Las brutales lluvias que dejaron 44 muertos y 300.687 evacuados en el norte de Brasil comenzaron a disminuir ayer, al tiempo que organismos de socorro intensificaban el envío de ayuda. Lula alertó por el cambio climático y la sequía en el sur.
Un avión Hércules de la fuerza aérea llegó ayer cargado de alimentos, medicinas, colchones y frazadas al aeropuerto de Sao Luís, capital del estado de Maranhao, para dar socorro urgente a localidades del interior que hasta hace poco el agua las hacía inaccesibles.
"Hay puntos críticos que estaban aislados, y ahora vamos a poder llegar para llevar principalmente alimento y agua potable, que son la principal necesidad``, explicó el capitán Paulo Andrade, coordinador de logística de la defensa civil de Maranhao. Y agregó: "Tuvimos una disminución de las lluvias el fin de semana y esa es la tendencia``. Situaciones similares se reportaron en los estados de Ceará, Rio Grande do Norte, Piauí, Paraíba y Bahia. Diez de los 26 estados brasileños, en una área que va de la Amazonia hasta los estados secos de la costa, sufrieron las peores lluvias en dos décadas. La fuerte tormenta, que provocó la crecida de ríos, ya se cobró 44 vidas.
En el área más devastada del estado de Maranhao, en el río que separa a las ciudades de Pedreiras y Trizidela do Vale, una pequeña canoa se volcó con siete personas a bordo en horas de la madrugada, y dos personas estaban desaparecidas. Las autoridades mostraron poca esperanza de encontrar a las víctimas, un hombre de 54 años y una joven de 22.
El número de víctimas se mantiene estable desde el domingo, aunque defensa civil del estado de Bahia anticipó que podría acrecentarse la cifra de damnificados en la ciudad de Salvador, que registró fuertes lluvias el sábado. Muchas de las víctimas de la tragedia murieron ahogadas o enterradas en aludes. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, instó ayer a prepararse para comenzar la reconstrucción de la infraestructura damnificada cuando bajen las aguas.
"Después de asegurar la alimentación y la salud de las personas, y cuando bajen las aguas, vamos a poder comenzar el proceso de construcción de obras que las lluvias destruyeron, carreteras, puentes y casas inundadas", declaró Lula en su programa radial semanal Café con el Presidente.
La situación se mantuvo difícil en el estado de Amazonas, uno de los más extensos de Brasil, donde el nivel de agua continuó subiendo entre cuatro y cinco centímetros por día, dijo Dorothea de Araujo, gerente operacional para la Amazonia de la organización de asistencia World Vision.
"La situación es muy difícil porque el estado es muy grande y hay lugares donde no se puede llegar", comentó Araujo. "Es urgente llevar alimento y el agua es una prioridad porque la gente está tomando agua contaminada".
Alerta. El presidente Lula de Silva señaló que las graves inundaciones que golpearon al norte y nordeste de Brasil y las fuertes sequías que azotan regiones del sur y sudeste son un serio alerta sobre los efectos de los cambios climáticos. "La evaluación es que alguna cosa nos está llamando la atención para que tomemos más cuidado con el planeta".
El mandatario recordó que mientras que en los estados del norteños del país el número de personas que debieron abandonar sus casas a causa de las inundaciones ya asciende a 300.687, en los sureños estados de Rio Grande do Sul y Santa Catarina el principal problema es la fuerte sequía.
Brasil "siente cambios que ocurren en el mundo, cuando hay fuerte sequía donde nunca la hubo, o cuando llueve demasiado en lugares donde antes no llovía", señaló el Presidente.
"Yo, que ya viví en barrios que se inundaban, sé lo que es ver la casa llena de agua", agregó Lula, que sobrevoló varias veces las regiones inundadas y esta semana planea visitar esos lugares.
Del total de evacuados unas 126.375 personas tuvieron que ser realojadas en instalaciones públicas, mientras que el resto ha sido hospedado por familiares y amigos.
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