Suelos muy arenosos y régimen pluviométrico inestable caracterizan al lugar, lo que ocasiona frecuentes déficits hídricos. Aprovechando el agua subterránea, instrumentamos riego por pivote para producir reservas forrajeras estables. Luego, decidimos que el mayor volumen de reservas se haría en silaje de maíz y, en menor medida, maíz para grano.
Luego de cuatro campañas, logramos ajustar la frecuencia e intensidad de riego al tipo de suelo del lugar, basándonos en su capacidad de almacenaje. También pudimos observar que el área explorada por las raíces estaba influida por la intensidad del riego en los primeros estadios del cultivo.
En cuanto a nutrición, fuimos ajustando las necesidades del maíz, usando fertilizantes a base de nitrógeno, fósforo, potasio, zinc y boro.
El aprendizaje logrado nos permitió obtener muy buenos resultados y, así, el esquema que nació para estabilizar la producción ganadera creció y se transformó, además, en un importante proyecto agrícola.
El nivel de rendimiento del maíz ha estado en un promedio de 11.200 kg de grano o 57.000 kg de materia verde. Anualmente se siembran 120 ha de maíz para silo y 80 ha de maíz para grano. El impacto económico de estas reservas es muy alto, ya que permite una carga elevada.
Las claves para este tipo de proyectos son éstas: capacitación del personal para un uso y mantenimiento eficiente; perforaciones correctamente diseñadas y ejecutadas; un buen servicio técnico para reparaciones, y un manejo agronómico ajustado.
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