Desde 1980, el Atlántico Norte tropical se ha estado calentando a un promedio de 0,25 grados Celsius por década. Aunque este número parece pequeño, se puede traducir en grandes cambios sobre la incidencia de los huracanes, los cuales se fortalecen en aguas más cálidas. Por ejemplo, la diferencia de temperatura oceánica entre 1994, un año de pocos huracanes, y el 2005, año récord en cuanto a tormentas, fue sólo de medio grado Celsius.
Más de dos tercios de esta tendencia ascendente en las décadas recientes pueden ser atribuidos a los cambios en las tormentas de polvo africanas y a la actividad volcánica en los trópicos durante ese período, según Amato Evan, del Instituto Cooperativo de Estudios Meteorológicos por Satélite de la Universidad de Wisconsin-Madison, y sus colegas de esa universidad y de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés).
Evan y sus colegas habían demostrado con anterioridad que ese polvo africano y otras partículas aerotransportadas pueden suprimir la actividad ciclónica mediante la reducción de la cantidad de luz solar que alcanza el mar, manteniendo más fresca la superficie de éste. Se puede predecir que los años polvorientos tienen temporadas ciclónicas apacibles, mientras que los años con baja actividad de polvo, incluyendo el 2004 y 2005, se vinculan a tormentas más fuertes y abundantes.
En el nuevo estudio, datos sobre polvo y otras partículas, obtenidos mediante satélites, fueron combinados con modelos climáticos existentes para evaluar su efecto en la temperatura del océano. Los investigadores calcularon qué parte de las tendencias en cambios de temperaturas atlánticas observados durante los últimos 26 años puede atribuirse a los cambios simultáneos en las tormentas de polvo africanas y la actividad volcánica tropical, sobre todo las erupciones de los volcanes El Chichón en México, y Pinatubo en las Filipinas, respectivamente en 1982 y 1991.
El resultado sugiere que sólo un 30 por ciento de los aumentos de temperatura atlántica observados se deben a otros factores, como el calentamiento global. Aunque no desprecia en absoluto la importancia del calentamiento global, Evan dice que este ajuste ayuda a que la estimación del impacto del calentamiento global sobre el Atlántico encaje mejor con el nivel menor de calentamiento marítimo observado en otros océanos, como el Pacífico.
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