El río Paraná ha girado dramáticamente su ciclo hidrológico. Cuando debiera estar en la fase de creciente, como ocurre desde siempre en los plenos finales del verano, padece una bajante sin recuerdos. En algunos tramos de su curso se ha desnudado el lecho y en otros, al inicio del delta, las transformaciones paisajísticas son de magnitud, al punto de que pareciera otro río, con bancos e isletas que, a veces, lo transforman en apenas un arroyo. La emergencia ambiental ha sido abordada desde la cuantofrenia, tan cara a Galileo. Y ante la perplejidad y -en ocasiones- mansedumbre de la opinión pública los medios masivos de comunicación abordaron la bajante compartiendo una verdadera maratón de datos sobre el tamaño de su estío. Que si 2,61m en tal lugar, o si 3,25, en otro. Si 20 metros en Iguazú o 5,80 en el tramo del Paraná Medio. Que si el dato de estos indicadores se corresponden con las variantes de bajantes anteriores. El empecinamiento matematizado obedece a la obsesión por cuantificar la magnitud de las sequías, la velocidad de los vientos tormentosos que asolaron la región del centro pampeano y litoraleño. Todo queda resumido a números incomprensibles, ajenos a la vida, deserotizados.
Somos espectadores de una ardua porfía cuantitativa -cuyas andanadas- salvo excepciones, surgen de la garganta profunda (al parecer algo aguardentosa por beber tanto agroquímico) de múltiples canales comunicacionales. En ocasiones el acertijo ha sido engolado por voces de rigor objetivo y científico, confirmando en general la cabalgata estadística de la racionalidad economicista sobre la tragedia revestida de Crisis Ambiental. Asistimos atónitos a una infatigable saga numérica narrada sin aliento climático y con evanescente fugacidad, para que la catástrofe hídrica del Padre de las Aguas, quedara circunscripta sólo a hermetismos pluviales y desvinculando pertinazmente la imagen de los suelos sedientos y agrietados por la sequía en la Pampa Gringa y la Región Chaqueña, los mustios paisajes y tantas vidas tronchadas de la devastación con desatinos ecosistémicos que ha producido la expansión de la frontera agraria a caballo de un productivismo univoco .
No podemos descontextualizar la bajante del Paraná y la sequía extendida, encarando su análisis desacoplado de los conflictos crecientes nacidos en el vientre impredecible del cambio climático.
El cambio climático, horizonte excluyente de estos tiempos, ha sido concebido por la deserotización de la vida y la cultura y puede- a veces - manifestarse como Efecto Invernadero, otras como derretimiento de hielos y glaciares, pero siempre produciendo una inmensa y vertiginosa pérdida de biodiversidad, un preocupante aumento del nivel de los mares; haciéndolo cada vez más desde una racionalidad implacable para deforestar montes y selvas, siempre latiendo el pensamiento desolado por los procesos de erosión y desertificación imparables, asociados al malestar cultural cuyo exponente más viciado es el vaciamiento de sentidos existenciales en los ámbitos urbanos, especialmente metropolitanos. Este paisaje transido de tensiones, presagios y dolores es la matriz de la crisis ambiental, ahí debería focalizarse la reflexión de la bajante del Paraná.
Desde el Pensamiento Ambiental Latinoamericano expresamos que la crisis ambiental es una crisis de civilización. Es la crisis de un modelo económico, tecnológico y cultural que ha depredado a la naturaleza y negado a las culturas alternas; el modelo civilizatorio dominante que degrada el ambiente, subvalora la diversidad cultural y desconoce al otro (al indígena, al pobre, a la mujer, al negro, al Sur), mientras privilegia un modo de producción y un estilo de vida insustentables que se han vuelto hegemónicos en el proceso de globalización.
Con estos grafos se escribe el relato actual. La crisis ambiental estalla como fuegos de artificios en las turbulencias de infinitos conflictos ambientales. La geografía ignorada del país, condenada al destierro por la vorágine del productivismo insaciable, intenta sobreponerse ante el eco de la tragedia de las tierras afectadas por la sojización, la minería a cielo abierto, la tecnologización de los cursos de agua, el desmantelamiento del manto forestal y las contaminaciones de tanta industria malsana y de tanto agro intoxicador, y sacude la conciencia ambiental desde los intersticios veraniegos arrebatados de calores infernales. El drama de este tiempo, abierto al desafío de pensar lo impensado, se mece descomedido en las turgencias del Paraná en bajante. También el desatino de los tambores productivistas fogoneados por la Racionalidad Instrumental, se opaca en la mortecina sequía y en la silenciada turbulencia pantanosa que arrasara Tartagal, y porque no- también- en las inesperadas tormentas embravecidas.
