A propósito de este Día Mundial del Medio Ambiente, se dieron pasos muy importantes para un nuevo acuerdo sobre el cambio climático, aunque las propuestas de compromiso en la mesa de negociación son todavía insuficientes, estimó Yvo de Boer, secretario ejecutivo del Convenio de Naciones Unidas para el Cambio, en una rueda de prensa en Bonn, donde estarán reunidos hasta el 12 de junio los 191 estados miembro del convenio, junto con más de 4.300 expertos delegados.
Por primera vez los representantes disponen de un texto de negociación base para un futuro acuerdo, que debería ser firmado en diciembre en Copenhague, para garantizar una continuidad al Protocolo de Kyoto, cuyo programa de aplicación empezará a caducar a finales de 2012 y que no fue firmado por Estados Unidos.
Sin embargo, las propuestas de compromisos de reducción de emisiones de gases con efecto invernadero por parte de los países industrializados no son suficientes comparadas con las recomendaciones de los científicos.
El desarrollo de la rueda de negociaciones está influido, sin dudas, por la crisis financiera internacional, que podría tener un impacto negativo en el esfuerzo de los países para combatir el cambio climático. Muchos no estarían en condiciones de invertir en proyectos de protección al medioambiente, a causa de recortes presupuestarios para enfrentar la debacle. Estados Unidos, en esta ocasión, aportó a la conferencia vientos de cambio. Según declaraciones del enviado especial del gobierno de Barack Obama, Todd Stern, el país del norte ha cambiado radicalmente su política climática y quiere reducir el efecto invernadero en un 17 por ciento hasta el año 2020.
Queda claro que sin un compromiso más fuerte por parte de los Estados Unidos, uno de los países que más gases invernadero produce, junto con China, un nuevo acuerdo no tendría sentido.
Sin embargo, el propio Stern aclaró que “no tienen la varita mágica” para que la temperatura descienda o que los mares bajen, y que el compromiso anunciado por el gobierno estadounidense no será el único capaz de dirigir las negociaciones a buen puerto. Destacó que sin el acuerdo de los grandes países en desarrollo —China, India, Brasil—, responsables de un volumen creciente de emisiones, no será posible el convenio. “No podemos cabalgar solos el caballo blanco y arreglarlo todo”, advirtió. Esta fue la excusa que Bush puso sobre la mesa para no firmar Kyoto.
Pero la situación ha cambiado desde entonces. Lo que eran economías emergentes se han convertido en motores económicos de primer nivel, cuyo potencial contaminante es enorme. La Unión Europea les exige hoy que se incorporen al grupo de estados que aceptan un techo para sus emisiones.
Los países industrializados se ven ante un gran desafío, ya que deberían ser capaces de reducir la emisión de gases en un 25 a 40 por ciento hasta 2020. Esto permitiría que durante este siglo el calentamiento global no pase de los dos grados centígrados.
Ese objetivo, a pesar de ser de extrema urgencia, aún no pasa de negociaciones por parte de los gobiernos.
Los países en desarrollo, afectados por la crisis, tampoco quieren presionar aún más a sus economías. De modo que, el camino hasta Copenhague no será fácil. Desde aquel 16 de febrero de 1997, doce años atrás, cuando se puso en marcha el Protocolo de Kyoto, la preocupación sobre el cambio climático no ha hecho más que acrecentarse, cobrando cada vez mayor protagonismo en la agenda internacional. Pero Kyoto logró poco y nada. El calentamiento global, que entonces se insinuaba, ya es una realidad. Informes de todos los lugares del mundo constatan el hecho de que el clima ha cambiado. Grandes sequías, casquetes polares que se derriten, lluvias ácidas, tormentas regionales, cambios en las corrientes oceánicas, riadas incontroladas. Algo está ocurriendo, algo que afecta a la fauna, la flora, los hábitats, la economía mundial y la salud de los habitantes de este planeta.
Si a fines de este año no hay acuerdo en Copenhague, los científicos enumeran una larga y dramática lista de consecuencias catastróficas, por aquello de alcanzar “el punto de inflexión” tras el que la ciencia se inhibe de hacer predicciones, puesto que las consecuencias se convierten en “imprevisibles”. Sin el compromiso de China y Estados Unidos, los dos mayores contaminantes del mundo, cuyas emisiones combinadas representan el 40% del total mundial, no habrá acuerdo que valga en Copenhague.
Para cambiar la situación se necesita mayor voluntad política. Sólo un esfuerzo mancomunado podrá lograr un verdadero cambio. |
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