En esta parte del mundo últimamente no se gana para sustos. A la crisis económica, las enfermedades, ahora se le suma un problema más, aunque bastante recurrente en los últimos años, la sequía.
En gran parte de la provincia empezó a escasear el agua. En las zonas Sur y Centro las cooperativas pidieron a sus usuarios que limiten el uso del líquido. Las plantaciones y cultivos tampoco escapan al flagelo. Y según los pronósticos, no lloverá hasta fines de mes.
Los Estados y pueblos organizados -un Estado es de alguna manera la expresión de organización de un pueblo- no dependen de los caprichos del clima para cultivar y menos abastecerse de agua potable. Y más con el recurso que existe en esa materia, dos grandes ríos (el Paraná y el Uruguay) y la cantidad de arroyos que surcan esta provincia.
Esta era una de las cuestiones que un israelí que había decidido venirse a vivir a Misiones no entendía de los misioneros. ¿Cómo -decía él- con ríos tan caudalosos que recorren la geografía provincial falte agua potable o para sembrar? Y mencionaba como ejemplo los países que se ingeniaron para construir acueductos de cientos de kilómetros para solucionar el problema. Y acá con el agua en la puerta...
De algún modo este drama desnuda una carencia de los argentinos: la falta de planificación y de políticas de Estado de mediano y largo plazo. En vez de construir un sistema sólido que abastezca de agua potable a toda la provincia con base en los ríos se prioriza, por ejemplo, invertir en perforaciones cuya utilidad y productividad no se sabe con certeza. Es el caso de Eldorado, donde se gastó millonadas en una perforación inconclusa porque se rompió la mecha.
¿Y qué queda entonces? En esta parte del mundo, ponerse a rezar y que llueva.
*Jefe de Redacción
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