Esas escrituras del drama anunciado, ya se encontraban esculpidas en el frontispicio de la seudolegitimidad del conocimiento insustentable, su semántica moderna de talante progresista, coaguló en prótesis tecnologizadas como garras, que, finalmente, se hundieron inescrupulosamente en los barros contaminados del paradigma mecanicista. En él, el imperio del fragmento y la simplificación metafísica, contribuyen a producir la cosificación de los recursos, para que la naturaleza sea despojada de su complejidad y pueda asegurarse- con la transgresión de sus límites biofísicos- el destierro de la ética y el "ecocidio" sin retorno.
En este trasfondo anida el malestar ambiental, sembrado de pobrezas infinitas e injusticias ambientales inacabables. Malestar estrechamente asociado al deterioro vertiginoso de los ecosistemas pampeanos y chaqueños. Aquí, en esta encrucijada, es donde debemos inscribir los vientos desangelados del nuevo bloque dominante en construcción, donde el “Poder del Campo”, adquiere la arquitectura textualizada por la alianza con las multinacionales agroquímicas y alimentarias, apropiadoras de ganancias siderales, a costa de la diversidad natural y cultural, con la bendición de un fantasmático sortilegio nacido en las entrañas del Imperio Mass Mediático.
Esta mirada sobre los tiempos de bajantes y sequías, es una mirada al acecho, es una mirada atenta como cuando se hace la travesía por el desierto. Esta mirada del acecho es también la misma mirada de acecho de un chacarero con el que hablamos luego de unas clases dictadas en el sur santafecino. Este hombre sabio, acuñó para poder pedagogizar los cambios inéditos que se están produciendo en el entorno, cambios inéditos y sorprendentes y que él vinculaba con la tecnologización agroquímica de la producción agraria que “las perdices ahora ponen huevos y no tienen crías”. Y nosotros, desde la Escuela Chico Mendes, abrevando en el pensamiento del acecho, sostenemos que el indicador de las perdices infértiles, inhibidas en su reproducción por el ecocidio que produce el latifundio genético, abre las compuertas de “un tiempo que da que pensar y que reclama ser pensado” (Heidegger) y que este escenario enfocado por los huevos sin vida es el espacio donde se desarrolla la tragedia de la sequía y la bajante del Río Paraná.
Pensar la sequía y la bajante del Paraná, el río que se olvidó de ser, en tiempos de monoproducción transgénica, no remite solamente al recuerdo de la mercantilización del aire, el agua, los alimentos, el oxígeno, los rituales y la intimidad misma de la vida; la espectacularización y venta del deseo, la objetivación de la animación, su reducción a cuentas, meros indicadores matemáticos, a como se rompen a diario los más intrincados tejidos de la vida, el inmenso y doloroso sacrificio de la vida, la explotación de la tierra hasta su desertización, la compra venta de las emociones y las nuevas formas de esclavitud y de miseria humana y cultural por todos conocidos pero escasamente comprendidos, (Noguera), sino, particularmente, al desmantelamiento de esa biodiversidad natural y el aniquilamiento de la diversidad cultural, al amparo del despliegue de la soja por los terrenos pampeanos y chaqueños y de otras lejanías, inscriptos en los desbordes de la conciencia racional calculadora.
Pensar a la naturaleza en su complejidad implica repenasar los conceptos básicos de los últimos 350 años. Razón, sujeto, objeto, individuo, sociedad, naturaleza, verdad, libertad son conceptos legalizados en la modernidad por el arsenal iluminista pero que han sido arrebatados por el vacío economicista labrados por la prosa de la lógica productivista “devastadora y pedante” (Noguera) y en estado de inanición, aunque siguen siendo el glosario de la Mesa de Enlace Campestre, especialista en “des-enlace” para con la vida Toda... Esta lógica única y global de mercado, codifica al ambiente desde el corset de la lógica moderna insustentable (Descartes, Galileo, Newton…)que ordena mecánicamente, llegando a traducir la vida de la complejidad ambiental en apenas una voluminosa canasta de recursos.
