Tan importantes como los ríos, los embalses constituyen para los mendocinos un eslabón fundamental en el proceso de abastecimiento de agua potable y energía. El proceso comienza en la cima de las montañas y culmina en hogares y chacras, pero a mitad de camino, la necesidad de evitar que estas fuentes se contaminen es crucial para una provincia desértica como Mendoza.
Por eso desde ahora, todos los emprendimientos y obras (públicas y privadas) que se realicen en las márgenes de los diques y lagunas no podrán ser iniciados sin su correspondiente estudio de impacto ambiental.
La disposición, que fue propuesta por el Ejecutivo y aprobada por la Legislatura días atrás, dispone la inclusión de un nuevo artículo en la Ley Ambiental de la provincia (N° 5.961). Este apartado estipula que quedarán prohibidas todas aquellas actividades industriales, de servicios, deportivas, recreativas y comerciales que no cuenten con los estudios previos donde se garantice que su funcionamiento no afectará el equilibrio ecológico.
Los emprendimientos inmobiliarios que pretendan ser emplazados aguas arriba de los ríos que alimentan a los espejos de agua tampoco quedarán excluidos.
En todos los casos, el organismo encargado de emitir la resolución habilitante será la Secretaría de Medio Ambiente. Antes, los interesados en insertar un nuevo proyecto en las cercanías de los seis embalses con los que cuenta la provincia, deberán haber aprobado una especie de ‘mapeo’ que indique cómo, con qué recursos y en qué circunstancias sanitarias prestará su servicio en la zona.
Obras de saneamiento, manejo de residuos y estrategias de protección contra aluviones como así también las habilitaciones municipales y de servicios de agua corriente y luz, serán algunos de los requisitos centrales que se tendrán en cuenta durante los dictámenes técnicos y sectoriales.
Por tratarse de un recurso hídrico, la intervención del Departamento General de Irrigación será clave. Los controles estarán a cargo de los especialistas e inspectores de la Unidad de Evaluación Ambiental, la Dirección de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano y la Dirección de Saneamiento; todas áreas de la secretaría.
Si bien la nueva normativa hace hincapié en los nuevos proyectos, también se prevén pedidos de informes para los que funcionan desde antes. “La ley permite regularizar otras situaciones, como por ejemplo podremos solicitar medidas rectificadoras a los clubes que no tengan regulado el tratamiento de los efluentes”, explicó Guillermo Carmona, secretario de Medio Ambiente y recordó que existe un régimen de multas para quienes no cumplan, cuyo monto se evaluará según el impacto causado en el ecosistema y la gravedad de la falta.
En toda la provincia existen seis espejos de agua artificiales que actúan como reservorios del excedente del cauce de los ríos. Uno de los más antiguos y a la vez el más afectado por la contaminación es el dique El Carrizal, construido en 1972 y cuyo caudal proviene del río Tunuyán. Incluso, la situación de la mala calidad de su agua y la merma considerable de su capacidad ha llevado a disminuir su vida útil.
Es que a través del tiempo, la zona se volvió concurrida por mendocinos y turistas atraídos por el deporte de la navegación, pero nunca existió un ordenamiento que garantizara un equilibrio entre los servicios (clubes, balnearios, empresas de alquiler de equipos acuáticos, etc) y el cuidado del entorno. El resultado, desde el punto de vista de Eduardo Sosa, presidente de Oikos Red Ambiental, ha sido un deterioro progresivo del agua por el crecimiento de la Lama (algas que crecen por la presencia de material orgánico).
En líneas generales, esta situación afecta a las especies acuáticas por la falta de oxígeno y entorpece el curso de lanchas y botes.
Un panorama similar se presenta en el dique El Nihuil, que depende del río Atuel, al igual que el perilago de Valle Grande. Allí, la contaminación del agua ha llegado a un punto tal que los vecinos de esa zona del sur mendocino denunciaron una vez más la muerte de peces. Hace tres años, esta problemática había ocurrido a raíz de la presencia de una bacteria.
Ahora, con el paso de los años el deterioro es mayor porque ha avanzado el proceso de empantanamiento que impide la existencia de fauna acuática. Los diques Potrerillos, Agua del Toro y Los Reyunos (los dos últimos alimentados por el río Diamante) también se suman como áreas que requieren de una correcta planificación.
Foto: Archivo Programa Infoambiente
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