El crecimiento económico y la globalización han originado evidentes beneficios, pero al mismo tiempo han provocado la aparición de nuevos riesgos.
La segunda mitad del siglo XX y lo que va del siglo XXI se han caracterizado por la constatación de que las actividades humanas inciden notablemente sobre el ambiente en el cual se desarrolla la vida.
Uno de los problemas ambientales más importantes que tenemos planteados es el cambio climático asociado a la emisión creciente de gases efecto invernadero. Prueba de esto fue la celebración de la Conferencia de las Partes de Kioto, en Japón, en diciembre de 1997, durante la cual se han puesto las bases para la firma de un protocolo sobre la reducción de emisiones de gases efecto invernadero a la atmósfera, que aún sigue en vigencia.
Sin los gases de invernadero como el dióxido de carbono y el metano, que crean un efecto invernadero natural, la vida sobre éste planeta, tal como la conocemos, no existiría. Pero la actividad humana está añadiendo un exceso de gases invernadero a la atmósfera al quemar combustibles como el petróleo, el carbón y el gas, que contienen carbono.
Las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera a lo largo de los últimos 200 años han aumentado en casi una tercera parte, principalmente debido al empleo de combustibles fósiles y a la tala de bosques (la deforestación libera a la atmósfera el carbono almacenado en las plantas y los árboles de los bosques).
Más de la mitad del efecto invernadero creado por el ser humano se puede atribuir al CO2 y más de las tres cuartas partes de éste CO2 procede de la producción y uso de los combustibles fósiles, es decir, del consumo de energía.
A lo largo del último siglo el mundo viene calentándose: la década de los ochenta fue la más calurosa desde que se empezaron a tomar mediciones (hace unos 130 años). Los científicos creen que las temperaturas medias a nivel mundial seguirán subiendo.
Los efectos e impactos del cambio climático son múltiples y complejos, y se producirán en muchos casos conjuntamente con otros problemas ambientales- contaminación, desertización, destrucción de la capa de ozono, destrucción de hábitats y pérdida de diversidad biológica-.
La salud humana, los ecosistemas terrestres y acuáticos y las actividades socioeconómicas básicas son vitales para el bienestar humano. Todos ellos son sensibles a cambios en el clima.
La composición y distribución geográfica de muchos ecosistemas se desplazará hacia altitudes y latitudes mayores, al responder las especies individuales a los cambios de clima. Esto causará una reducción en la biodiversidad, al aumentar las probabilidades de extinción de muchas especies, con lo que se reducirá la producción de bienes y servicios procedentes de tales ecosistemas.
La salud humana se verá afectada adversamente por el aumento de las enfermedades infecciosas, transmitidas por vectores como el Dengue, Lehismaniasis, Malaria, etc. Los casos de esta última patología podrían sumar de 50 a 80 millones más al año (con cientos miles más de muertos) en los próximos 100 años.
Algunos estudios sugieren que el cambio del clima inducido por el hombre podría aumentar la frecuencia y la intensidad de las olas de calor , las cuales han sido asociadas con incrementos de la mortalidad , más notoria en la mortalidad por causas cardiovasculares, cerebrovasculares y respiratorias.
Por otro lado, se ha estudiado conjuntamente los efectos de la contaminación y la temperatura con la mortalidad y se ha encontrado una interacción estadísticamente significativa entre temperatura y SO2 como variable explicativa de la mortalidad diaria, sobre todo en invierno y sugestiva en el caso de las partículas y el ozono.
Ante lo expuesto, es fundamental crear conciencia en la comunidad sobre la necesidad de cuidar el medio ambiente, todos somos responsables del medio en que nos desarrollamos y vivimos y por ende, de la calidad de vida deseada para nuestra generación y las generaciones futuras.
Fuente: Prensa – Ministerio de Salud de Tucumán
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