En 1972, el tres veces presidente de los argentinos, Juan Domingo Perón, daba a conocer su mensaje a los gobernantes y pueblos del mundo, en el que alertaba sobre los graves peligros del (ya por entonces) creciente deterioro ambiental.
Gran parte de los diagnósticos de ese magistral documento se vio, luego, en los de la Conferencia de Estocolmo, en la que, por vez primera, se desarrolló una cumbre internacional para analizar y formular recomendaciones a fin de evitar el deterioro irreversible del entorno natural.
Veinte años después, rescatamos todos aquellos antecedentes, al presentar (como inédito proceso de concertación social) el Pacto Ecológico Bonaerense, poniendo de manifiesto la imperiosa necesidad de la adopción de urgentes medidas ante la deforestación, el calentamiento global, los ciclos de sequías e inundaciones.
No nos sorprendió (ni me sorprende) el alto grado de participación y compromiso de particulares e instituciones, porque en el tema ecológico la comunidad esta más concientizada que muchos dirigentes.
Y esto explica por qué muy poco hemos avanzado en materia de protección del patrimonio ambiental. Por eso es impostergable que la Nación, las provincias y las comunas asuman, como política de Estado, el cuidado del entorno natural y articulen acciones directas, con participación ciudadana en el control de ejecución de esos planes.
Universidades, organizaciones sociales, partidos políticos, entidades empresariales y gremiales, medios de comunicación y centros académicos deben ser convocados para concertar un plan maestro del manejo ambiental sostenible en el tiempo.
Sólo así podremos, por ejemplo, concretar un profundo plan de manejo hídrico que permita embalsar agua para ser utilizada en tiempos de falta de lluvia, tal como delineó aquel visionario y primer ecologista argentino, Florentino Ameghino.
Solamente a través de una concertación y compromiso de acción se podrá sanear el Riachuelo, poner fin a los desmontes, promocionar la forestación planificada, eliminar factores de calentamiento ambiental, como la reducción de emisiones; preservar las fuentes naturales de agua potable y lograr un uso racional de los suelos.
Y muchas otras acciones que no sólo mejoren la calidad de vida, sino que generen adecuadas condiciones para una mayor producción en cantidad y calidad y nuevos puestos de trabajo.
Porque el cuidado ambiental no es únicamente la garantía de futuro, sino una generación de riqueza en el presente.
La grave sequía que está produciendo enormes pérdidas económicas, el empobrecimiento de establecimientos rurales y el encarecimiento de alimentos básicos es una muestra elocuente. Y si no se actúa en forma inmediata, a corto plazo vamos a sufrir nuevos y más graves cuadros, que impactarán negativamente sobre todo el conjunto social.
Es cierto que algunas acciones llegarán tarde. Pero es mejor que nunca. Y si, en lugar de echar culpas, nos dedicamos a concertar el presente y el futuro, tendremos enormes oportunidades de preservar e incrementar el patrimonio natural de la Argentina, en directo beneficio de todos los argentinos.
* Osvaldo Mércuri es diputado de la provincia de Buenos Aires por el PJ.
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