Las peores inundaciones ocurridas en varias décadas en el noreste de Brasil han desalojado de sus hogares a 268 mil personas, muchas de las cuales han tenido que vadear ríos.
Llueve sin parar desde hace dos meses en 10 de los 26 Estados brasileños. La zona afectada se extiende desde la selva amazónica a los Estados costeros del Atlántico.
El ejército evacuó a millares de personas de dos poblaciones de Maranhao donde la población se refugió en gimnasios y en escuelas, o se cobijó en carpas.
Los meteorólogos atribuyeron las copiosas lluvias a un frente de baja presión procedente del Atlántico, que generalmente aparece en abril y pronosticaron más semanas de la misma situación.
María do Remedio Santos, cuyos sembrados de arroz y mandioca estaban cubiertos de agua, dijo que llegó el momento de sumarse a los que huyeron a lugares más seguros. La lluvia había comenzado a filtrarse en su casa de ladrillos de adobe y tejado de paja, donde están hacinados nueve familiares y vecinos. Frente a la vivienda, el camino de acceso de tierra apisonada se había convertido en un río de lodo.
“Por ahora dormimos todos en la sala, pero vamos a tener que marcharnos”, agregó la mujer. Algunos refugios se encuentran ya atestados de personas, mascotas y ganado, y apenas tienen alimentos o suministro médicos.
Incluso la huída presenta sus propios peligros: En los mismos nuevos brazos de agua recién formados que vadea la gente o cruzan con canoas, nadan las anacondas, serpientes de cascabel y “gusanos lagartos”, cuya mordedura es muy dolorosa.
Los caimanes nadaron por las calles de la ciudad de Santarem, dijo la funcionaria Walkiria Coelho. Los escorpiones se congregaron en las mismas elevaciones que las personas que escaparon de la crecida, aunque no hubo heridos.
Muchas aldeas afectadas carecen de operarios para organizar y distribuir la ayuda una vez que llegan los cargamentos, dijo el mayor Wellington Soares Araujo, director de logística de la defensa civil de Maranhao.
Continuaba la crecida de los ríos en Maranhao. Los torrentes destruyeron puentes y dificultaron la tarea de los trabajadores de cuadrillas de emergencia. Existía grave peligro de navegar los ríos en medio de fuertes torbellinos. Por otra parte, avalanchas de lodo dejaron varados camiones que transportaban ayuda médica y alimentos a sitios aislados.
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