Corría el mes de noviembre del 2005 cuando un día los montevideanos nos encontramos con la novedad de que el agua se había vuelto turbia. Abríamos las canillas y salía un líquido intomable, de color parduzco. Algunos jerarcas de OSE, ante un fuerte aumento de la temperatura, estimaron que la acalorada población incrementaría rápidamente el consumo y decidieron suministrar más agua potable, aumentando la presión en las bombas que alimentan las cañerías.
No previeron que, al hacerlo bruscamente, de las mismas podían desprenderse materiales de sus paredes o revestimientos interiores. Así ocurrió y sucedió lo ya explicado. Las autoridades de OSE dieron explicaciones confusas respecto de si esa agua amarronada era o no apta para el consumo humano. Es potable -decían- pero aconsejaban no tomarla. Consejo innecesario, porque la gente, en general, no es tonta. No masca vidrio ni toma agua impura. El Directorio bipartito de OSE, integrado por el hoy Ministro de Vivienda y por el actual Director General de Casinos, anunciaron que en dos o tres días el problema estaría solucionado. Sin embargo, transcurrieron dos semanas antes de que el agua volviera a ser clarita y potable. Sus técnicos demoraron en dar en la tecla.
Claro que ello no fue obra de la casualidad. Ocurre que en ingeniería, como en casi todas las profesiones, hay especialidades. Así, hay ingenieros civiles, industriales, electrónicos, químicos, e hidráulicos y sanitarios. En OSE, dada la índole de sus cometidos, se requiere que los cargos claves sean desempeñados por ingenieros de dicha última especialidad. Pero el entonces flamante Directorio, a apenas dos días de haber asumido sus funciones, principió por expulsar del organismo a su Gerente General, un excelente ingeniero hidráulico y sanitario, so pretexto de que iba a realizar una reestructura de funcionamiento.
En breve lapso, además, desplazó de distintos cargos y gerencias técnicas a otros experientes ingenieros hidráulicos; sustituyéndolos, en la mayoría de los casos, por ingenieros civiles. Adujo, para así proceder, que había muchas encargaturas interinas de funciones, situación irregular a la que paulatinamente debía ponerse fin, por cuya causa los titulares de los cargos gerenciales debían serlo por ascenso y previo concurso. Todo ello, a concretarse en un plazo de un año.
En teoría, todo lo anunciado aparecía como inobjetable. Pero hete aquí que los concursos nunca se realizaron. Ergo, no hubo ascensos. Y los ex gerentes interinos fueron sustituidos por otros gerentes interinos, casi todos de menor experiencia, antigüedad y grado presupuestal. Se trató, pues, de un operativo destinado a colocar en cargos claves a funcionarios de la confianza del nuevo Directorio. A qué tipo de confianza nos referimos, lo imaginarán los lectores.
Ahora, en los días pasados, los montevideanos fuimos víctimas de un episodio mucho más grave que el del agua turbia. Durante dos días, por lo menos, desapareció el agua de las cañerías y los grifos. El suministro del vital elemento se interrumpió abruptamente. No hubo agua. Ni marrón ni cristalina. Ni una gota. Y en algunas zonas, el desastre duró tres días o más, por falta de presión en las cañerías. De resultas de lo cual hubo hospitales que funcionaron a medias, escuelas, liceos y comercios que debieron cerrar sus puertas y un sinfín de dificultades para cientos de miles de montevideanos. La gente se enojó mucho y con razón.
Si nos atenemos a las explicaciones de las autoridades de OSE, todo se debió a un accidente imprevisible en la cuarta línea de bombeo. Pero hay fundadas razones para dudar de tal explicación. Hacía una semana que operarios del organismo realizaban excavaciones y trabajos reparatorios muy cerca de donde se produjo el desperfecto. Es más, se había anunciado que, como consecuencia de ello, el servicio se iba a cortar por horas, en ciertas zonas de la ciudad.
Hay derecho a pensar que hubo impericia -de una o de más personas- determinante de que el sistema colapsara. Y también hubo demasiada lentitud en el restablecimiento del servicio. Son cosas que pasan cuando un organismo público cae en manos de gente inexperta e hiperpolitizada. Que no vacila en desplazar a los técnicos más competentes de un servicio público fundamental, por razones teñidas de motivaciones politiqueras. Y en dejar a la gente pidiendo agua por señas. Así es el gobierno del Frente. Del cual, OSE es un caso emblemático.
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