El derrocamiento del presidente de Madagascar fue causado, en parte, por problemas de agua en Corea del Sur. Al otro lado del mundo, California amenazó con racionar el vital elemento. La escasez se multiplica y urge tomar medidas para evitar la crisis.
Preocupado por las dificultades para incrementar el abastecimiento de alimentos en su patria con escasez de agua, Daewoo -un conglomerado surcoreano- firmó un acuerdo para arrendar nada menos que la mitad de la tierra cultivable de Madagascar para plantar granos destinados a los surcoreanos. Hubo indignación general por los términos del acuerdo que aumentó la impopularidad del Presidente. Tras su caída, uno de los primeros actos del nuevo gobierno fue eliminar el acuerdo. Tres semanas antes de eso, al otro lado del mundo, el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, declaró el estado de emergencia. "Resulta claro que se necesita urgente acción para evitar una crisis global de agua", indicó un informe del Programa de Evaluación del Agua Mundial, de Naciones Unidas.
La escasez de agua en el ámbito local se multiplica. Australia ha sufrido una sequía por diez años. Brasil y Sudáfrica, que dependen de la generación hidroeléctrica, han sufrido reiterados cortes parciales de energía porque no hay suficiente agua para hacer funcionar las turbinas de manera apropiada. Tanto ha sido bombeado desde los ríos que alimentan al Mar Aral en el centro de Asia, que colapsó en la década de los 80 y apenas ha comenzado a recuperarse. Sin embargo, la escasez local, causada por actos individuales de mala administración o los problemas regionales, son una cosa. Una crisis global del agua, que afecta los suministros de alimentos y otros bienes, o afecta los ríos y lagos en todas partes, es otra cosa.
¿El mundo enfrenta un problema global?. No a primera vista. Hay abundante agua y los seres humanos no usan tanta. Cada año, miles de kilómetros cúbicos de agua fresca caen en forma de lluvia o nieve o provienen del hielo que se derrite. De acuerdo con un estudio de 2007, la mayoría de las naciones fuera del Golfo Pérsico utilizaban la quinta parte o menos del agua que reciben, por lo menos en el 2000, año del que hay cifras disponibles. La extracción global de agua dulce fue el 9% del total que fluyó a través del ciclo hidrológico mundial. Tanto Latinoamérica como África utilizaron menos del 6%. En función de estas pruebas, parecería que todos los problemas de agua son locales.
El problema de llegar a esa conclusión es que nadie sabe cuánta agua puede usar con seguridad la gente. Por cierto, no es el 100% (el monto tomado en el Golfo) porque el resto de las especies también tiene que vivir del agua. En muchos lugares, el máximo puede ser inferior a un quinto, que es el promedio para la totalidad de Asia. Depende de cuánta agua retorna al sistema y cuánta se extrae de acuíferos subterráneos, entre otros elementos.
Hay algunas pruebas poco consistentes que indican que los actuales esquemas de uso y abuso hacen que la cantidad extraída se acerque peligrosamente al límite de seguridad, y en algunos lugares ya lo pasó. Un número alarmante de grandes ríos del mundo ya no sale al mar. Entre ellos están el Indus, el Río Grande, el Colorado, el Murray-Darling y el Amarillo. Estas son las arterias de las principales áreas productoras de granos en el mundo.
Las poblaciones de peces de agua dulce también están en pronunciada declinación. De acuerdo con lo que indica World Wide Fund for Nature, los stocks de peces en lagos y ríos han caído alrededor del 30% desde 1970. Es una caída de población mucho mayor que la que han sufrido animales en las selvas, los bosques de zona templada, las sabanas y otros grandes ecosistemas. La mitad de la tierra pantanosa del mundo fue drenada, dañada o destruida en el siglo XX, principalmente porque, a medida que disminuye el volumen de agua dulce en los ríos, la sal invade los deltas, modificando el equilibrio entre agua fresca y salobre. Sobre la base de esas pruebas, puede haber problemas sistémicos de agua, así como alteraciones locales.
DEMANDA.
Dos tendencias globales han agregado presión sobre el agua. Las dos probablemente se aceleren en las próximas décadas.
La primera es la demografía. Durante los últimos 50 años, a medida que la población mundial creció de 3.000 millones a 6.500 millones, el uso del agua casi se triplicó. En función de las estimaciones actuales, la población probablemente tenga un crecimiento de 2.000 millones para el año 2025 y de 3.000 millones para el 2050. La demanda de agua tendrá un aumento acorde.
