A juzgar por lo ocurrido a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, están ocurriendo cambios significativos en la humanidad.
Uno de los más evidentes es el referido a su relación con el medio ambiente, como resultado de la fuerte presión ejercida por el acelerado crecimiento de la población mundial -con todo lo que ello implica-, y su comportamiento descuidado y negligente.
Al llegarle el turno de deterioro a gran escala a elementos naturales tan esenciales para la vida como el aire y el agua, no tuvimos más remedio que tomar muy en serio el problema. La supuesta miopía que para muchos parecía justificar tanta irresponsabilidad dejó de ser aceptable, aunque en los hechos, los cambios de fondo demorarán en concretarse. No es necesario hablar de lo vital que resulta para los seres humanos el acceso a aire limpio y agua dulce segura. Siendo recursos finitos -co-mo todo lo que existe en nuestro planeta- su contaminación a mediana o gran escala constituye un acto de extrema irresponsabilidad, que compromete la salud y la vida de muchos.
Aunque es cierto que toda acción humana casi siempre produce algún tipo de contaminación en el entorno, también lo es que estamos habituados a corromper la calidad del agua utilizando sustancias y elementos de gran impacto. Esas acciones son las que debemos erradicar. Contaminar una fuente natural de agua dulce de manera innecesaria o peligrosa, debería considerarse un delito grave por el riesgo potencial que significa. De hecho es seguro que así será en el futuro. Recordemos que al contaminar fuentes de agua dulce comprometemos, en mayor o menor medida, a los ecosistemas involucrados, a niveles que nuestros sentidos no pueden percibir; por lo tanto, suelen pasar desapercibidos. Desde luego no alcanza con librar una dura batalla contra el deterioro de las fuentes de agua, también debemos hacer grandes esfuerzos para garantizar que todas las personas satisfagan sus necesidades básicas de consumo de agua.
Por lo tanto el acceso a aire limpio y agua limpia constituye, en esencia, un derecho humano, el derecho fundamental a la vida.
El domingo pasado finalizó en Estambul el V Foro Mundial del Agua, organizado por el Consejo Mundial del Agua. Participaron 25 mil personas. En la cumbre ministerial se discutieron numerosos temas, pero fracasó una interesante iniciativa -apoyada por 10 países latinoamericanos entre los cuales está Uruguay- de declarar derecho humano el acceso al agua y a los servicios de saneamiento.
Quién podría cuestionar que el consumo regular de agua potable es un derecho esencial de todas las personas. Sin él, sencillamente no hay vida. De hecho somos seres fundamentalmente constituidos de agua (más del 70% de nuestro cuerpo).
Sin embargo, la declaración formal de algo tan obvio, no prosperó en el Foro Mundial del Agua. Una vez más, los intereses económicos y políticos sectoriales, corporativos e individuales, predominaron sobre los generales. El temor a que tal declaración tenga consecuencias vinculantes para todos los países, fue razón suficiente para que varios, como Brasil y Estados Unidos, bloquearan la propuesta. Ni siquiera fue posible dejar bien establecida la incidencia directa que tiene el cambio climático en la crisis del agua.
|
|
|