Se confirma indubitablemente que la lógica productivista de la Modernidad Insustentable está “obsesionada por el gran tamaño, o del tipo de tamaño es poder, el volumen es éxito”.(Bauman). De ese modo la sojización desterritorializadora de la diversidad, ha podido cumplir los afanes del progreso moderno, para que los patrones campestres pudieran avanzar hasta el final, armados con el conocimiento insustentable y con el respaldo devastador de la biotecnología antiética, llevando a inscribir a la “comarca de las aguas”, en las fauces del capital internacional. El escenario goyesco ha sido pintado con los grises de la cremación de la biodiversidad en las arenas del glifosato y tantos otros agroquímicos, y el paisaje queda extenuado para que la Racionalidad Instrumental en la “Absoluta indiferencia por la Otredad”, replique el lenguaje unitario de la disolución del Ser.
La colonización exterminadora alcanza su clímax en el punto de confluencia de la producción agraria sojizada con el Programa IIRSA (Integración de Infraestructuras Regional de Sudamérica), especialmente en el despligue de uno de los ejes, Hidrovía Paraná- Paraguay. Sin incorporar al escenario el baile macabro que danzan los especialistas del “culto al dinero y del éxito intramundano”, el extrañamiento dialéctico en retroalimentación entrópica entre Productivismo Transgénico e IIRSA, no estaremos en condiciones de ver “La evolución del Mundo, en especial de nuestras comarcas, como una Fiesta de Suicidas”-(Sloterdijk).El I.I.R.S.A., es un proyecto sustentado en la Racionalidad Instrumental y toda la liturgia economicista salida de las agencias internacionales como el BID y similares ahora en colapso- entre otros- con el objetivo de realizar obras en el cauce de los ríos Paraná y Paraguay. Se están haciendo ya obras de corrección a los desatinos de la naturaleza, dicen, siempre tan ignorante e incorregible, para hacer navegable este sistema hidrológico todos los días del año las 24 horas, para grandes trenes de barcazas. Con intervenciones tecnológicas y correcciones de los cursos, cauces, profundidades y levantamiento de terraplenes, especialmente en la región de los humedales, se busca transportar la mayor carga posible en el menor tiempo posible, con los menores costos operativos. Los impactos sobre la Salud de los Ecosistemas serán descomunales a corto plazo, inclusive ya los estamos padeciendo.
Poblaciones enteras, millones de personas, lugarizadas y cobijadas por un manto cultural, social y económico, territorializadas en millones de KM2, serán desarraigadas y travestidas en Refugiados Ambientales. IIRSA promueve la domesticación de los ríos, la alteración de los ecosistemas de la Comarca del Agua, y la reducción de esta región, florecida en diversidad cultural y potenciales de la naturaleza, a una mueca geográfica para que la cartografía identitaria quede macerada en suelos espectrales, donde los productores de materias primas agrarias, especialmente transgenizada como la soja, forestales y mineras, (en connivencia y colonizados por las multinacionales, cabalgando bizarros por los recodos de la lógica unitaria y global de mercado) cumplan los rituales de sepultureros de los sentidos existenciales, y se regodeen en su “Fascismo de Entretenimiento, un fascismo de sociedades exhaustas y sin compasión”, (Sloterdijk), donde la democracia habrá de naufragar en la “inverosimilitud”.
Sobre esta trama reflexiva deseamos citar al investigador de la UBA Luís Sabini Fernández en su trabajo “Imperio y Soja” y reflexiona que “la soja es a horcajadas del cambio de siglo lo que el azúcar americano fuera en el 1600 o el algodón en el siglo XIX. Vior dice que hay que visualizarla hoy en día como en su momento fue el quebracho en el norte argentino hace un siglo... como una era. Por eso él habla de “el complejo mundial de la soja”. También se lo podría calificar como lo hiciera con precisión un colega, Pablo Stefanoni, “el complejo genético-político-industrial estadounidense”. Y los laboratorios “sojeros” hacen referencia al “País de la Soja”; un “territorio” interior sudamericano de millones de km2… que los laboratorios transgénicos, obviamente, consideran propio. En este territorio la fumigación aérea (los “vuelos rasantes”) destroza la vida de los pequeños campesinos, aquellos que viven y trabajan con producción familiar, diversa, tradicional u orgánica, para consumo local. Asi el Imperio Sojero Neoliberal eficientiza el derrame de millones de litros de Glifosato guiando a los aviones con la brújula de cuerpecitos infantiles con un banderín en la mano, LOS NIÑOS BANDERAS.( En los 90 fueron los NIÑOS PALOMAS la metáfora de la implosión de la sociedad, cuando la bomba neutrónica neoliberal fue arrojada sobre la sociedad argentina sin anestesia y con convertibilidad)
Al respecto, Luis Sabini, se/nos pregunta: ¿Son los banderilleros argentinos nuestros niños palestinos arruinados por las balas de la agroindustria en este caso, y de algún modo encarnan a toda una sociedad agredida por el éxito monetario y fácil de la agroindustria?.¿Dónde está el asiento social desde el cual se podrá medir el grado de contaminación, el alcance de los cánceres, de las alergias, de las malformaciones congénitas, de las mutaciones?