O, quizás, mayor. Posiblemente, mucho mayor. No es el número absoluto de personas el que hace la diferencia en el uso del agua, sino los cambios de hábitos y dieta. La dieta importa más que cualquier otro factor, debido a que la agricultura es como Agasthya, el mítico gigante que bebió hasta agotar los mares. Los agricultores utilizan tres cuartos del agua del mundo; la industria usa menos de la quinta parte, en tanto el uso doméstico representa apenas la décima parte.
Distintos alimentos necesitan diferente volumen de agua. Para cultivar un kilo de trigo se requieren alrededor de 1.000 litros. Pero, se necesita tanto como 15.000 litros de agua para producir un kilo de carne. La dieta con carne de los estadounidenses y los europeos requiere alrededor de 5.000 litros de agua por día para ser producida. Las dietas vegetarianas de África y Asia usan alrededor de 2.000 litros de agua por día (en comparación, los occidentales usan apenas entre 100 y 250 litros por día para beber y lavar).
Por tanto, el cambio de dieta vegetariana a la de contenido de carne -que contribuyó al incremento de precios de los alimentos de 2007-08- también tiene grandes repercusiones en el agua. En 1985, los chinos comían, en promedio, 20 kilos de carne; en el corriente año, comerán alrededor de 50 kilos. Esa diferencia se traduce en 390 kilómetros cúbicos (un kilómetro cúbico es un billón de litros) de agua, casi equivalentes al consumo en Europa.
El cambio de dieta será imposible de revertir, debido a que es consecuencia de la creciente riqueza y urbanización. En general la "intensidad del agua" en los alimentos crece más rápido a medida que las personas comienzan a salir de la pobreza, porque es cuando empiezan a comer más carne. Por tanto, si los estándares de vida en los países más pobres comienzan a crecer nuevamente, el consumo de agua probablemente se dispare.
Asimismo, casi la totalidad de las 2.000 millones de personas que se agregarán a la población mundial entre la actualidad y 2030 serán habitantes de ciudades del Tercer Mundo. Los pobladores de las ciudades consumen más agua que los de zonas rurales.
La Organización para Alimentación y Agricultura (FAO) considera que, sin cambios de eficiencia, el mundo necesitará un 60% más de agua para la agricultura, con la finalidad de alimentar a las 2.000 millones de bocas adicionales. Eso equivale a 1.500 kilómetros cúbicos de agua, un volumen similar al que se usa para toda finalidad en el mundo, con exclusión de Asia.
IMPACTO.
La otra tendencia de largo plazo que afecta al agua es el cambio climático. Hay crecientes pruebas que el calentamiento global acelera el ciclo hidrólogico, que es la tasa a la que el agua se evapora y vuelve a caer como nieve o lluvia. La alta tasa hace que las regiones húmedas estén más empapadas y las áridas más secas. Provoca períodos de sequía más largos entre lapsos más intensos de lluvia.
El cambio climático tiene varias repercusiones en el uso del agua. En primer lugar, cambia la manera en que crecen las plantas. Por ejemplo, los árboles reaccionan ante lluvias torrenciales con un impulso de rápido crecimiento. Durante las sequías más prolongadas que siguen, la biomasa adicional se seca y si se producen rayos, los bosques se queman de manera más espectacular. De manera similar, los cultivos crecen demasiado rápido y se marchitan.
En segundo lugar, el cambio climático aumenta los problemas de administración del agua. Las inundaciones más grandes superan los controles. Los reservorios no almacenan suficiente para que las personas y las plantas puedan sobrellevar sequías prolongadas. Además, el calentamiento global derrite glaciares y provoca que la nieve caiga como lluvia. Debido a que la nieve y el hielo son reguladores naturales, ya que almacenan agua en invierno y la liberan en verano, los países oscilan con mayor violencia entre la inundación y la sequía.
En tercer lugar, el cambio climático ha inducido a los gobiernos occidentales a subsidiar biocombustibles, que podrían convertirse en un desastre para el agua, de magnitud similar a como lo han sido para los alimentos. En la actualidad, el 2% del agua de irrigación es usada para desarrollar cultivos con fines energéticos, lo que equivale a 44 kilómetros cúbicos. ONU estima que si se implementaran todos los planes y políticas nacionales para incrementar los biocombustibles, se necesitarían 180 kilómetros cúbicos adicionales de agua. Si bien es un volumen pequeño comparado con el aumento necesario para alimentar a 2.000 millones de personas más, el costo adicional de los biocombustibles es sustancial.
