El del Pilcomayo fue un tema que formó parte de la agenda abierta del actual Gobernador a tal punto que antes de serlo, en sus épocas de vicegobernador, consiguió ser recibido por los cancilleres de la Cuenca del Plata que se hallaban reunidos en Asunción del Paraguay y que aprobasen medidas urgentes para frenar el proceso retractivo del cauce y encarar obras correctivas para que el agua ingrese a territorio formoseño.
Hubo héroes anónimos a los que nadie conoce, aunque sí quienes tuvimos la suerte de conocer esos territorios en vivo y en directo pero que tuvieron un rol importante a la hora de reclamar ante el Gobierno nacional que vaya a saber por qué razón demoraba en negociar un arreglo con Paraguay, condómino del río.
Entre ellos están en la historia del Pilcomayo el maestro Paulino Cóceres, un morocho alto que entusiasmaba a todos a la hora de movilizar a criollos y aborígenes para demandar por obras que permitiesen que las aguas, que en 1996 hacía dos años prácticamente que estaban ausentes, regresasen con su carga de frutos, peces y vida plena.
Cuando estuvo Insfrán en la zona -ocasión en que llevó a los periodistas hasta el mismísimo punto final, tras sortear 9 kilómetros de ida y otros tanto de vuelta por una senda de sesenta centímetros flanqueada por alizos y tapizada de limo y tocones de sauces- era el más ansioso a la hora de promover que hubiese una acción dinámica para regresar los desbordes al sistema del bañado La Estrella porque estaba en riesgo el destino de todo el territorio ubicado al norte de la ruta 81.
Las aguas volvieron pero nunca se enteró Cóceres ya que fue tan extenuante su faena, con pala en mano, que resultó víctima de los efectos de una insolación, según se supo.
Gómez Farías
Cuando se realizó la visita, en 1996, los periodistas descubrieron a un wichó que por entonces tenía 42 años. Su nombre, Gómez Farías, quien conocía esa zona, ignota para casi todos, cercana a María Cristina, como la palma de su mano.
Su carácter se reflejaba en la firmeza de sus pasos, aunque cansinos ellos. Hombre de pocas palabras, sus respuestas fueron breves aunque su inquietud por lo que ocurría quedaba reflejada con su mirada perdida en el horizonte.
Quienes lo conocían coincidían: “Es el mejor baqueano de la zona”. No resultaba nada fácil moverse allí, aunque quien escribe esta nota había estado ya por esos lares en 1968.
No eran pocos los técnicos, profesionales y obreros que trabajaban denodadamente a la vera del Pilcomayo. Sin embargo, todos ellos a la hora de las decisiones consultaban a Gómez Farías, conocedor profundo de los caprichos de la naturaleza y del rumbo errático que el río tomaba cuando sus desbordes ingresaban con furia al territorio.
Y de allí que no hubiese dudas de parte de nadie al momento de darle un nombre al canal que se estaba construyendo para terminar con los otros ensayos que defeccionaron: Canal Farías.
El destinatario del homenaje sabe que lo distinguieron aunque poca importancia le daba al acontecimiento personal. Sólo le interesaba que volviese el agua porque de ella estaban pendientes como sus ancestros.
Como su castellano era precario, muy pocos lo entendían. Pero cuando funcionó el Farías todos fueron a abrazarlo y su amplia sonrisa valió más que mil palabras.
Breve presencia
Escribía entonces, para quienes no lo sabían, que el cauce real del Pilcomayo solamente está presente en 33 kilómetros.
Su retroceso se frenó tras esa gestión de Insfrán en Asunción que permitió que se pusiese a prueba el sistema de canales derivadores que con virtudes y defectos, sirvió para que se garantizase la presencia del río en la región de la que parecía intentaba fugar definitivamente.
Esa movilización de la comunidad formoseña en su conjunto alentada por líderes naturales de la talla de Cóceres, Gómez Farías o Emilio Quispe, le pusieron límites a la dinámica burocrática de Buenos Aires.
Pagliettini, una empresa líder en el continente en materia de dragados, fue la elegida para remover ese millón de metros cúbicos de sedimentos hace 13 años ya en esta misma época en una gestión que prosiguió en 1997 y 1998, asegurando el ingreso de los desbordes al territorio formoseño y permitiendo que media provincia recuperase el aliento.
|
|
|