Las inundaciones de 1959, ocurridas hace exactamente medio siglo, constituyeron la mayor catástrofe natural sufrida por el Uruguay en su historia. Ciudades como Paso de los Toros y Mercedes cubiertas por las aguas, represas dañadas, líneas telefónicas cortadas, carencia de energía eléctrica en gran parte del país y graves pérdidas en la agricultura y la ganadería, fueron algunos de los perjuicios causados por las lluvias que se extendieron durante casi un mes. Pero no todo el saldo fue negativo ya que, declarada la emergencia, el país entero cooperó con los damnificados -hubo al menos 45.000 evacuados- en una muestra de solidaridad que aún emociona en el recuerdo.
Episodios de aquella gesta se evocaron en estos días con diversos actos, aparte de declararse feriado no laborable en Paso de los Toros. También se mencionó el esfuerzo conjunto de autoridades nacionales y la ciudadanía, incluido el valioso aporte procedente de filas militares, en donde sobresalió, presidiendo la comisión de ayuda a los damnificados, el general Óscar Gestido, quien años después sería electo Presidente de la República.
Poco habituado a sufrir tales embates de la naturaleza, a nuestro país aún le cuesta extraer las conclusiones adecuadas de situaciones extremas como aquélla y obrar en consecuencia cuando las papas queman. Prueba de ello fue la tormenta de agosto de 2005 que mató a diez personas y provocó destrozos de toda índole, así como las inundaciones de 2007 con la crecida del río Yí en el departamento de Durazno. Si la primera tomó desprevenido al Sistema Nacional de Emergencia (SNE), organismo creado precisamente para afrontar esas contingencias, en el segundo hubo una respuesta más organizada.
En el mundo moderno hay un vasto repertorio de medidas para capear desastres climáticos. Se los puede prevenir y mitigar en la medida de lo posible. También hay formas eficaces de afrontar la emergencia y recuperar lo perdido en lapsos no muy prolongados. Todo ello, aunado a las experiencias nacionales en la materia, debería capitalizarse para estar en condiciones de afrontar situaciones de emergencia que, cambio climático mediante, puedan ocurrir.
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