Como si se tratara de una sesión de riego en un patio cubierto de césped, el agua se eleva en un chorro fuerte, intenso, que cae esparcido, suave.
Pero, la diferencia es que cae de lleno en el asfalto y el agua no sale de una canilla sino de un agujero abierto en un sector de una calle de Paraná.
Se trata de Fraternidad, a metros de Blas Parera, donde decenas y decenas de litros se derraman.
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