En Viedma, en el marco de su «manzana histórica» y del histórico edificio del primer colegio salesiano de la Patagonia, funciona un singular museo tecnológico del Agua y del Suelo, cuyo objetivo es generar conciencia ambiental y valorar las riquezas naturales de la región.
La entidad, fundada en 1984 por iniciativa privada y gestión personal del ingeniero agrónomo Osvaldo Casamiquela, profesional de larga trayectoria en la división riego de la empresa estatal Agua y Energía, depende actualmente del Departamento Provincial de Aguas (DPA).
Su directora es la museóloga Itatí Valle quien en el 2004 inició una tarea de cambio «a partir de una nueva definición del público que queríamos ligar al museo, que nos hizo resolver que no queríamos una muestra para especialistas en estos temas del manejo del agua y del suelo».
«Nos dijimos, en ese momento, que lo esencial era dirigirnos a los chicos, y sobre todo trabajar mucho en educación ambiental, que es una de las acciones del DPA, sobre todo en función de la historia de la provincia, ligada al riego, al agua y al uso de los recursos hídricos», sostuvo, en diálogo con Télam.
Dijo después que «también comprendimos que el manejo del agua y del suelo no se hizo solo, sino que lo hicieron los hombres; y no sólo los profesionales que firman las obras, sino los anónimos trabajadores que guiaron las primitivas herramientas puestas sobre la tierra».
El paso siguiente fue «rescatar esas palas arrastradas por bueyes con que se abrieron los primeros canales en las zonas irrigadas de la provincia y los arados que trazaron los primeros surcos para la siembra».
Itatí asegura que «nuestro museo gira en torno a dos recursos esenciales para la vida del hombre y su progreso económico, como son el agua y el suelo, pero es también como un museo del trabajo».
La especialista está conforme con los resultados alcanzados, «sobre todo porque los chicos, hacia quienes dirigimos las visitas guiadas, descubren cosas que los sorprenden y después vuelven, ya sin la maestra, para mostrarle a un amiguito algunas de las sorpresas que encontraron».
Pero añade que «no hay que olvidar a los turistas, que también pasan por aquí cuando visitan la manzana histórica de la ciudad, y también se asombran».
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