Es por demás conocido que en 1866, el gobierno entreguista de Mariano Melgarejo firmó un tratado con Chile mediante el cual cedía a favor de este país una parte de nuestro territorio marítimo y a la vez establecía un sistema de explotación de materias primas minerales por el cual las riquezas explotadas beneficiarían a medias a ambas naciones. Ese acuerdo fue conocido desde entonces como el Tratado de la Medianería.
La decisión de Melgarejo fue repudiada por todo el país, pero el autócrata continuó con su programa antinacional e inclusive ese Tratado lo elevó a rango de Ley cuando fue aprobado por la Asamblea Constituyente de 1868, Asamblea en la cual también se aprobó un Tratado con Brasil, mediante el cual Bolivia cedía a este país una considerable superficie del territorio boliviano. Ambos asuntos causaron la indignación de la población boliviana que, de súbito, vio que su territorio se reducía en alrededor de 300.000 kilómetros cuadrados. Es más, inclusive políticos chilenos observaron el Tratado de Medianería entre Bolivia y Chile, afirmando que era un acuerdo leonino que, a la postre, traería graves conflictos entre las dos naciones. En particular, la crítica más destacada era el acuerdo de dividirse las riquezas explotadas por Chile en territorio boliviano, que ambos países explotarían “al partir”, con la agravante de que todas esas riquezas se encontraban en territorio boliviano.
La protesta contra el Tratado de Medianería estaba dirigida principalmente contra el presidente Melgarejo, quien poco tiempo antes había recibido con grandes homenajes al embajador chileno Aniceto Vergara Albano, al cual le rendía las más gratas pleitesías y empezó a vivir con él una especie de luna de miel, con la agravante de que Bolivia se distanciaba de Perú y Argentina. Los nacionalistas que criticaban a Melgarejo le atribuyeron, por entonces, que él fue el autor del contenido del Tratado de Medianería y que, por tanto, era el responsable de los graves daños que sufría el país. Sin embargo, Melgarejo se defendió y afirmó que ese Tratado no lo había redactado él y que había sido preparado en su forma y contenido por el embajador chileno Vergara Albano y que él, Melgarejo, lo único que había hecho fue firmarlo. Al respecto, Melgarejo publicó en la prensa de entonces la respectiva nota rectificatoria. Melgarejo también se opuso a reconocer su error y rectificarlo.
Las críticas al Tratado de Medianería decían que se exponía a Bolivia a graves peligros en el futuro. En efecto, tiempo después Bolivia firmó un acuerdo con una empresa chilena, en el cual ésta debía pagar el “impuesto del diez por ciento” a las exportaciones de minerales. Empero, la empresa chilena no quiso pagar el impuesto del 10 por ciento, lo cual provocó, finalmente, la invasión chilena al Litoral boliviano y la llamada Guerra del Pacífico.
Han pasado casi 150 años de la firma del Tratado de Medianería o reparto, “al partir” los recursos naturales con Chile, y nos encontramos con que la Cancillería de Bolivia, repitiendo el error, ha acordado con la chilena un nuevo acuerdo de medianería por las aguas del manantial del Silala, que se encuentra íntegramente dentro del territorio boliviano y cuyas fuentes de abastecimiento hídrico se encuentran en su totalidad en Bolivia. En efecto, según informaciones extraoficiales el vicecanciller Fernández ya habría llegado a un acuerdo final con la Cancillería de Santiago en días pasados, sin que, sin embargo, se revele hasta el presente los alcances y detalles de esa aprobación, ocultándose, en esa forma, una visible irregularidad con los recursos naturales de propiedad de la Nación.
De otro lado, este nuevo acuerdo de medianería con las aguas del Silala se parece íntegramente al de Melgarejo de 1866, pero no solamente por su contenido entreguista sino por sus proyecciones, porque podría ser que en el futuro, cuando Bolivia quiera subir el precio del agua y romper el acuerdo de aparcería, Chile acuda a los mismos pretextos que en 1879 y se apodere de hecho no sólo del territorio que comprende los manantiales del Silala, sino de todos los territorios adyacentes e inclusive del litio, sobre el cual los chilenos han dicho “ojo al charque” |
|
|