Entre el cielo y la tierra, en las colinas de Texas, hemos encontrado al auténtico 'Rain Man'. Obedece al nombre de Richard Heinichen y lleva la mitad de sus 62 años ingeniando sistemas para la captación, almacenamiento y depuración del agua de lluvia. A sus pies se levanta la Ciudad de los Tanques (de agua) y bajo el tejado metálico de más de 1.000 metros cuadrados -construido para aprovechar hasta la última gota- se esconde una planta embotelladora única en el mundo: Jugo de Nubes.
«El agua de lluvia es la única que merece ser embotellada», se explica Richard 'Rainwater'. «Creéme, no probarás nada mejor en el mundo. Yo ya no puedo beber otra cosa porque todo lo demás me sabe a tierra».
Richard nos invita a saciar la sed del camino con Jugo de Nubes, y el líquido celestial se evapora casi entre las manos y la garganta. Le preguntamos que cuál es el secreto: «La magia de la naturaleza... Con una pequeña ayuda de la ósmosis inversa».
Seis años lleva Richard sacándole jugo a las nubes y vendiéndolo (unos 3.600 litros a la semana) en un radio de 40 kilómetros. Fue en la cercana Austin, el oasis de Texas, donde tuvimos por primera vez noticias de este purgatorio llamado Tank Town. Hasta allí se llega -por inercia o por ósmosis- siguiendo los remontes suaves de la carretera 290, entre encinas y alcornoques, dejando atrás el pueblo de Dripping Springs y torciendo a la derecha en Rainwater Drive.
No hay pérdida posible. Los gigantescos tanques de agua, pintados de azul, verde y rosa, brillan con luz propia en medio de la dehesa. Una botella gigante y un cartel rojo nos advierten: «Hecho entre el cielo y la tierra». Más de un millón de litros de agua de lluvia están allí, almacenados, como si esperaran el día de la gran sed de Texas.
«Esta zona es bastante seca y podemos pasar 75 días sin lluvia», asegura Richard. «Aquí tenemos básicamente dos estaciones: el verano y el no-verano. Llevamos varios años padeciendo la sequía y cada vez viene más gente a pedirme agua. Yo les digo: aprended a recolectar la lluvia. En países como Australia, la gente está obligada por ley, y en las zonas áridas de Texas -o el sur de España- también debería ser así».
«No existe una cultura del agua», se lamenta Richard, autor de varios libros y vídeos de divulgación como 'Recolección del agua de lluvia para los mecánicamente impedidos', donde queda constancia no sólo de sus conocimientos sino de su intransferible sentido del humor: «Quienes diseñaron los tejados de alquitrán y gravilla, merecerían ser enterrados bajo alquitrán y gravilla».
«Cualquier persona que viva bajo un techo puede ser capaz de recolectar el agua de lluvia y aprovecharla para el uso doméstico», asegura Richard. «Basta con habilitar una superficie para la captación, que puede ser incluso un balcón, canalizar el agua con tuberías, hacerla pasar por un filtro básico, bombearla si hace falta y almacenarla en un tanque metálico o de fibra de vidrio donde puede aguantar años».
En Tank Town encontramos también filtros de carbón activo, sistemas de rayos ultravioleta, o mecanismos más sofisticados de potabilización por ósmosis inversa. «Por una inversión total de 3.000 a 5.000 dólares, cualquiera puede tener en casa un sistema totalmente autosuficiente para la gestión de un agua más pura que la que sale del grifo», palabra de Richard 'Rainwater'.
«Cualquier persona, para sus necesidades básicas, requiere no más de 100 a 120 litros diarios, como solemos hacerlo mi mujer y yo... Y no somos mártires». «Pero tenemos que aprender a valorar cada gota como si fuera la última», añade el 'señor de la lluvia', que nació en Palo Alto (California) y exprimió el verano del amor hippie antes de arraigar bajo los cielos inmensos de Texas.
«Igual que ocurre con la energía, tenemos que saber aplicar la eficiencia para ahorrar hasta el 30% del agua que derrochamos. Tres cuartas partes del agua se nos va en el riego... Si tenemos un huerto, el gasto está más que justificado. ¿Pero por qué esa obsesión por alfombrar de césped el desierto?».
Richard 'Rainwater' nos lleva hasta el rincón más alto de Tank Town, donde ha creado un pequeño estanque canalizando con plásticos el agua que baja desde una colina cercana. Allí, entre gansos y patos, se toma un pequeño respiro y vislumbra el siguiente gran paso hacia el futuro líquido: «Vamos a instalar placas fotovoltaicas para completar el proceso. Agua de lluvia solar... ¿Quién quiere un trago?».
Por amor al agua... y a todo lo que representa, la cineasta Irena Salina estuvo cinco años rastreando la corriente del preciado líquido por todo el planeta. 'Flow' ('For Love of Water') es el desbordante documental que recoge el viaje a esa realidad sumergida. Más de 1.000 millones de humanos -la sexta parte de la población mundial- carece de acceso a agua potable. Más de dos millones de niños mueren al año por enfermedades contraídas por beber agua contaminada. Con el dinero que los países industrializados se gastan en embotellar el agua, quedaría saciada la sed en el mundo. «Muchos han sobrevivido sin amor; nadie ha sobrevivido sin agua». La cita de W.H. Auden abre el documental que nos llevará de Cochabamba (Bolivia) hasta Alwar (India), pasando por Sudáfrica, Australia o Estados Unidos. La lucha contra la privatización del agua, las movilizaciones contra gigantes como Suez, Vivendi o Coca Cola o las batallas legales contra Nestle Waters en Mecosta (Michigan) se suceden con imágenes que captan la esencia del agua y con opiniones de expertos como Rajendra Singh o Maude Barlow, autora de 'El Pacto Azul'. «La idea de que el agua ha estado y estará siempre con nosotros es muy equivocada», sostiene Barlow, el alma del documental. «Las empresas han decidido que el agua es más importante que el petróleo y el problema va a ser cada vez más acuciante. Por eso es necesario que se reconozca el derecho al agua en un artículo específico de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, antes de que sea demasiado tarde». «El agua es de todos y no debemos permitir que los intereses privados se apropien de ella», declaraba Salina en el Festival de Sundance. «Tras el aire, es el elemento más vital que existe. Nuestro reto debería ser ése: ni un solo niño sin agua limpia y potable». / C.F. / 'Enviado especial a Austin'
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