Para los adelantados de la Sociedad de la Información el único desafío, aún inconcluso, consiste en rediseñar la esperanza y el deseo con la pretensión de ajustarlo a la lógica de la perentoriedad y al “nuevo individualismo de apartamento, donde la insularidad se convierte en la definición misma de individuo”, con el que habrá de enhebrase esa difusa categoría de Opinión Pública, amansada por la parafernalia masmediática, cada día más campestre y menos ciudadana.
Desde esta postura al estilo Hernán Cortés, queman las naves de los nuevos conocimientos científicos como el de la Complejidad Ambiental y sueltan las amarras de una nueva racionalidad productiva respetuosa de la producción “ecotecnológica de cada región y da cada ecosistema, a partir de los potenciales de la naturaleza y de los valores de la cultura”, con el desfachatado interés de ritualizar la desmemoria del mercado como ley suprema de la economía, y desterrar del mapa de la justicia ambiental la visón de que el “territorio es la espacialización de la diversidad cultural”.
La colonización del pensamiento que se destempla en Cambio Climático y expresa la fase terminal de una etapa histórica Insustentable escrita con la literatura de la Crisis Ambiental, habrá de despertar en los pueblos los sentidos existenciales del arraigo y la identidad. “Todos los pueblos colonizados tienen conciencia de que su verdadera historia ha sido proscripta por el colonizador, tal como el Latifundio Genético ha proscrito a la Soberanía Alimentaria y la Salud de los Ecosistemas. Pero los colonizados por el exterminio del Productivismo Agrario, saben que la suya es una historia oculta, clandestina, negada. Saben, también que, pese a todo, esa historia existe y que su prueba evidente es la existencia de cada Pueblo”:
Pueblos Originarios, Agricultores Unifamiliares, los Niños Banderas, las Poblaciones Inundadas o carentes de Agua, las Poblaciones que beben Aguas Contaminadas, arsenizadas y/o salinizadas, los Pescadores de Río que se quedan sin río y sin peces porque las aguas bajan de nivel (o turbias, contaminadas con deshechos industriales y agrotóxicos )Habitantes de Bosques y Montes en errancia de intemperies por el desmonte inmisericorde, desarraigados de Humedales como los del Paraná Medio o los Bajos Submeridionales, dolientes enfermos de cáncer producido por venenos como el Glisfosato y tantos otros clamores sitiados por la sordina de la libertad de los negocios y el derecho positivo, (Descartes , Kant ) en estado de pureza sojera, son la tragedia que relata que el “campo ha sido arrastrado por el cultivar de otro género, un cultivar que emplaza a la naturaleza. La emplaza con el sentido de provocación, la agricultura es ahora industria mecanizada de la Alimentación”. Y-paradojicamente- la agricultura mecanizada para la alimentación, luego de la Revolución Verde y la genetización, ya produce en el siglo XXI más hambre, más desnutrición infantil y mas deterioro de los suelos que nunca.
Se rescribe la geografía con los grafos y la lógica del dominio. La globalización de la producción transgenizada se convierte en Latifundio genético. La geografía humana ya no sabe de las poblaciones, ahora debe geografíar el desamparo de los refugiados ambientales. Los ejecutores campestres de la expansión de la frontera agraria( bajo el imperio sojero) rompen los horizontes dilatados construyendo un muro impenetrable y discriminatorio, y cual cruzados del siglo XXI lanzan las enormes maquinarias agrícolas de diseño intimidatorio y valores inaccesibles, para que el pueblo oiga la buena nueva del ecocidio.
La bajante del Paraná -el río que se olvidó de ser -debe reorientar la mirada economicista hacia la consideración de que los “bienes ambientales son valorizados por la cultura a través de cosmovisiones, sentimientos y creencias que son resultado de prácticas milenarias de transformación y co-evolución con la naturaleza. El reconocimiento de los límites de la intervención cultural en la naturaleza significa también aceptar los límites de la tecnología que ha llegado a suplantar los valores humanos por la eficiencia de la razón utilitarista (Manifiesto por la vida).
