La tierra está desnuda, sedienta, y el pasto reseco es una señal de que, más allá de la inexorable marcha hacia el invierno que resiente los campos, aquí la sequía viene de hace rato. La imagen se completa con otras escenas: vacas obligadas a buscar comida al costado de las banquinas, y cultivos de soja que por sus pobres expectativas de rendimiento directamente fueron abandonados y no serán cosechados.
Es la sequía y Pedro Azurabarrena, productor que alterna la producción agrícola y ganadera en un campo alquilado, a unos 40 kilómetros de esta ciudad, la vive en primera persona. Desde hace un año y medio, tiene 300 animales "en la calle", como él dice. Literalmente, eso quiere decir que ya no tiene pasto en el campo y que debe andar con las vacas de un lado al otro, por caminos y banquinas. "Saco a los animales a comer así; no hay pasto, no se pudo hacer rollos ni reservas de maíz; se perdió todo", indicó.
En esta zona, a 440 kilómetros al oeste de la Capital Federal, en 2008 hubo entre 250 y 300 milímetros menos que los registros habituales. Ahora el fuego de la sequía va por más. En rigor, los 300 animales que hoy tiene Azurabarrena son los que quedaron de un rodeo que fue de 500. Se le murieron 100 animales en el último año y medio, y se vio obligado a vender otros 100. "Tuve que desprenderme de hacienda para poder pagar el alquiler del campo", contó. Lo que se viene no parece alentador en su función como productor. "Me planteo vender todas las vacas; si pongo un quiosco en el pueblo voy a estar más tranquilo", subrayó.
Aparte de la sequía, la ganadería en Trenque Lauquen está complicada por la intervención del Gobierno en el sector. La cantidad de cabezas aquí bajó de 516.000 a 271.000, según Alberto Rodríguez Mera, presidente de la Sociedad Rural local. Azurabarrena ya habló con el propietario de las tierras que arrienda y le avisó que si esto seguía así se las tendría que entregar. Hace poco, además, por las circunstancias tuvo que refinanciar el pago de dos sembradoras que utiliza para prestar el servicio de siembra. Como contratista, está cobrando por su servicio a un plazo de hasta seis meses.
"Quedó ahí"
El productor tampoco tiene consuelo por la agricultura. Invirtió unos 30.000 dólares para sembrar 60 hectáreas de soja en un campo alquilado, pero perdió todo. Por la seca, que ha dejado plantas con un desarrollo prácticamente diminuto, optó por dejar la soja en el lote y no cosecharla. "Quedó ahí; no daría más de 200 kilos", dijo. Se refiere, por cierto, a un nivel de producción que no le cubriría ningún costo.
En Trenque Lauquen, una región con tradición ganadera en la que viene creciendo la agricultura, los rindes de la soja están por el piso. Se oyen valores de 600, 700 y 800 kilos, cuando los promedios deberían rondar los 2400 kilos.
"Yo cerré [la campaña] con 1400 kilos; es una pérdida total", cuenta Pablo Uribelarrea. Perdió el 50% del capital invertido. Tras esta campaña, este productor acaba de tomar una decisión fuerte: salir de la producción. En efecto, alquiló su campo para que otros lo trabajaran. "Yo salgo para no endeudarme. Como productor, las perspectivas son malísimas en los próximos dos años con este gobierno. Quiero esperar a ver qué pasa, pero quiero que [la Presidenta] termine su mandato", señaló. Antes de esta decisión, el año pasado Uribelarrea hizo otra movida: cerró un tambo que producía más de 8000 litros diarios.
Aquí, la situación de la producción láctea es crítica. "El año pasado, se cerraba un tambo por mes y esto ahora sigue así", precisó Rodríguez Mera.
Esta situación de sequía, quebrantos y números en rojo preocupa a los proveedores de insumos, que ven mermada su actividad. "El año pasado, para esta época había negocios hechos como precampaña de insumos; pero, ahora, no hay nada", indicó Javier Cardini, de una firma que representa a la empresa Enrique M. Bayá Casal SA. "La sequía, la incertidumbre y el clima económico hace que se frene todo", acotó Rafael Prado, de la misma empresa.
Lo duro es que, según advierten en la región, hay cada vez más productores que resignan capital para saldar deudas. "Hay gente que vende para pagar sus deudas", señaló Luis Sabbatini, asesor de la zona.
Con todo, aquí ya se habla de una drástica caída en la siembra de trigo, que el año pasado en la zona fue de 25.000 hectáreas. "Ni una sola hectárea", dice Rodríguez Mera, previendo el resultado de esta campaña. La sequía, que hace que aquí se requieran más de 100 milímetros de lluvia para cualquier actividad, y la falta de estímulos del Gobierno conspiran contra el cultivo. En este contexto, para Prado hay productores que sólo van a decidir después de las elecciones.
|
|
|