El 47% de la población mundial vivirá en 2030 en regiones susceptibles de sufrir escasez de agua. Naciones Unidas calcula que 1.200 millones de seres humanos carecen hoy de acceso al agua potable en sus hogares, mientras que unos 2.400 millones padecen enfermedades relacionadas con el consumo de agua en malas condiciones. Los mares y océanos ocupan el 70% de la superficie del planeta, lo que implica que el 97% del agua existente en el mundo es salada. Para muchos, la respuesta en evidente: se debe extraer el agua de mares y océanos para el consumo. Algunos países llevan años haciéndolo, aunque el proceso de desalar el agua es caro y genera demasiados interrogantes: las plantas desaladoras son complejas de construir, consumen ingentes cantidades de energía y generan millones de metros cúbicos de aguas residuales difíciles de tratar -básicamente salmuera y productos químicos diversos-. Los activistas argumentan que la desalación no es la solución para la crisis mundial del agua, pues sus efectos secundarios son claramente más nocivos sobre el medio ambiente que las ventajas que aporta a la humanidad. Pero ningún país con los recursos necesarios escapa ya al boom de la desalación -especialmente en el árido Oriente Próximo, donde los petrodólares dan para construir plantas a un ritmo infernal-. Según datos de la International Desalination Association, en 2008 había más de 13.000 plantas operativas en todo el mundo, con capacidad para producir conjuntamente alrededor de 52 millones de metros cúbicos diarios de agua potable, el doble que a comienzos de la actual década. Oriente Próximo es responsable, precisamente, de la mitad de la producción mundial -a finales del año pasado se estaban construyendo cinco nuevas plantas en la región, con capacidad para desalar diariamente medio millón de metros cúbicos de agua cada una-. Según la Global Water Intelligence, el abaratamiento paulatino de los costes de producción está permitiendo que cada vez más países se sumen a la fiebre de beberse los océanos. El actual ritmo de crecimiento del sector permitirá que en 2015 se haya duplicado la capacidad de desalación en el planeta.
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