Agua turbia, con insectos. La misma que un momento antes bebían vacas y perros es la que sustenta a una familia. Mientras que para una concepción, el líquido es un recurso, para muchas culturas, idiosincrasias y poblaciones, es un derecho vital, como respirar.
Según contó a El Tribuno la ingeniera agrónoma Cristina Sanz, coodinadora en Salta de la Subsecretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar, "la problemática del agua afecta muy seriamente a más de 6.000 familias campesinas, indígenas agrarias y cazadores recolectores. Antes, con el Programa Social Agropecuario y PROINDER (Programa de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios), y ahora, con la Subsecretaría, nos acercamos a la gente para conocer sus problemas, pero también sus saberes, y luego juntos elaboramos alternativas y estrategias para las soluciones".
Experiencia cultural
La mejora en la provisión de agua generó en todos los casos una movilización importantísima en las comunidades implicadas, favoreciendo procesos de organización más allá de los objetivos netamente productivos, según contó Cristina Sanz.
"En muchos casos, el costo de la mano de obra aportado por los pobladores supera el dinero de la infraestructura, los materiales y maquinarias. Esto da cuenta de la importancia capital de las comunidades", sostuvo.
La especialista contó que la búsqueda de soluciones "ha promovido la participación plena de las comunidades a través del aporte de mano de obra para la realización de los trabajos, muchos en lugares impensados, tales como la instalación de cañerías a más de 4.000 msnm en Santa Victoria Oeste y en pendientes pronunciadas, donde los productores debían atarse con arneses".
El esfuerzo de la gente por contar con agua se demuestra en el traslado de los materiales para la realización de las obras, donde después de recorrer cientos de kilómetros por caminos de cornisa, deben ser "hombreados" cerro arriba hasta el lugar donde la pequeña vertiente será canalizada.
Complejidad
La problemática del agua es compleja y se manifiesta en múltiples facetas: mujeres y niños trasladándose diariamente a grandes distancias para recolectar agua de alguna fuente; contaminación por agroquímicos, filtraciones cloacales, parásitos y otros desechos; escasez del agua para riego por problemas en la captación o por infiltración excesiva en el sistema de distribución; concentración del fluido por parte de sectores empresarios y adinerados; problemas de salinidad excesiva o presencia de minerales incompatibles con la salud humana, tales como el arsénico (presente en la zona de la Puna y Chaco salteño); sistemas de riego obsoletos y colapsados por falta de inversión pública en obras de infraestructura, entregados en esas condiciones a los consorcios que no pueden hacerse cargo de las mejoras por falta de recursos; turnos de riego excesivamente espaciados entre sí y con caudales insuficientes para mantener los cultivos en óptimas condiciones.
En el Chaco salteño es común "baldear" agua para los animales en la época de sequía. Sufrir porque el agua no alcanza, porque los chicos se enferman, los cultivos se secan o los animales se mueren también es una constante en el campo.
Las esperanzas que crecen en el rescate de la sabiduría local
"Por dos, tres días, a veces una semana, se corta el agua. Los chicos antes se enfermaban a cada rato, el agua del pozo en la casa del misionero tiene olor, pero teníamos que tomar eso; estaba lleno de sapos y ranas, por eso se enfermaban. Ahora no se enferman tanto. Estamos mejor", narró Nancy López, integrante wichi de una comunidad cercana a Tartagal.
Desde su delgadez y aparente debilidad, la mujer saca fuerzas de sus raíces y pelea por mantener a sus siete hijos y varios nietos. Pelea contra la pobreza, el hambre, la adversidad.
Sabe internamente, sus ojos así lo expresan, que su raza fue guerrera, y de ese modo rescata de la memoria propia y de sus ancestros, antiguos relatos de lucha y espiritualidad, que comparte con otras mujeres indígenas en los talleres de memoria étnica.
Sueños
Nancy, en esa comunidad donde sobreviven indígenas tobas, wichis y chorotes, donde tres lenguas se mezclan con el castellano, sueña y piensa un futuro mejor: ya tiene el agua, pero ella quisiera que las mujeres pudieran tener un proyecto. "El programa ha sido de gran ayuda para mí, para mis hijos, sin estos proyectos no hubiera podido tener nada. Quisiera que esto no quede así, que haya futuro, aunque sea para nuestros hijos, que no sean tímidos, sino que salgan para adelante, que participen en los talleres, que todo el esfuerzo no quede ahí, que ellos continúen. Hay gente que tiene corazón, que no son duros, que no viven con nosotros pero sienten".
Sus palabras, sus sentimientos, se dirigen a quienes se acercaron a ayudarlos y hacer cumplir un derecho básico pero inalcanzable para muchos argentinos, como lo es también un pedazo de tierra, un techo, un trabajo digno: acceder al agua, principio esencial de la vida humana.
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