La estrategia geopolítica puesta en marcha por el nuevo Bloque de Poder en Reorganización, produce un fenomenal proceso de desterritorialización y rediseña nuevas cartografías funcionales a la economía del despilfarro. Sobre esto Carlos Walter Porto manifiesta “Hoy, sin embargo, con la unión entre el capital agrario y el industrial, el financiero, el de las grandes empresas de mass media y el mundo técnico-científico, de organización en red, está en curso el proceso de expropiación no sólo de los recursos naturales sino, principalmente, de los conocimientos de los campesinados y de los pueblos originarios, lo que implica, una vez más, desterritorializarlos, ahora por la des-localización del locus de producción de conocimiento en la relación directa con la naturaleza por y para una relación mediatizada por los laboratorios, cada vez más empresariales – finalmente, al retirar del lugar, o mejor, retirar de los hombres y de las mujeres del lugar el poder de reproducirse por medio de los propios conocimientos. No olvidemos que cada semilla contiene no sólo el germen del alimento, sino además conocimiento –en ese caso, información genética culturalmente elaborada. Hoy, la posibilidad de existencia de esos grupos está directamente vinculada a su capacidad de desarrollar una lucha política en el núcleo del locus de bifurcación tecnológica, pasando a constituir el atractor de un sistema emergente (Prigogine) que tenga en la productividad biológica primaria, en la justicia social y en la diversidad cultural los soportes de una racionalidad ambiental (Leff, 2006) – en resumen, de proponer una nueva lógica a la técnica, de afirmar otra (tecno)lógica que no abdique de una ética y de una moral expresada políticamente por nuevas y, principalmente, otras prácticas.
La Bajante del Paraná, las sequías y las tormentas atormentadas que se abaten sobre los territorios desangelados de nuestra realidad, refleja el destino que impone a las naciones y a los pueblos el proceso de globalización en marcha. Sobre esto el Manifiesto por la Vida afirma “Si la dominación es una de las formas esenciales del mal, abolir es el bien supremo. Ello significa desatar los nudos del pensamiento y las estrategias de poder en el saber que nos someten a los dispositivos de sojuzgamiento activados en ideologías e instituciones sociales. La lucha contra la dominación es un proyecto moral cuyo núcleo consiste en cultivar una ética de las virtudes que nos permitan renunciar a los valores morales, los sistemas de organización política y los artefactos tecnológicos que han servido como medios de dominación. La Ética para la sustentabilidad es una ética de los derechos fundamentales predicables que promueve la dignidad humana como el valor más alto y condición fundamental para reconstruir las relaciones del ser humano con la naturaleza.
Esta es la ética que debemos imponer si queremos que las perdices pongan huevos y tengan crías. Es una ética de la solidaridad que rebasa el individualismo para fundarse en el reconocimiento de la otredad y de la diferencia, una ética democrática participativa que promueve el pluralismo, que reconoce el derecho de las minorías y las protege de los abusos que les pueden causar los diferentes grupos de poder.
Frente a los derechos de propiedad privada y la idea de un mercado neutro en el cual se expresan las preferencias individuales como fundamento para regular la oferta de bienes públicos, hoy emergen los derechos colectivos de los pueblos, los valores culturales de la naturaleza y las formas colectivas de propiedad y manejo de los bienes comunales, definiendo una ética del bien común y confrontando las estrategias de apropiación de la biodiversidad por parte de las corporaciones de la industria biotecnológica.
Cuando hace dos años, a través del Manifiesto para Ambientalizar la Vida, presentábamos en sociedad a nuestra escuela, decíamos que aspirábamos a arraigarnos en las llagas abiertas en la piel de la tierra, de tierras lugareñas como la que habitamos en el sentido del habitus y el afecto, en la región santafesina y a orillas del río Paraná, para poder así repensar la sustentabilidad y reconstruir la cultura para que la morada del hombre cobije la vida, a todas las vidas. Nuestra querencia, afirmábamos, es nuestro propio lugar, el lugar que habitamos, como símbolo de la complejidad y el misterio. Decíamos también que queremos morar en el lugar como sujetos que se van coconstruyendo en coevolución con la naturaleza. Construir nuestro hábitat con el habitus de la solidaridad y el encantamiento.
En esos decires se inscriben estos nuevos, como obstinada invitación a repensar la vida desde la matriz latinoamericana del Saber Ambiental, para reencontrarnos y reencantarnos con otros futuros posibles desde el aquí y el ahora. Un porfiado convite a no olvidarnos de ser.
Escuela Chico Mendes. |
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