Las aguas del Paraná han retomado la tendencia decreciente ya percibida durante la sequía de la última temporada estival. El comportamiento registrado en las partes baja y media de la cuenca del Paraná, definirán la situación.
—¿Hay pique?
—No pasa nada. El río está muy bajo.
La respuesta fue un grito, desilusionado, de todos quienes llevaron hoy sus cañas al Club de Pescadores. Todos, indefectiblemente, padecieron la infructuosa espera de peces bajo una desolada brisa fría. El metro veinte de altura registrado ayer en el río hizo que las costas mostraran su color gris húmedo que otrora estaba cubierto de agua. A lo lejos, quienes viven de los frutos del Paraná se ven aún más afectados. Con parsimonia, las despintadas canoas se balancean bordeando un espinel de anzuelos vacíos. El canal de navegación sigue intacto.
Desde el último pico de tres metros registrado entre marzo y abril, el caudal comenzó un proceso de bajante que se mantiene hasta hoy. Desde los muelles de Puerto Nuevo se aprecian río abajo los espesos yuyales y tierras que dejan asomar las aguas. Un cartel de peligro permanece como único guardián de una costa solitaria.
José María Bustos, titular de la Prefectura Naval de esta capital, informó a EL DIARIO que la tendencia decreciente podría continuar en los próximos días. “El pronóstico indica que estas condiciones de poca agua se mantendrían aproximadamente hasta julio si no son alteradas por una variación en el régimen de lluvias”, agregó.
FUTURO. El frío clima otoñal llegó repentinamente con una fugaz precipitación y el pronóstico no es muy alentador. Un informe meteorológico indicó que las lluvias podrían estar por debajo de lo normal y la tendencia del Paraná se intensificaría.
“Si recordamos que en el verano no tuvimos playa, vemos también que una de las causas fue la altura del río. Si bien pasada la temporada repuntó y estuvo alrededor de los tres metros, la tendencia ahora es de bajante”, destacó Bustos.
Nuestro río se alimenta de afluentes del Iguazú y otros cursos de agua. Las condiciones de bajante pueden revertirse si hay modificaciones en la frecuencia o intensidad de las lluvias en la alta cuenca del Paraná, que comprende la zona de Brasil. También podría influir el aporte del resto de los cursos, dependientes también del agua que caiga a la superficie.
Según informó la Prefectura, el compás de espera entre una posible lluvia y el comportamiento del río es de entre 10 y 15 días, plazo en el cual el agua del caudal se escurriría hacia el puerto de esta capital y los registros alcanzarían un nivel normal. El proceso también dependería de la cantidad de recurso que tenga el río. Por ejemplo, “si una lluvia contundente encontraría al río con una altura normal, sería más difícil el escurrimiento del agua”, explicó el prefecto Bustos.
Para el puerto paranaense, el nivel usual está considerado entre los tres metros y tres cincuenta de altura. Durante este año, el pico más alto fue de tres los metros registrados entre marzo y abril luego del período veraniego.
CONSECUENCIAS. Respecto de quiénes podrían verse perjudicados, Bustos señaló que la actividad pesquera sufre las bajantes del río en la disminución de los ejemplares obtenidos.
En materia de navegación, se informó que las embarcaciones comerciales no presentan problemas significativos, ya que la permanencia en el llamado canal de navegación, de gran profundidad, hace difícil que los barcos y remolcadores de cereales (chatas) queden varados.
El frío continúa y, con él, la bajante del río y sus consecuentes problemas. Todo depende exclusivamente de que llueva un poco más.
Precauciones para navegantes
La navegación deportiva debe realizarse con precaución “ya que, con la bajante del río, se produce la aparición de bancos de arena”, según destacó Bustos, entre los problemas que pueden tener las lanchas, botes y yates. Finalmente, si la tendencia de baja continua, podría verse afectada la parte inferior de la Cuenca del Paraná con los puertos de San Lorenzo, Arroyo Seco, San Nicolás e incluso Santa Fe.
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