Un estudio realizado por organismos especializados dejó datos preocupantes: sólo un pequeño porcentaje de mendocinos conoce el verdadero valor de las acequias, mientras la gran mayoría la desvaloriza y hasta hay quienes consideran que sirven como vaciaderos de residuos. Más inquietante aún es el hecho de establecer que quienes menos conocen de esa importancia sea la gente joven, lo que multiplica la preocupación sobre lo que pueda suceder en el futuro.
La limpieza de las acequias y sus cuidados constituyó durante décadas una cultura que se transmitió de padres a hijos, reforzada por una política educativa destinada a valorizar su importancia. Pero, lamentablemente, toda esa tarea cuasi natural fue degradándose con el tiempo, hasta llegar a la situación actual.
Mendoza tiene una rica historia en el manejo del agua. Que comienza en la época de los huarpes, quienes utilizaron los canales para el regadío, fortalecidos y mejorados luego por el aporte realizado por los incas.
Los españoles continuaron con la tarea, aprovechando al máximo el recurso natural, y ese respeto por la importancia del agua en el crecimiento económico quedó reflejada en una política en el manejo del agua, coordinada por el Departamento General de Irrigación, que es orgullo local y que ha sido tomada como base por otros países, como es el caso de Israel.
El agua es un elemento vital y un recurso cada vez más escaso, a punto tal que ya se habla de que será la causa de las próximas guerras entre países. Pero en el caso de Mendoza, esa valorización se multiplica por el mero hecho de ser una provincia que surgió en un terreno árido, con lluvias escasas y donde el manejo apropiado de la red hídrica es fundamental para el crecimiento de la agricultura.
En los últimos años se está dando una rara paradoja: mientras en el mundo se va fortaleciendo una cultura de valorización del cuidado del agua, en Mendoza se va perdiendo.
Sólo en agua potable -mientras la Organización Mundial de la Salud recomienda un consumo, por todo concepto, de 250 litros por día y por habitante-, en Mendoza se consumen entre 500 y 600 litros por persona diariamente, lo que ubica a nuestra provincia en el primer lugar en el ranking de derroche del vital elemento entre cuarenta ciudades americanas.
Esa falta de conciencia se traslada entonces hacia lo que sucede con el agua de riego y las acequias.
Tiempo atrás hubo una seria denuncia de parte de pobladores de Guaymallén respecto de la contaminación existente en los canales, como consecuencia de la falta de control en algunas de las industrias existentes en zonas rurales, como Corralitos, Kilómetro 8 o La Primavera, contaminación que, según un informe del Banco Mundial, no se condice con lo que se puede esperar en un país con un nivel de desarrollo de mediano a alto.
Y respecto de las acequias, las cifras del estudio efectuado recientemente lo dicen todo.
Establece, entre otros aspectos, que en un tramo del cauce del río Mendoza se encontraron alrededor de 140 kilos de basura por metro lineal, en su gran mayoría provocados por elementos descartables. Agrega también que los residuos que se generan en las grandes ciudades y llegan hasta el campo, provocan tapones de más de 200 metros de largo, siendo los propios productores quienes deben encargarse de la limpieza.
Lo grave del caso es que mucha gente considera a las acequias como un vaciadero de residuos, desconociendo que no sólo tienen importancia en el mantenimiento del necesario arbolado público (sin él resultaría insoportable vivir en la ciudad durante el verano) y sin saber tampoco que se convierten en derivadoras esenciales del agua de lluvia.
Sin las acequias, cualquier tormenta fuerte en el período estival provocaría que las calles se conviertan en verdaderos ríos.
Al haberse perdido esa conciencia ambiental y del cuidado de las acequias que sostuvieron nuestros abuelos, surge la necesidad de que sea el Gobierno el que tome cartas en el asunto e impulse una conveniente campaña para que la población advierta la situación, mientras paralelamente podrían incluirse en la currícula escolar materias destinadas a modificar esa carencia de conocimiento.
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