En síntesis, se necesitará más agua para alimentar y calentar un mundo que ya muestra señales de que está consumiendo demasiado. ¿Cómo puede solucionarse? La respuesta es mediante la mejora de la eficiencia en el uso del agua. La buena noticia es que eso es posible. La mala noticia es que resultará difícil lograrlo, debido a que se necesitará que la gente cambie sus hábitos y porque los gobiernos, que pueden empujar los cambios, son especialmente deficientes en esto. Es posible mejorar la eficiencia y los usuarios industriales lo han hecho.
AHORRO.
La industria consume menos de la quinta parte del agua mundial y el gran interrogante es cómo lograr que los agricultores, que consumen entre 70% y 80%, sigan esa línea de acción. Por ejemplo, se requiere tres veces más agua para cultivar maíz en India que en Estados Unidos o China. En algunos países, se necesitan 1.500 litros de agua para producir un kilo de trigo; en otros, sólo 750 litros. Esto sugiere que la mejor administración podría reducir el volumen usado y el mundo estaría mejor si los agricultores actuaran en ese sentido. El cambio de prácticas de irrigación puede mejorar un 30% la eficiencia en el uso del agua, señala Chandra Madramootoo, de la Comisión Internacional de Irrigación y Drenaje. Por ejemplo, se puede asegurar que el agua se evapore de las hojas de las plantas, en lugar de hacerlo del suelo. Es posible la modificación genética de cultivos para que cesen de crecer cuando falta el agua, pero que no mueran: simplemente, reanudan el crecimiento cuando vuelven las lluvias.
El mundo también estaría mejor si las tendencias del comercio reflejaran de manera más ajustada la cantidad de agua como componente de los bienes transados, un concepto denominado agua virtual por Tony Allan, del King`s College. Ya hay algunos efectos benignos: México importa cereales de Estados Unidos que usan 7.000 millones de metros cúbicos de agua. Si México cultivara los cereales, consumiría 16.000 millones de metros cúbicos, por lo cual, el comercio "ahorra" 9.000 millones de metros cúbicos de agua. Debido a que no mide la mayor parte del agua que se consume, y menos se estima el precio, el comercio casi nunca refleja la escasez.
La cifra
60% Es el porcentaje extra de agua que se necesitará en 2030 para la agricultura, con el fin de alimentar a la creciente población mundial.
Desastre: pocos creían que era recurso escaso
Koichi Matsuura, director de Unesco, sostiene que para lograr un uso más eficiente del agua se necesitarán cambios fundamentales de comportamiento. Eso significa modificar los incentivos, así como mejorar los flujos de información y la manera que se gobierna el agua. Se carece de información básica sobre quiénes la usan y en qué volumen. La lluvia y los flujos de los ríos pueden ser medidos con cierta precisión. Pero, el volumen bombeado desde los lagos es una adivinanza y la información de cuánto se extrae de los acuíferos subterráneos casi no existe.
La administración del agua también es un desastre. Hasta tiempos recientes, pocos países pobres la trataban como si fuera un recurso escaso, ni pensaban cómo afectaría sus proyectos de desarrollo. Lo daban por sentado.
Junto con la indiferencia hay un proceso de toma de decisiones balcanizado, con la superposición de numerosas autoridades responsables de diferentes divisorias, plantas de saneamiento y de irrigación. Un pequeño ejemplo es ilustrativo: la modesta ciudad de Charlottesville, en Virginia, Estados Unidos, tiene 13 autoridades para el agua.
No resulta sorprendente que las inversiones en agua hayan sido precarias y olvidadas. La ayuda a países en vías de desarrollo fue chata en términos reales, entre 1990 y 2005, y hubo un gran cambio de la irrigación al agua potable y al saneamiento, que significó que se canalizara menos ayuda a los principales consumidores de agua, que son los agricultores de los países pobres. La asistencia para proyectos de irrigación entre 2002-05 fue la mitad que entre 1978-81. El director de la Organización de Cooperación Económica y Desarrollo, Angel Gurría, habla de "crisis del financiamiento del agua".
Como ocurre con frecuencia, las empresas llevan ventaja a los gobiernos para abordar el despilfarro. Grandes elaboradoras de bebidas como Coca Cola se han fijado objetivos de reducción del volumen de agua que usan para hacer sus productos (en el caso de Coca Cola es de 20% para 2012). Nature Conservancy, una ONG de orientación ecológica, trabaja en un plan de certificación destinado a darle a las empresas y negocios sellos de aprobación, de acuerdo con la eficiencia con que consumen agua. El plan comenzaría en 2010. Es un buen comienzo, aunque constituye solo un paso de un largo proceso que apenas se ha iniciado.
Foto: Archivo Programa Infoagua |
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