El presidente de Paraguay, Fernando Lugo, viajó ayer a Brasil para negociar un mejor precio por la energía hidroeléctrica que su país produce en la represa de Itaipú. Sin embargo, tras más de tres horas de reunión, al cierre de esta edición los mandatarios no habían podido llegar a un acuerdo.
Según informaron fuentes de la Cancillería brasileña, Lugo y el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, habrían acordado hacer una pausa para cenar y luego continuar negociando hasta la hora que hiciera falta. “Durante la reunión por la tarde el clima fue excelente, muy constructivo; pero ambos jefes de Estado decidieron que era mejor seguir negociando”, se limitó a señalar una fuente del palacio de Itamaraty.
Las negociaciones se preanunciaban difíciles. El canciller Celso Amorim había dejado entrever una muestra de optimismo al señalar antes del inicio de la reunión entre los presidentes que él esperaba que Lula presentase una propuesta orientada a buscar una solución viable para ambos países. Pero nadie pensaba que la solución llegaría rápido. Edison Lobao, ministro de Energía brasileño, había puesto un freno a las expectativas paraguayas al afirmar ayer mismo en una entrevista radial que Brasil no debería ceder a la presión de su vecino para aumentar el precio de la energía.
“Lo vemos muy difícil, porque la energía de Itaipú ya está costando más cara que la de las hidroeléctricas que Brasil está construyendo en la Amazonia”, había señalado el ministro.
Por eso mismo, al llegar a Brasilia, el mandatario paraguayo comenzó a lanzar argumentos que favoreciesen la posición de su país en las negociaciones que tenía por delante. “A nadie le conviene tener un vecino pobre; creo que a todos nos conviene crecer juntos y que ésa es la apuesta que hoy hacemos en América latina”, razonó el ex obispo apenas bajó del avión.
Pero eso no fue todo. Antes de encontrarse con Lula, Lugo buscó crear un clima favorable con los líderes del Poder Legislativo. Primero estuvo en la Cámara de Diputados, donde fue recibido por su presidente, Michel Temer. “Nuestros países tienen algunos diferendos en sus relaciones, pero son situaciones que podemos superar juntos: soy uno de los convencidos de que el diálogo es la mejor arma para solucionar las grandes y pequeñas dificultades”, afirmó el jefe de Estado paraguayo, tras lo cual buscó ensalzar el rol histórico de Brasil en relación con su país.
“Brasil es uno de los grandes socios que apuntaló nuestra economía a lo largo de la historia y no-sotros damos gran valor a los brasileños que residen en la zona fronteriza de Paraguay”, precisó, aventando así los temores de éstos frente a una eventual reforma agraria de su gobierno.
Más tarde, Lugo visitó la Cámara alta y allí, José Sarney, ex mandatario brasileño y actual presidente de ese recinto, lo recibió con un mensaje auspicioso. “Debemos buscar siempre puntos de convergencia en nuestras divergencias”, le aseguró Sarney.
A su turno, Lugo insistió con su mensaje y le dijo al ex presidente brasileño que su país, por ser uno industrializado, debe ayudar a Paraguay a superar su pobreza y dar así el salto para poder dejar de exportar simplemente productos agropecuarios.
La cuestión de Itaipú no es menor. El reclamo paraguayo por el precio de la energía que produce esta represa binacional es una de las máximas prioridades en el gobierno de Asunción, tal como lo definiera el propio Lugo en una reunión de gabinete la víspera de su partida a Brasil. “Máxima prioridad: vamos por un precio justo”, les dijo a sus ministros al concluir una reunión de gabinete la víspera de su partida.
A diferencia de países vecinos como Bolivia, Brasil o Chile, Paraguay no cuenta con gas, petróleo o minerales propios; su único recurso exportable, además de algunos productos agropecuarios (entre ellos la soja, por lo general en manos de terratenientes brasileños), es la producción de energía hidroeléctrica, que se genera de manera abundante en un país con caudalosos ríos. Tratar de sacar una mejor tajada de ese recurso es la apuesta principal del gobierno de Lugo para poder financiar buena parte de sus programas sociales.
Según los términos del acuerdo original, Brasil consume el 95 por ciento de la energía producida por la represa binacional, con la cual abastece el 19 por ciento del total de sus necesidades; mientras que Paraguay, por su parte, consume apenas un 5 por ciento y ni siquiera lo llega a utilizar en su totalidad: el excedente sobre este porcentaje se lo vende a Brasil a 45 dólares por megavatio/hora. Este es el precio que se discutía ayer.
