuficientes para aportar fondos o tecnología en la materia.
Pero el fenómeno será además agravado por el cambio climático y el gradual calentamiento global, lo cual obligará a emigrar a cientos de miles de personas por razones vinculadas con el agua. Actualmente, ya el 80% de las enfermedades propias de países en desarrollo (como el cólera o la diarrea infantil) están relacionadas con la falta de ese recurso. Y lo peor es que en 2050, cuando la población mundial llegue a los 9.000 millones de personas, la demanda de agua alcanzará los 64.000 millones de metros cúbicos por año, y según los expertos más pesimistas "muchos países no tendrán de dónde sacarlos".
En esta materia, como en cualquier otra, hay disparidades de fortuna. Una parte de Uruguay descansa sobre las inmensas reservas del Acuífero Guaraní, que contiene uno de los mayores depósitos del mundo, cuya superficie el país comparte con Brasil, Paraguay y Argentina. Se calcula que el agua dulce contenida en esa veta totaliza unos 40.000 kilómetros cúbicos, volumen capaz de abastecer a la humanidad entera durante 200 años.
Con toda probabilidad, las necesidades de agua provocarán en el futuro conflictos similares a los que ha desatado hasta ahora el petróleo. Habrá que tenerlo en cuenta para que el envidiable subsuelo de esta región del mundo no tenga el costo trágico que el oro negro han tenido para Irak, Sudán o Nigeria. Por el momento, casi nadie piensa en esa horrible eventualidad cuando abre o cierra la canilla.
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