Hoy los dos gobernantes se trasladarán al estado brasileño de Mato Grosso do Sul para participar del viaje inaugural de un nuevo ramal de tren. Para entonces podría haber acuerdo.
Opinión / Lugo avanza
Por Lucila Rosso *
Hace un año, Paraguay apostó al cambio. El 20 de abril de 2008, Fernando Lugo ganó las elecciones presidenciales para terminar con la pobreza y la corrupción estatal, proyectando una reforma agraria que permitiría la redistribución de la tierra en beneficio del pequeño campesinado. Fue electo como candidato de una variopinta alianza de partidos y movimientos, entre los que se encuentra la segunda fuerza electoral del Paraguay, el Partido Liberal –al que pertenece el vicepresidente Federico Franco–. Si bien obtuvo el 40,8 por ciento de los votos, la Alianza no logró obtener una buena representación parlamentaria, lo que prometía complicar la misión del nuevo presidente.
La gestión de Lugo parece estar signada por esta fragilidad en su sustento partidario y, a pocas semanas de asumir la presidencia, las diferencias con su vice, ya evidenciadas durante la campaña, se pronunciaron. A 15 días de iniciado el gobierno, Franco anunció su distanciamiento del mandatario al haber sido excluido de su equipo de asesores.
Este 21 de abril, la distancia se profundizó. En medio del alboroto generado por cuatro demandas de filiación interpuestas contra el Presidente, se anunció un cambio de Gabinete. Deslucida por el escándalo, la renovación fortaleció la posición de los sectores liberales leales a Lugo y reemplazó a los ministros de Educación, Justicia y Trabajo, Industria y Comercio, y Agricultura y Ganadería por funcionarios liberales no alineados con la figura de Franco. Este reaccionó advirtiendo que se lo estaba empujando hacia la oposición. El 29 de abril, Lugo realizó un nuevo movimiento en el Gabinete, reforzando su posición. Nombró canciller a un ex dirigente opositor que abandonó su partido para apoyar al mandatario.
Las divisiones en la coalición gobernante también se reflejaron en el Parlamento. En enero, la bancada liberal abandonó a Lugo en su intención de convocar a sesión extraordinaria para suplir una vacante en la Corte Suprema. Con ello, la reforma judicial, estandarte de la campaña electoral, parece volverse impracticable.
Lugo gobierna con un Parlamento fuertemente opositor y política e institucionalmente irresponsable. A pesar del “pacto de gobernabilidad” prometido por el partido opositor de Lino Oviedo, el Congreso estuvo paralizado por la jura inconstitucional del ex presidente Duarte Frutos como senador activo –convalidada por el Tribunal Electoral y la Corte Suprema aún coloradas–, postergándose la aprobación de importantes leyes como el Presupuesto 2009. Resuelto el conflicto, el boicot legislativo continuó. Bloqueó reiteradamente las iniciativas del Ejecutivo y promete continuar haciéndolo con el Plan Anticrisis que Lugo envió recientemente para su aprobación.
El contexto se completa con el clima destituyente que rodea al presidente. A la fallida conspiración golpista urdida por altos dirigentes y el ex presidente Nicanor Duarte a poco de iniciado el gobierno, se le suman los reiterados embates de la prensa, las declaraciones de la oposición pronosticando el final anticipado del mandato, y la reciente amenaza de juicio político promovida desde sectores oviedistas y sugerida por diversos medios, desconociendo los estrictos requisitos constitucionales que se necesitan para ello.
A pesar del adverso contexto, Lugo avanza. Inició el prometido proceso de reforma de las Fuerzas Armadas, aún vinculadas con el Partido Colorado, restituyó la gratuidad del hospital público y los análisis clínicos y lanzó una campaña integral de vacunación infantil garantizando el acceso a la salud del 42 por ciento de los paraguayos que se encuentra bajo la línea de pobreza.
Hace un año, en un clima de gran expectativa, Lugo ganaba las elecciones dejando atrás 61 años de hegemonía colorada. Hoy, las debilidades con las que llegó al poder parecen agravarse y, junto con las actitudes reaccionarias de los beneficiados por el anterior gobierno, obstaculizan el cumplimiento de las reformas. A pesar de ello y del reciente escándalo, Lugo aún cuenta con una opinión pública favorable aunque erosionada como su principal sustento político. Para sostenerla, el apoyo de la región puede resultar fundamental. Brasil y Argentina deberían dejar en claro que dentro del Mercosur no se puede coquetear con rupturas constitucionales.
* Investigadora del Programa de Política Internacional, Laboratorio de Políticas Públicas. |
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